¿Tiene el Tea Party política exterior?
Cuando decenas de miles de activistas del Tea Party se reunieron para el mitin en el National Mall de Washington esta primavera, coreaban a voces el populismo económico de su héroe, Ron Paul, el congresista por Texas (EE UU) que se quedó corto en su quijotesca apuesta de 2008 a la Presidencia, pero que ha inspirado un movimiento popular que ha sobrevivido a su propia candidatura. En aquel momento, Paul centró su discurso en la política internacional, criticando la ayuda exterior y las políticas que han hecho de EE UU la policía del mundo.
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Mientras se quejaba de las cantidad de bases militares estadounidenses en el extranjero, argumentando la necesidad de que las tropas volvieran a casa desde lugares como Japón o Corea del Sur, alguien se removía entre la multitud. Tal y como la periodista Kate Zernike narra en su próximo libro, Boiling Mad: Inside Tea Party America, la gente sentada en las filas de atrás protestó. “¡Dios bendiga a los militares!”, voceó alguien. El congresista prosiguió su discurso sosteniendo esta vez la necesidad de mantener fuerte el Ejército. Y los alborotadores volvieron a aplaudir.
Fue un momento revelador de un movimiento nacido en el contexto de dos guerras, una amenaza terrorista continua y una inminente confrontación con Irán. Si bien el Tea Party puede haberse nutrido de la energía y de la imaginación de esta nueva etapa, su atractivo le debe mucho a la política doméstica, aprovechándose de la ansiedad de la población por la economía y la antipatía visceral hacia lo que ellos consideran el “gran programa de gobierno” del presidente Barak Obama. Sin embargo, cuando se trata de hablar de política exterior, la unidad del Tea Party se resquebraja.
Sus líderes están irremediablemente divididos en torno a asuntos ...
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