Cómo actuar con rapidez y eficacia para evitar la somalización del país.

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Rebeldes Seleka patrullan a 20 kilómetros al sur de la capital centroafricana, Bangui, en abril de 2013.

 

Los conflictos en los países pequeños suelen agravarse debido a la indiferencia internacional. Sin embargo, en el caso de la República Centroafricana (RCA), el problema es ligeramente distinto. Hay una importante presencia internacional en este Estado, pero los actores principales han decidido mantenerse al margen y esperar en vez de intervenir activamente en la crisis.

Mientras tanto, el país está viniéndose abajo a toda velocidad. Los servicios públicos ya no existen; la economía formal se ha derrumbado; los niños soldados han reaparecido; los periodistas viven con miedo; las relaciones entre cristianos y musulmanes se ha vuelto violentas; y el país está posiblemente al borde de una crisis humanitaria, precisamente cuando hasta los miembros de las organizaciones de ayuda están amenazados.

La comunidad internacional debe tener en cuenta una realidad fundamental: si la RCA se hunde, la estabilidad de toda la región, ya frágil, correrá grave peligro.

Para que la RCA no se destruya por completo, sus amigos deben unir fuerzas y usar la imaginación con el fin de encontrar las soluciones más rápidas y adecuadas. El reto inmediato es garantizar una seguridad suficiente como para poder convocar unas elecciones fiables. El desafío a largo plazo es reconstruir el Estado.

La crisis de la república tiene una larga historia. El fracaso de la democracia en los 90, el mal gobierno durante la primera década del siglo XXI y la costumbre de gobernar por la fuerza han desembocado en la violencia y la anarquía actuales. En 2007, International Crisis Group calificó la RCA de Estado fantasma. Hoy, incluso las propias autoridades del país están de acuerdo en que el aparato del Estado corre peligro de desaparecer. El presidente de transición, Michel Djotodia, reconoce que los rebeldes Seleka, responsables del golpe de Estado que derrocó en marzo de 2013 al presidente François Bozizé y le llevó a él al poder, son un motivo de inseguridad.

La intervención internacional en la RCA incluye una importante presencia de tropas extranjeras. Desde 2010 está en activo la Oficina Integrada de la ONU para la Consolidación de la Paz en la República Centroafricana (BINUCA); la Comunidad Económica de los Estados de África Central (CEEAC) mantiene una fuerza de paz desde 2008; Francia cuenta con una presencia militar casi continua en la RCA desde que el Estado obtuvo la independencia, en 1960, y en los primeros momentos de la crisis actual desplegó 400 soldados para asegurar el aeropuerto, y además en el este del país, el Ejército de Uganda y los asesores militares estadounidenses buscan desde 2011 (hasta ahora, sin éxito) al comandante del Ejército de Resistencia del Señor, Joseph Kony, sobre el que pesa una orden de captura de la Corte Penal Internacional.

A pesar de todas estas actuaciones de potencias extranjeras, ha sido imposible tanto impedir el golpe como estabilizar después la situación. La BINUCA no ha conseguido instaurar un programa de desarme, desmovilización y reintegración, igual que no logró convencer al régimen de Bozizé de que reformara el sector de la seguridad y consolidara la paz. La CEEAC no ha sido capaz de restablecer el orden en una de las capitales más pequeñas de África, y los Estados que tienen tropas en el país no han enviado los 600 soldados más que se comprometieron a enviar en abril. Lo paradójico es que Francia, que se encarga de mantener la seguridad en el aeropuerto de Bangui, al mismo tiempo ha acogido al presidente derrocado Bozizé, que ha declarado desde su exilio en París su deseo de recuperar el poder por la fuerza, con la ayuda de fuerzas privadas.

Por si fuera poco, la reciente decisión de intentar desplegar una misión encabezada por la Unión Africana (UA), que parecía una buena idea, en la práctica depende de la financiación de la Unión Europea, el apoyo logístico de Naciones Unidas y la aceptación política por parte de la CEEAC.

El deterioro del país está produciéndose con mucha más rapidez que la movilización de las organizaciones internacionales, enfrascadas en disputas absurdas sobre el dinero y el control de las operaciones. La lenta y torpe reacción internacional podría tener graves consecuencias, no solo en la RCA, sino también en la frontera oriental de Camerún e incluso otros países vecinos.

Los fracasos anteriores y la violencia actual exigen que los socios regionales e internacionales de la RCA hagan gala de la imaginación y el compromiso necesarios para coordinarse mejor. Las intervenciones internacionales deben basarse en la rapidez y la eficacia, así como en una distribución lógica de las funciones, en el que la capacidad vaya de la mano de la responsabilidad.

Las fuerzas francesas en Bangui deben restablecer la seguridad mientras el país espera la llegada de la misión encabezada por la UA y se planifica el despliegue de unas fuerzas africanas dirigidas por la CEEAC en las demás ciudades importantes, sobre todo en el oeste, donde se han concentrado en los últimos tiempos la violencia y las violaciones más graves de los derechos humanos.

El reparto de tareas entre Francia y la CEEAC debería proporcionar la seguridad necesaria para permitir que las autoridades de transición y los donantes pongan en marcha un programa de desmovilización e inicien la reforma del sistema de seguridad, con el fin de que sean las propias fuerzas de la RAC las que vuelvan a encargarse de ella y, de esa forma, impedir que se unan al incipiente movimiento contrarrevolucionario en el oeste del país.

La oportunidad de evitar lo que el presidente francés François Hollande ha llamado la posible “somalización” de la República Centroafricana pasará enseguida y se perderá si no se pone en práctica una respuesta acelerada en materia de seguridad. La CEEAC y Francia, que tienen ya tropas sobre el terreno, deben actuar con decisión.

 

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