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Según el viceprimer ministro de Rusia, Alexander Novak, la construcción de Nord Stream 2 se completará a finales de este año. (Peter Kovalev\ TASS via Getty Images)

El proyecto energético en el contexto de Nord Stream 2 supone un problema para los Estados miembros de la UE que dudan entre dar prioridad a un plan de independencia energética o dar preferencia a una fuente de energía más barata y asequible.

La idea de establecer la Iniciativa de los Tres Mares partió del proyecto North-South Corridor (2014), impulsado por James Jones e Ian Brzezinski, ambos adscritos al centro de pensamiento Atlantic Council. Entre otras cosas, este proyecto de corredor norte-sur se proponía completar la integración de los países del centro y del este que fueron adhiriéndose al entorno comunitario a partir de 2004. Uno de los pilares estratégicos sobre el cual debía materializarse dicha integración pasaba por la construcción de un espacio energético regional que interconectara a los doce países que forman parte de la Iniciativa de los Tres Mares con el resto de la Unión Europea. El objetivo central no era otro sino contrarrestar la influencia energética que ejerce Rusia sobre la UE, por medio de los gasoductos Nord Stream y South Stream.

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Países que forman parte de la Iniciativa de los Tres Mares

La idea tuvo una acogida positiva por parte de los presidentes polaco y croata, Andrzej Duda y Kolinda Grabar-Kitarović, quienes la pusieron en marcha en 2015, haciéndose eco de los mismos pilares de la idea original: seguridad energética, infraestructuras y digitalización económica. De los tres ámbitos estratégicos, la cuestión energética ha sido la que ha concentrado una mayor atención política, diplomática y mediática. Esta atención se ha visto justificada tanto por la necesidad de establecer un modelo energético europeo propio —alternativo al esquema de dependencia respecto a Rusia—, como por la pugna geopolítica entre Rusia y Estados Unidos para ocupar el disputado mercado gasífero europeo.  

 

Actores, roles y liderazgos

El liderazgo de la Iniciativa de los Tres Mares recae, formalmente, sobre los doce países que integran este foro, quienes se rotan anualmente la presidencia. Sin embargo, en la práctica algunos de sus miembros juegan un rol mucho más activo y preponderante en términos políticos. Este es el caso de Polonia, el actor más involucrado y el que cuenta con mayor peso político-diplomático. De hecho, las dimensiones y el alcance de la Iniciativa de los Tres Mares parecen diseñados para que Polonia asuma un papel de liderazgo acorde con su peso específico en la región. 

No obstante, como señala el político alemán, Manuel Sarrazin, una hipotética tendencia prohegemónica por parte de Polonia alejaría a los países pequeños que integran este foro de cooperación regional, dada la gran dependencia de estos respecto a Alemania. Este extremo ha quedado patente con ocasión de la reciente firma del acuerdo entre Estados Unidos y Alemania sobre Nord Stream 2. Sólo Polonia y Ucrania expresaron públicamente su malestar. Las repúblicas bálticas optaron por guardar silencio. 

Independientemente del rol que desarrollan los miembros de este foro, la proyección política y económica de la Iniciativa de los Tres Mares depende en buena medida de los países observadores: Estados Unidos y Alemania. En el caso de los Estados Unidos, esta iniciativa no genera contradicciones internas. El apoyo a la misma en el Congreso del país norteamericano es bipartito. Ello se deriva del hecho de que se trata de una región prioritaria para Washington y una zona sensible desde la óptica de la Alianza Atlántica. En consecuencia, desde la perspectiva estadounidense este foro constituye en sí un instrumento valioso para “confrontar tanto la dependencia energética del centro y el este europeo de Rusia, como para frenar el constante avance de China en la región.  

El enfoque alemán es distinto. Desde un inicio este país se ha caracterizado por mantener una posición ambivalente hacia este foro. Alemania ve con desconfianza  la proliferación de este tipo de foros en el espacio europeo. Desde la perspectiva alemana, estos instrumentos tienen potencial para generar divisiones en el espacio comunitario. Dichas divisiones perjudican, en el marco de la UE, principalmente el liderazgo alemán. En este sentido, el desinterés de Alemania hacia la Iniciativa de los Tres Mares ha sido manifiesto. Esto no sólo ha cuestionado la viabilidad económica de esta iniciativa, sino que ha avivado las dudas entre algunos de los socios comunitarios sobre la fiabilidad alemana en materia de seguridad energética europea. Este relato no ha hecho sino reforzarse luego del arreglo germano-estadounidense sobre Nord Stream 2.   

 

Acuerdo sobre Nord Stream 2

El reciente acuerdo político entre Estados Unidos y Alemania, expresado en la declaración conjunta del pasado 21 de julio, relativo a Nord Stream 2, refleja el frágil equilibrio entre la supuesta vocación comunitaria por la independencia energética y los intereses nacionales de los Estados miembros. En su último párrafo, la mencionada declaración recoge compromisos inequívocos para avanzar en la dirección de una integración e independencia energética en Europa. “Alemania se compromete […] a apoyar financieramente los proyectos de la Iniciativa de los Tres Mares en el campo de la seguridad energética regional y las energías renovables”, reza el texto.

Aunque los términos de la declaración conjunta dejan entrever un alcance consistente de la misma, en el sentido de que generan obligaciones políticas e implican compromisos económicos cuantificables, es difícil sustraerse al hecho de que Alemania ha logrado hacer prevalecer sus intereses. Particularmente, el derecho de sus empresas privadas para concluir la construcción de Nord Stream 2 con la empresa estatal rusa Gazprom. Así las cosas, contrariamente de lo que pueda pensarse, el arreglo revela que el Gobierno alemán, en proceso de abandonar la producción de energía nuclear, se ha anotado una victoria con la conclusión del gasoducto en cuestión. Lo ha hecho frente a los principales detractores de Nord Stream 2: Estados Unidos y Polonia.

Del acuerdo no se infiere en ningún momento que Estados Unidos haya renunciado a su política de sanciones extraterritoriales en contra de empresas europeas —Shell, Uniper, Engie, OMV, Wintershall— involucradas en la construcción de Nord Stream 2. No obstante, la percepción general es que la Administración Biden no ha tenido más margen de maniobra para detener la construcción de este gasoducto.  

En consecuencia, Estados Unidos ha tenido que resignarse y aceptar los compromisos económicos del Gobierno alemán en materia energética en esta región. Por consiguiente, la entrada en funcionamiento de Nord Stream 2, que transportará gas natural ruso directamente al puerto alemán de Lumbin, se considera un hecho consumado. En esta secuencia de hechos, Rusia acaba de anunciar la finalización de la construcción del gasoducto, por lo que sólo resta la certificación de las autoridades regulatorias alemanas para que este empiece a funcionar.   

 

Después de Nord Stream 2… ¿Balkan Stream?

En el tablero geopolítico Rusia se ha apuntado una innegable victoria estratégica sobre Estados Unidos, Polonia y las repúblicas bálticas. Las potencialidades de desarrollo energético regional, proyectadas en el marco de la Iniciativa de los Tres Mares, quedarán seriamente comprometidas con la finalización de Nord Stream 2. El rango de esta victoria puede incluso incrementarse en la medida en que Moscú logre completar la construcción del gasoducto Balkan Stream (extensión de Turk Stream), diseñado para transportar gas natural ruso por el sureste de Europa, a través de Bulgaria y Hungría. 

El desarrollo del gasoducto Balkan Stream —en paralelo a Nord Stream 2— ejercerá una suerte de pinza sobre la Iniciativa de los Tres Mares. Nuevamente, los principales damnificados serán Polonia y los Estados bálticos, quienes ven esfumarse proyectos energéticos al margen de Rusia. En este escenario, la situación de Ucrania merece mención aparte. La entrada en funcionamiento de Nord Stream 2 y de Balkan Stream (sin fecha aún) harán que este país pierda su condición estratégica como territorio de obligado paso del gas natural ruso hacia UE. Sólo con la entrada en funcionamiento Nord Stream 2 se calcula que Ucrania perderá dos mil millones de dólares anuales en concepto de derechos de tránsito.

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Oleoductos Nord Stream y South Stream (South Stream es lo que actualmente se denomina Turk Stream). Fuente: Deutsche Welle.

 

¿Independencia energética o competitividad económica?

El Gobierno alemán ha antepuesto su estabilidad económica y su competitividad comercial a cualquier otra consideración. Lo ha hecho, además, amparado en la creencia de que su participación en Nord Stream 2 no le supondrá dependencia alguna de nadie. Sin embargo, desde la perspectiva de sus críticos, la inclinación alemana hacia la fuente de energía económicamente más asequible entraña un perjuicio mayor: agravar la dependencia energética de Europa respecto a Rusia,  lo que haría inviable el desarrollo de una eventual “Unión Europea de la Energía”.  

Asimismo, los detractores de Nord Stream 2 desconfían de la determinación de los gobiernos alemanes para honrar sus compromisos y tomar medidas en contra de Rusia, si este país llegara a utilizar la “energía como arma”. Esta desconfianza la hacen extensiva a las instituciones intergubernamentales comunitarias. En efecto, nadie pasa por alto el hecho de que para la adopción de decisiones que impliquen la imposición de sanciones comunitarias se requiere el consenso de los 27 Estados miembros. Actualmente, este consenso se antoja harto improbable. Algunos países, como Hungría, acaba de renovar un acuerdo de suministro de gas con Gazprom para un periodo de 15 años. En el caso de Austria, mantiene sólidos intereses energéticos con Moscú. En la práctica, esta situación hará que sea difícil alcanzar un consenso de esta naturaleza. 

 

El dilema de la seguridad energética

La disyuntiva de la seguridad energética europea es tanto un asunto político como económico. Así las cosas, el dilema comunitario está entre dar prioridad al proyecto de independencia energética o dar preferencia a la fuente de energía más barata y asequible. La UE está lejos aún de dar con la fórmula para resolver esta paradoja. En cualquier caso, no es probable que la Unión logre resolver esta cuestión sin perjudicar  o beneficiar a alguien. Decantarse sin trastocar equilibrios existentes no es realista.  

Esta disyuntiva ocurre, además, en un momento en que el mercado europeo del gas se ha convertido en un escenario de lucha geopolítica. Este mercado concentra actualmente el mayor nivel de tensión, lo que convierte la dependencia energética europea en materia de gas en un elemento crucial en la pugna entre Rusia y Estados Unidos. En este contexto, la visión estratégica de algunos miembros de la Iniciativa de los Tres Mares, particularmente la de Polonia y los países bálticos, busca avanzar hacia un escenario en el que se pueda “reemplazar” el suministro de gas natural ruso por el gas natural licuado (GNL) estadounidense. Es una visión que, a todas luces, resulta ambiciosa en exceso. 

Las exportaciones totales de GNL a los mercados comunitarios representan el 28% de todo el gas que se consume en la UE. En este nicho de mercado, Estados Unidos se ha posicionado en los últimos años como un exportador neto. Durante 2020 este país (con el 22%) se situó por delante de Qatar (21%) y Rusia (20%) como el mayor proveedor de GNL al mercado europeo. A pesar de estas cifras, es difícil creer que la producción de este recurso pueda reemplazar el consumo europeo de gas natural. Entre otras cosas, porque su producción es a priori menos estable, debido a los elevados costes asociados a la licuefacción, transporte y regasificación.

Por una parte, la actual coyuntura de escasez energética por la que atraviesa la UE y la concentración de las exportaciones de GNL en el mercado asiático —donde los márgenes de ganancias son mayores— hacen improbable un escenario en el que el gas natural ruso sea desplazado por el estadounidense. Por la otra, el gas natural que llega a la Unión por medio de gasoductos desde Rusia, Noruega y Argelia, representa el 72% del consumo total. En este segmento de mercado, la posición del gas ruso es dominante. Las exportaciones de este hacia los mercados comunitarios en 2020 —incluso habiendo cedido dos puntos respecto a 2019—, representaron un 43%.  

En definitiva, la inexistencia de una “Unión de la energía” impulsa que algunos estados miembros opten por establecer alternativas, como la Iniciativa de los Tres Mares. Uno de los riesgos que entrañan este tipo de iniciativas es la agudización de las divisiones en el seno de la UE. Para neutralizar este riesgo Alemania se ha comprometido a apoyar proyectos de interés común en el sector energético con contribuciones de hasta 1,77 mil millones de dólares entre 2021-2027. ¿Será suficiente?