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Hombre fotografiado utilizando una tableta en un huerto invernadero en la provincia del Cabo Oriental, Sudáfrica. Subman via Getty Images.

He aquí un repaso a las industrias que tienen un gran potencial de crecimiento pese a los efectos de la pandemia: desde el sector tecnológico y la economía digital hasta los cambios que están experimentando la agricultura y el ámbito de las energías renovables, pasando por el turismo y los esfuerzos de industrialización del continente.

“África es muy diferente. El perfil de crecimiento del continente se realiza en un entorno que no está dominado por grandes actores, es un campo abierto. Consiga un punto de apoyo y obtenga los socios adecuados y podrá desarrollar negocios”. Estas fueron las palabras de Akinwumi A. Adesina, presidente del Banco Africano de Desarrollo, en la inauguración del Foro África-Singapur celebrado hace unas semanas.

Dichas palabras definen cómo es África: un continente lleno de oportunidades y en pleno auge, que presenta potencial de crecimiento en numerosos sectores, si bien es cierto que hay que tener claro que tiene sus particularidades y matices a la hora de hacer negocios y que presenta enormes retos.

La Covid-19 en África está causando estragos y, actualmente, el continente está viviendo una tercera ola con una tasa de inmunización muy baja, tan solo el 2,5% de los africanos cuentan con la pauta completa, mientras que en las economías más avanzadas ya están planteándose una tercera dosis.

Aunque todas las economías africanas se han visto afectadas por la pandemia, aquellas dependientes del turismo, las exportadoras de petróleo y las intensivas en otros recursos naturales (agrícolas, principalmente) fueron las más afectadas. El Banco Africano de Desarrollo en su último informe sobre perspectivas de cara a 2021 prevé que las economías del continente dependientes del turismo se recuperen de una caída del PIB del 11,5% en 2020 para crecer un 6,2% en 2021; los países exportadores de petróleo lo harán de media el 3,1% frente a un descenso del 1,5% el año pasado; y las economías intensivas en otros recursos esperan un crecimiento del 3,1% frente a una bajada del 4,7% en 2020. Por último, se estima que los países no intensivos en recursos, donde la producción se redujo en un 0,9%, crecerán un 4,1% en 2021.

Este crecimiento viene sustentado por los planes de contingencia de los gobiernos africanos apoyados por los organismos multilaterales, además de una recuperación paulatina de las economías avanzadas. Pero también por la cada vez mayor resiliencia en África, ya que los países del continente están diversificando sus economías, que aún tienen potencial de crecimiento tanto en sectores tradicionales como en aquellos emergentes gracias al desarrollo del sector privado.

Si nos centramos en el sector privado de África, el panorama empresarial del continente es variado. Existen los pequeños emprendedores en la economía informal, que junto a pequeños empresarios que sí están en el sistema, forman la columna vertebral de la mayor parte de la actividad económica en todo el continente. Pero este ecosistema empresarial también se compone de grandes empresarios que han generado su riqueza como emprendedores pioneros, o bien desde compañías familiares de gran éxito o una combinación de ambos, que contribuyen al surgimiento de una clase media que está en el camino de su consolidación.

Son varios los sectores que están contribuyendo a transformar el continente, pero debe destacarse especialmente el ecosistema emprendedor que está emergiendo en el ámbito de las nuevas tecnologías, y cómo han servido para que la nueva generación de emprendedores africanos las use para resolver problemas tradicionales en sectores como la agricultura y finanzas. 

Según el Banco Mundial, la economía digital aportó en 2020 unos 115.000 millones al año a la economía africana y espera que en 2025 contribuya en unos 180.000 millones de dólares, lo que supone un crecimiento del 56,5% en tan solo cinco años, indicativo de la importancia que va adquiriendo la economía digital y las nuevas tecnologías en África. Si bien es cierto que son varios los países que deben mejorar la conectividad y las infraestructuras asociadas a ellas con el fin de garantizar que dicho crecimiento se produzca y se consolide.

El sector tecnológico no sólo tiene un impacto económico, sino que también alcanza la dimensión social. Existen numerosos ejemplos en los que la tecnología ha servido para mejorar la vida de los africanos; su aplicación en el ámbito financiero ha servido para que gran parte de la población pueda recibir y pagar servicios básicos como el agua y la electricidad o pueda vender su cosecha en zonas rurales sin necesidad de conexión a Internet, simplemente con un mensaje de texto. De hecho, según el portal especializado DISRUPT Africa el número de compañías de fintech (tecnofinanzas) en África se ha incrementado un 89,4% en el periodo entre 2017 y 2021, alcanzando la cifra de 576 empresas en todo el continente. 

En este segmento destacan las compañías dedicadas a la gestión de pagos y remesas, como nicho con mayor número de operadores y varios casos de éxito. Destaca, por ejemplo, el de Kuda, un operador bancario completamente digital con la misión de hacer que la banca sea más accesible, asequible y gratificante para los africanos, tanto para los del continente como para la diáspora que envía las tan importantes remesas. Es preciso recordar que en África gran parte de la población no tiene cuenta corriente en un banco o no tiene acceso a servicios financieros tradicionales por no residir en zonas urbanas o simplemente porque el país tiene un sistema financiero débil. 

Otro sector tradicional que se ha beneficiado de la tecnología para diversas necesidades es el de la agricultura. Ésta presenta una serie de desafíos históricos en el continente como la atomización del sector y la tecnología ha servido para estructurarlo en cierta medida. Hay infinidad de pequeños agricultores que se han beneficiado de las tecnologías disponibles para aprovechar los nuevos modelos comerciales como la economía colaborativa. Un ejemplo de ello es Hello Tractor, una empresa de tecnología agrícola nigeriana que ofrece una aplicación para compartir equipos agrícolas similar a UBER. 

La tecnología también ha servido para la obtención de datos agrícolas de valor y mejorar así el rendimiento de los cultivos, que es clave ante el cambio climático y las sequías que está sufriendo el continente. Un buen ejemplo es AROBOTICS, empresa surafricana que, mediante el uso de inteligencia artificial, drones y otros sistemas de robótica, emplea la tecnología para rastrear y evaluar la salud de estos cultivos, incluida la identificación de cuándo los árboles presentan problemas, el seguimiento de plagas y enfermedades y el análisis para una mejor gestión del rendimiento.

También ha servido para eliminar intermediarios entre el productor y el consumidor final u otros eslabones de la cadena de valor del sector agrícola. En este ámbito destaca Twiga, una plataforma keniata de comercio electrónico B2B, basada en dispositivos móviles, que entrega productos alimenticios al mercado masivo digitalizando la cadena de suministro, eliminando intermediarios y también mitigando el desperdicio de alimentos, por lo que tiene un impacto directo en el precio final al consumidor.

Otro sector básico como la energía también está viviendo un proceso transformador gracias a las tecnologías y la irrupción de las energías renovables, pero que aún presenta un enorme potencial. Según un estudio reciente del Banco Mundial, solo una de cada tres personas en África subsahariana tiene acceso a la electricidad. Y hasta el 80% de los hogares del continente utilizan leña y carbón vegetal como fuente de energía primaria para cocinar, lo que pone en peligro los recursos forestales del continente, que se están agotando rápidamente. Por ello, las energías renovables se están convirtiendo en un aliado firme para reducir esa brecha energética, si bien es cierto que aún hay barreras de entrada como la necesidad de un marco legislativo adecuado y personal cualificado, entre otras.

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Turbinas vistas en el proyecto de instalación de energía eólica de Dassiesklip en las afueras de Caledon en Cape Town, Sudáfrica. Nardus Engelbrecht/Gallo Images via Getty Images.

Las energías limpias en África presentan un enorme potencial. Hay proyectos innovadores como M-Kopa Solar en Kenia, que ofrece sistemas solares domésticos a personas de bajos ingresos permitiéndoles pagar a plazos en el transcurso de un año utilizando dinero móvil. Actualmente tiene un millón de clientes expandiendo su negocio a Nigeria y Uganda. En paralelo al dinamismo del sector privado, son muchos los gobiernos del continente que apoyados por las grandes agencias multilaterales están impulsando políticas para promover las energías limpias con incentivos fiscales, inversión directa, eliminación de barreras, etcétera.

En el ámbito de la industrialización (África es el continente menos industrializado del planeta), muchos países han avanzado en los últimos años en sectores que son intensivos en mano de obra como en las plantas de ensamblaje del sector automovilístico. Dicha industria ya cuenta con plantas de  ensamblaje en Estados como Marruecos, Suráfrica, Nigeria, Ghana y Ruanda. El reto está en que los países africanos consigan articular un ecosistema industrial alrededor de este sector y que sean capaces de producir incluso sus propias marcas de automoción.

Etiopía es un ejemplo de cómo la industrialización puede crear puestos de trabajo. El Gobierno ha invertido alrededor de 1.300 millones de dólares en la construcción de una docena de parques industriales, que han atraído a empresas ancla de China, India,  República de Corea, Sri Lanka, Taiwán y Estados Unidos. Este desarrollo ha supuesto, según distintas estimaciones, la creación de más de 50.000 puestos de trabajo permanentes, de los cuales más del 85% están ocupados por mujeres, según Lelise Neme, miembro de la Comisión de Inversiones de Etiopía y exdirectora ejecutiva de la Corporación de Desarrollo de Parques Industriales de este país.

Durante los últimos 20 años previos a la pandemia, el turismo se había vuelto vital para las economías africanas. En 2019, la industria representó alrededor del 7% del PIB de África y contribuyó con 169.000 millones de dólares a su economía, que equivale aproximadamente al tamaño del PIB combinado de Costa de Marfil y Kenia. En dicho año, África subsahariana se erigió como la segunda región de mayor crecimiento en términos porcentuales.

El sector turístico, además, es intensivo en mano de obra y de hecho en África, antes de la Covid-19, se estimó que esta industria empleó a unos 24 millones de personas en el continente. A medida que los efectos de la pandemia vayan remitiendo y los turistas recuperen sus ansias de viajar, esta actividad económica volverá a crecer en el continente tanto en su contribución al PIB como en generación de empleo y en captación de inversiones, que contribuirán a consolidar la estructuración del sector. África debe afrontar retos como el de la salud e higiene que son dos factores críticos tras la crisis sanitaria global para cualquier turista.

Todos estos sectores y otros tantos como los de la producción de bienes de consumo, las telecomunicaciones o el desarrollo infraestructuras presentan interesantes oportunidades, acompañadas por el proceso del Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA), que entró en vigor este año y que, según un reciente informe del Banco Mundial, aumentará la renta regional en un 7%, es decir, un incremento de 450.000 millones de dólares. También acelerará el crecimiento salarial de las mujeres y sacará a 30 millones de personas de la pobreza extrema para 2035. Los salarios de los trabajadores se incrementarán un 10,3% para los trabajadores no cualificados y un 9,8% para los cualificados. 

Si África quiere conseguir estas cifras debe afrontar y resolver desafíos que se han señalado en los sectores mencionados, si bien es cierto que hay otros factores transversales en los que el continente debe volcarse para consolidar su crecimiento y resiliencia como son las de mejorar el clima de negocios, avanzar en la buena gobernanza, promover la economía formal frente a la informal, impulsar la capacitación técnico-profesional para desplegar todo el potencial en los distintos sectores.

En definitiva, África se está transformando y existe potencial de crecimiento en diversos sectores que tienen un impacto social a la hora de ayudar a reducir la extrema pobreza y aumentar su nivel de desarrollo. Citando las palabras de Úrsula Von Der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, “África será un socio clave en la construcción del mundo en el que queremos vivir, ya sea en materia climática, digital o comercial.”