Más de dos años después de que declarara su independencia, Kosovo lidia con una justicia frágil  y con un Estado de Derecho desigual que ponen en peligro su futuro.

Guerra de símbolos: Serbokosovares ondean en la ciudad de Mitrovica las banderas de España y Grecia, dos de los países europeos que no han reconocido la independencia de Kosovo.


Cuando las autoridades serbias abandonaron Kosovo en 1999, se llevaron consigo tribunales, expedientes judiciales y registros, dejando tras de sí un sistema judicial corrompido por discriminaciones históricas, vínculos con el que fuera presidente de la antigua Yugoslavia, Slobodan Milosevic y un enorme cúmulo de casos civiles y penales.

Numerosos progresos se han alcanzado en materia, entre 1999 y 2008, bajo la supervisión de la Misión de Administración Provisional de Naciones Unidas en Kosovo(UNMIK, en sus siglas en inglés). Hashim Thaçi, su primer ministro desde que se declarara Estado independiente en 2008, ha sabido dirigir de manera pacífica el proceso de transición hacia la independencia, preservando el legado administrativo de la ONU. Además, Kosovo ha alcanzado un punto en el que la comunidad serbia se encuentra a salvo y en el que los casos de violencia por razones étnicas son raros.

A pesar de estos avances, la justicia y el Estado de Derecho siguen siendo frágiles: la policía, los fiscales y los tribunales mantienen un rendimiento inestable y propenso a las interferencias políticas y a los abusos de poder. El crimen organizado y la corrupción se encuentran a la orden del día y existe la sensación generalizada de que el país está siendo dirigido por una élite política, que trabaja al margen de la ley y que controla cada aspecto de la sociedad. La Misión Civil de la Unión Europea en Kosovo para Garantizar la Ley(EULEX, en sus siglas en inglés) ya se encuentra investigando casos de corrupción en las más altas esferas. Sus esfuerzos hasta la fecha han puesto de relieve importantes lagunas en la regulación, lo que mantiene alejada la inversión  extranjera y sumerge al país en la pobreza.

En lo que al sistema judicial se refiere, pocos son los delitos cometidos que terminan con sus autores en prisión. Las disputas sobre la propiedad están muy extendidas y, en el momento en que no pueden ser resueltas ante los tribunales, acaban degenerando en violencia. Por otro lado, los jueces, desmoralizados y exhaustos, cargan con el peso de casos atrasados y se ven perseguidos por una reputación de corrupción y favoritismos. Los demandantes, por su parte, aguantan exasperantes retahílas de apelaciones, sentencias preventivas y retrasos. Tampoco las instituciones encargadas de velar por el equilibrio judicial están operando debidamente: el Consejo Judicial de Kosovo se encuentra paralizado dado el elevado número de puestos clave a la espera de ser cubiertos, y el ministro de Justicia carece de liderazgo y de apoyo político.

Por su parte, la policía goza de un fuerte apoyo popular y un amplio margen de maniobra. No obstante, se encuentra mal administrada, carece de las ...