El partido islamista tunecino Ennahda ha articulado en poco tiempo un mensaje conciliador y moderado que ha sabido llegar a diferentes sectores de la población. ¿Poca sharia y mucho turismo para el desarrollo?

 









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La victoria del movimiento Ennahda (El Renacimiento) en las elecciones para una asamblea constituyente celebradas el 23 de octubre en Túnez ha sido amplia e indiscutible.  Con un porcentaje de voto del 41,47%, traducido en 90 escaños de una asamblea de 217, el partido islamista se sitúa como la primera fuerza política a una distancia  de casi 28 puntos porcentuales y 60 escaños del segundo partido más votado (Congreso por la República).  La victoria es aún más impresionante si se tiene en cuenta que Ennahda ha sido la formación más votada en todas las circunscripciones menos una, y entre los tunecinos residentes en el extranjero.  Ha ganado incluso en las dos circunscripciones de la capital, donde se presumía que los partidos laicos tenían su feudo. Además, el proceso electoral ha sido limpio y transparente, como han reconocido todos los numerosos observadores electorales internacionales, incluida la misión de la Unión Europea.

La victoria del islam político en Túnez no ha causado sorpresa, ya que todas las encuestas publicadas durante el periodo postrevolucionario y hasta el comienzo de la campaña electoral señalaban al movimiento como la fuerza política más conocida por los tunecinos.  Sin embargo,  la amplitud de la victoria sí ha sido inesperada, puesto que las encuestas no le habían otorgado nunca más del 25% y se suponía que la oposición de los sectores laicos del Túnez cosmopolita iba a presentar una resistencia mayor.  No ha sido así, entre otros factores por la fragmentación de los partidos no religiosos, con la consiguiente dispersión de votos.  Y, al mismo tiempo, Ennahda ha encontrado eco y apoyo significativos en segmentos diversos de la sociedad tunecina.

La primera gran baza de esta formación ha sido la rapidez y eficacia de su reconstrucción.  En el Túnez de Ben Alí, la tolerancia hacia el islam político era menos que cero.  No existía, como sí sucede en otros países de mayoría musulmana, presencia islamista en las redes sociales o en candidaturas independientes más o menos controladas.  En este país árabe, los islamistas estaban muertos, en prisión o en el exilio.  Sin embargo, desde enero y en apenas 9 meses han sido capaces de desplegarse y hacer llegar su mensaje por todo el territorio. Es un partido escasamente personalista: el retorno tras 22 años de exilio en Londres de su líder histórico, Rachid Ghannouchi, sirvió para dotarlo de una cabeza visible, pero el verdadero poder de Ennahda está en la presencia de su militancia en la sociedad, lo que le permite movilizar considerables recursos humanos y económicos.

Desde su legalización, Ennahda ha mantenido, además, un discurso abierto, conciliador y de mano tendida.  Ha hecho hincapié en mensajes tranquilizadores: economía de mercado, ...