Construir la democracia en Irak será imposible sin
el protagonismo inmediato de la mayoría más olvidada del país:
sus mujeres. Pero aunque la Administración Bush pone énfasis en
los derechos femeninos en Oriente Medio, olvida apoyar estas palabras con hechos.
Un fracaso en el apoyo a las mujeres puede condenar a Irak al mismo destino
de sus vecinos árabes: autocracia, estancamiento económico y malestar
social
.

Era agosto de 2003 en la ciudad iraquí de Nayaf (mucho antes de la presencia
de los milicianos del clérigo musulmán Múqtada al Sáder
en la ciudad santa) y el teniente coronel de los marines de EE UU,
Christopher Conlin, se enfrentaba a un dilema. Al llegar a la ceremonia de toma
de posesión de Nidal Naser Husein, primera mujer jurista de Nayaf y seleccionada
por Conlin para el puesto de juez en el tribunal local, se encontró con
un grupo de manifestantes que protestaba contra su nombramiento. A pesar de
su número relativamente escaso (unos treinta en una ciudad de más
de medio millón), Conlin se echó atrás y retrasó
indefinidamente el nombramiento de Husein.

Por desgracia, episodios como éste no son nada infrecuentes. Aunque la
Administración del presidente George W. Bush ensalza el progreso de las
mujeres como la piedra angular de su estrategia en Irak, las buenas intenciones
han sustituido a una política coherente. La Administración estadounidense
invirtió millones de dólares para la formación profesional
femenina a través de la Autoridad Provisional de la Coalición
(CPA), la entidad creada por EE UU para gobernar Irak hasta el traspaso de la
soberanía el pasado 28 de junio al Gobierno provisional constituido unas
semanas antes. Pero después de que las grandes operaciones de combate
terminaran oficialmente en mayo de 2003, la CPA socavó su propia labor
al permitir que las iraquíes se convirtieran en un objeto de regateo
en las negociaciones con los poderosos partidos religiosos.

EE UU cayó así en el clásico error de sacrificar estabilidad
a largo plazo a cambio de conveniencia política, aunque ahora se ha hecho
un esfuerzo y hay seis mujeres –no en puestos importantes– en el
nuevo Gobierno provisional iraquí de 33 miembros, una cifra lejana a
la paridad, pero que abre una cierta esperanza. Lo contrario hubiera indicado
a los demás países de la zona que el compromiso político
no es, en realidad, el pilar de la democracia tal como Occidente lo pinta. Este
mensaje hubiera debilitado el apoyo a la misión de EE UU en Irak al reforzar
la idea de que Washington ha usado los derechos humanos como pretexto para la
guerra en vez de como un compromiso de principios. Además, condenaría
al país al destino que sufren sus vecinos árabes: autocracia,
estancamiento económico y malestar social por mantener al margen a la
mitad (el 60%, en el caso iraquí) de la población.

El ambiente político y religioso en Irak garantiza que si las mujeres
hubieran quedado excluidas del Gobierno, sus posibilidades de abrirse paso más
tarde serían escasas o más bien nulas. Para las iraquíes,
es ahora o nunca. Tanto los que apoyan como los que critican la guerra politizan
la historia y la situación de las mujeres iraquíes. Ante la ausencia
de las armas de destrucción masiva, el Gobierno Bush ha desplegado la
conocida retórica sobre "las cámaras de tortura" para
justificar el haber depuesto al presidente iraquí Sadam Husein. Por su
parte, quienes critican la invasión subrayan que las mujeres en Irak
tenían mejores oportunidades profesionales y de acceso a la educación
bajo el régimen de Husein que en otros países de la zona.

 

Fundadoras

Muchas mujeres iraquíes desafían a la cultura conservadora
y a los peligros para participar en el Gobierno iraquí y en la
sociedad civil. Éstos son los rostros más conocidos:

Foto de Songul Chapouk Songul Chapouk representaba a los turcomanos en el
desaparecido Consejo de Gobierno iraquí. Estudió ingeniería
y fundó la Organización de Mujeres Iraquíes de
Kirkuk, donde enseñan informática, agricultura y alfabetización.
Foto de Raja Habib Juzai Raja Habib Juzai fue una de las tres mujeres nombradas por el extinto
Consejo de Gobierno iraquí. Juzai había dirigido antes
un hospital en Diwaniya, al sur de Irak, y daba clases en la facultad
local de Medicina. Su actual proyecto es una iniciativa nacional para
la prevención del cáncer femenino. Preside también
la Organización de Mujeres en Diwaniya y es la fundadora del
Centro de Salud de la Mujer, en Bagdad.
Foto de Nesreen Berwari Nesreen Berwari es ministra de Obras Públicas en el Gobierno
provisional iraquí y fue ministra de Reconstrucción
y Desarrollo en el Gobierno regional del Kurdistán. Asimismo,
participó en el grupo de trabajo de infraestructura y economía
en el proyecto para el futuro de Irak del Departamento de Estado de
EE UU. Antes trabajó para la Organización Internacional
de Migración en el departamento de Asuntos Humanitarios de
la ONU.
Foto de Hind Makiya Hind Makiya es la directora y creadora de la Fundación de
Mujeres de Bagdad, una ONG con sede en el Reino Unido que apoya la
participación de las mujeres en la democracia iraquí.
Era una de las cinco mujeres nombradas en el Consejo de Desarrollo
y Reconstrucción iraquí y ha trabajado también
con varios órganos administrativos en la planificación
del futuro sistema educativo iraquí.
Foto de Siham Hattab Hamdan Siham Hattab Hamdan trabaja en numerosos comités del consejo
asesor del Ayuntamiento de Bagdad, como el Comité de Asuntos
Públicos y el de Asuntos Legales y Derechos Humanos. Profesora
de literatura inglesa en la Universidad Mustansiriya de Bagdad, antes
fue vicepresidenta del consejo, en representación del distrito
municipal de Sáder, donde en la actualidad intenta establecer
centros para mujeres.
Foto de Ala Talabani Ala Talabani, anterior vicepresidenta de la Unión de Mujeres
del Kurdistán, huyó de Irak al Reino Unido en 1991,
tras ser despedida de su trabajo como ingeniera y profesora por su
origen kurdo y por no ser miembro del partido Baaz. Fue la cofundadora
de Mujeres por un Irak Libre y del Consejo Supremo de Mujeres Iraquíes,
que preparó un proyecto sobre el papel femenino en la reconstrucción
de Irak.

Fuente: Women Waging Peace.

 

UN PASADO ACCIDENTADO
La situación de las mujeres iraquíes se ha deteriorado ciertamente
desde la guerra del Golfo de 1991. Las mujeres que saben leer tienen ahora hijas
que no saben y la generación mayor tiene opiniones más modernas
que las más jóvenes. Los que rememoran el Irak anterior a Husein
se acuerdan del activismo político femenino. La Liga de Mujeres Iraquíes
se fundó en 1952, pero tuvo que pasar a la clandestinidad bajo el régimen
de Husein, después de que el partido Baaz se hiciera con el poder en
1968. Sus miembros se mantuvieron en contacto durante el exilio y recientemente
reconstruyeron la Liga en Bagdad con la intención de mantener la participación
femenina en el nuevo Gobierno. Aunque el Baaz usurpó la libertad política
iraquí, el desarrollo de las mujeres tenía un lugar en los principios
laicos y nacionalistas del partido, que estableció una federación
general de las mujeres iraquíes, al estilo soviético, en 1969,
con sucursales por todo el país. Las perspectivas educativas y profesionales
femeninas mejoraron, sobre todo en los ámbitos de la educación,
medicina e ingeniería, y ellas se ganaron el pan cuando sus maridos acudieron
a los campos de batalla en la guerra Irán-Irak de la década de
los 80. Muchas de estas conquistas se perdieron durante la depresión
económica tras las sanciones internacionales en los 90. Los hombres tuvieron
prioridad en el menguante mercado laboral, y la alfabetización femenina
cayó en picado. Los iraquíes se volvieron cada vez más
hacia la religión como consuelo, lo que agudizó la división
nacional entre los musulmanes chiíes (el 60% de la población)
y los suníes (un 35%). El suní Sadam Husein lanzó la Campaña
de la Fe a principios de 1990, que intentó lograr el apoyo de los jefes
religiosos conservadores a la vez que se erradicaba el liderazgo chií,
eliminando la protección legal de las mujeres durante el proceso. Sin
embargo, la influencia del islam chií mantuvo su crecimiento durante
esta década, sobre todo porque, al centrarse en la justicia social, atrajo
a los desfavorecidos y oprimidos y también porque los ataques de Husein
aumentaron la solidaridad chií. Esta creciente división religiosa
era reflejo de la brecha, cada vez mayor, entre iraquíes ricos y pobres
que líderes radicales chiíes como Sáder explotaron más
tarde.


ACCIÓN AFIRMATIVA

Tras la invasión de EE UU de marzo de 2003, la Autoridad Provisional
intentó mejorar la situación de las mujeres iraquíes con
programas educativos, de capacitación profesional, de conciencia de sus
derechos y contacto con el exterior, hazaña nada fácil en un país
aislado durante más de una década. Pero las iraquíes necesitan
ahora una representación política inmediata para garantizar estos
esfuerzos a largo plazo. Al contrario que en otras situaciones posbélicas,
en las que organismos internacionales como Naciones Unidas han enviado a expertos
civiles para llevar a cabo las negociaciones políticas, Irak ha sido
testigo de cómo las fuerzas de la coalición tomaban la iniciativa
al establecer consejos locales de gobierno y nombrar responsables locales, sobre
todo en las áreas rurales. Las ONG han ayudado a los iraquíes
a desarrollar coaliciones políticas y dar otros pasos hacia la democracia.
Pero cuando se trataba de nombramientos políticos, normalmente sólo
se aplicaban las reglas militares locales. En el ambiente de inseguridad que
vive Irak, el personal militar no se preo-cupó de dar mayor poder a las
mujeres en la construcción del país. "No hemos dado una
consideración especial a este problema", recuerda el teniente coronel
Carl E. Mundy III, ahora miembro de la Brookings Institution, de Washington.
Mundy mandaba un batallón de marines durante la invasión
de Irak y se ocupó de las operaciones posteriores en la provincia de
Al Qadisiya. "Mi preocupación era no meterme donde no debía
o no interesarme por una mujer de modo que pudiera enfadar a los hombres del
lugar", explica. "Quizá una vez establecido un cierto grado
de seguridad podríamos empezar a trabajar para que ambos sexos estén
representados de manera justa". El problema de este punto de vista es
que la participación de las mujeres es mucho más difícil
después de que EE UU haya reforzado el poder de los clérigos conservadores
y de los jefes de tribu. "La voz de las mujeres puede tener más
fuerza en las zonas urbanas, pero siguen bajo el poder de los jefes tribales
y de los clérigos en las zonas rurales", observa Hind Makiya, directora
fundadora de la Fundación de Mujeres Iraquíes, con sede en el
Reino Unido.

Estados Unidos sentó un precedente desastroso incluso antes de la invasión
de Irak con la creación de un gobierno en la sombra encabezado
por un grupo de exiliados casi totalmente desprovisto de presencia femenina.
La Autoridad Provisional nombró sólo a tres mujeres, una de las
cuales murió en un atentado, entre los 25 miembros del Consejo de Gobierno
iraquí. Aunque más de ochenta mujeres son miembros en las juntas
municipales, de distrito y vecinales en Bagdad, su número es menor en
las 18 provincias iraquíes, y ninguna ocupa el puesto de gobernador provincial.
Peor aún, ninguna iraquí fue designada para el comité de
24 miembros del proyecto de constitución, que redactó el documento
que sirve actualmente como Constitución provisional.

Si EE UU y los líderes iraquíes
apuestan por el corto plazo al retrasar el progreso y la participación
de las mujeres para evitar provocar a los extremistas, sentarán un
precedente irreversible

El proceso de elaboración del proyecto garantizó la escasa representación
femenina. La Autoridad Provisional rechazó solicitar una cuota obligatoria
de puestos para mujeres en la futura Asamblea Nacional, a pesar del apoyo de
los grupos femeninos iraquíes y del liberal Adnan Pachachi, porque el
Gabinete de Bush no quería contradecir su política de acción
anti-afirmativa nacional. Safia al-Souhail, jefe de la tribu Bani Tamim de la
zona central de Irak, se burla de estos remilgos y rechaza las preocupaciones
no iraquíes de que garantizar la representación de las mujeres
viola la cultura autóctona. "Están haciendo", dice,
"muchos cambios a la fuerza en esta sociedad. ¿Por qué no
hacer éste también? ¿Es que, de pronto, los derechos humanos
tienen la señal de prohibido el paso?".

ALIANZAS IMPÍAS
En febrero pasado, el clérigo chií y entonces presidente del consejo,
Abdelaziz al Hakim, presentó la resolución 137, que quería
abolir el Código Civil de Irak de 1959, que regula las leyes de familia,
para dar a los tribunales religiosos la jurisdicción sobre asuntos como
la herencia, el matrimonio y divorcio. Las mujeres organizaron protestas en
Bagdad y pidieron entonces con urgencia al administrador civil estadounidense,
Paul Bremer, que presionara al Consejo de Gobierno para que rechazara la resolución.
Uno de los miembros del Consejo, la doctora Raja Habib Juzai, antigua directora
de hospital y fundadora del Centro de Salud Femenina de Bagdad, encabezó
la protesta. Aunque consiguió el apoyo de los líderes islámicos
moderados y convenció a la mayoría del consejo de que votara contra
la resolución, un responsable de la Autoridad Provisional le dijo más
tarde que había "escogido un mal momento" para iniciar una
lucha contra los islamistas del consejo. Bremer intentó calmar a los
preocupados miembros del Congreso de EE UU. "Los derechos de las mujeres
en Irak estarán protegidos por los iraquíes, tanto hombres como
mujeres", escribió en una carta en marzo pasado a la congresista
Carolyn Maloney, de Nueva York. "Algunos elementos locales quieren que
la ley islámica sea la ley del país, pero ni son la mayoría
ni están cerca de constituirla". Citó una encuesta según
la cual dos tercios de los iraquíes apoyaban la igualdad legal de derechos
para las mujeres.

Pero la voluntad de la mayoría es poco tranquilizadora en un país
tradicionalmente bajo la tiranía de la minoría. Según Makiya,
tanto los miembros del consejo que se declaraban moderados como los conservadores
han faltado a reuniones de este organismo para impedir así el quórum
suficiente para votar sobre asuntos que afectan a las vidas de las mujeres y
a su participación política. "Reuniones a puerta cerrada
y alianzas sospechosas son ejemplos de hombres desesperados por el poder como
un fin en sí mismo, antes que como un medio para la reconstrucción
social y económica", dice Makiya. Estas maniobras han llevado a
las mujeres a buscar la protección de los clérigos, añade.
"Tenemos que confiar en un líder religioso moderado como el ayatolá
Alí Sistani para luchar por nuestros derechos, ya que los que se proclaman
liberales iraquíes se los reparten entre ellos", dice. Algunas
iraquíes han recibido manifestaciones de Sistani (el clérigo chií
iraquí más respetado) en apoyo de su participación en el
Gobierno.

Al cultivar el apoyo de moderados como Sistani, los líderes de EE UU
y de Irak podrán oponerse a un contrataque contra las reformas sobre
las mujeres. Pero si optan por el corto plazo, al retrasar el progreso y la
participación de las mujeres para evitar provocar así a los extremistas
como Sáder, sentarán un precedente que será difícil
de vencer. La directora ejecutiva del Congreso Islámico Estadounidense,
Zainab al Suwaij, lo advierte así: "Si no nos esforzamos ahora
mismo, habrá que olvidarse de hacerlo más tarde". Las mujeres
iraquíes están reconciliando los principios de su fe con la oportunidad
de una nueva identidad política, económica y profesional. "Incluso
en las zonas más conservadoras del país están entusiasmadas
ante la idea de involucrarse en la vida pública", dice Zainab Salbi,
que dirige centros para mujeres en todo Irak a través de su ONG Women
for Women International, con sede en EE UU. Una agrupación femenina chií
que busca fondos para un centro de mujeres en su ciudad natal de Kerbala aseguró
a los potenciales donantes que quería espacio para un lugar de oración,
al mismo tiempo que otro espacio para ordenadores y clases de inglés.

A fin de cuentas, una mayor participación política de las mujeres
dotaría a Irak de la estabilidad necesaria para evitar la desastrosa
división del país en estados étnicos. A pesar de la diversidad
del país, "las mujeres no son un monolito", según
Susan Kupperstein, alta directiva del Instituto Nacional Democrático
estadounidense. Sin embargo, las mujeres tienen un interés común
en su propio desarrollo económico y social que las impulsa a trascender
las divisiones regionales, étnicas y religiosas. No es demasiado tarde
para garantizar una representación política significativa de las
mujeres iraquíes. La instauración de un Gobierno provisional a
la espera de que se celebren las elecciones parecería evitar el peligro
de un voto precipitado que daría solidez a los extremistas más
inclinados a limitar los derechos de las mujeres. "Es la única
manera de animar a las mujeres a participar. De otra forma, pensarán
que son sólo promesas", según Juzai. "Ahora es el
momento".

¿Algo más?
Para indagar en los perfiles de las líderes
iraquíes hay que visitar la página web de
Women Waging Peace, una iniciativa de la John F. Kennedy School
of Government de la Universidad de Harvard, y que ha sido supervisada
por la Fundación Hunt Alternatives Fund. También resulta
interesante Winning the Peace Conference Report: Women’s
Role in Post-Conflict Iraq
, en el que se pueden encontrar
las conclusiones de una conferencia organizada por Women Waging
Peace y el Woodrow Wilson International Center for Scholars en abril
de 2003.El libro de Charles Tripp Una historia de Irak
(Cambridge University Press, Madrid, 2003) suministra un detallado
calendario de acontecimientos que abarca desde el establecimiento
de los británicos hasta los prolegómenos de la reciente
invasión por parte de Estados Unidos. También hay
que destacar la obra de Kanan Makiya Republic of Fear:
The Politics of Modern Iraq
(University of California
Press, Berkeley, 1998).

La página web de Women War Peace, un proyecto del
Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para las mujeres, proporciona
información en profundidad sobre el impacto del actual conflicto
en las mujeres iraquíes. Otro sitio web, Women for
a Free Iraq, ofrece enlaces a coberturas periodísticas
sobre la situación de las mujeres en Irak. Los Informes sobre
Desarrollo en el mundo árabe (Naciones Unidas, Nueva York)
de 2002 y 2003 identifican el bajo estatus de las mujeres como una
causa –y no como el síntoma– de los cambios políticos
y económicos en el mundo árabe. La investigadora estadounidense
Marina Ottaway cuestiona la relación entre el poderío
de las mujeres y los procesos de democratización en ‘Women’s
Rights and Democracy in the Arab World’ (Carnegie Papers,
nº 42, Washington, febrero 2004). La web del Departamento
de Estado de EE UU está repleta de documentos sobre la brutalidad
del régimen del depuesto Sadam Husein contra las mujeres.
Para comprender la violencia y los abusos a los que están
sometidas en la actualidad, dentro del clima de inseguridad que
vive Irak, resulta muy revelador el informe de la organización
Human Rights Watch Climate of Fear: Sexual Violence
and Abduction of Women and Girls in Baghdad
(Human
Rights Watch, volumen 15, nº 7, Nueva York, julio 2003).

 

Construir la democracia en Irak será imposible sin
el protagonismo inmediato de la mayoría más olvidada del país:
sus mujeres. Pero aunque la Administración Bush pone énfasis en
los derechos femeninos en Oriente Medio, olvida apoyar estas palabras con hechos.
Un fracaso en el apoyo a las mujeres puede condenar a Irak al mismo destino
de sus vecinos árabes: autocracia, estancamiento económico y malestar
social
. Swanee Hunt y Cristina Posa

Era agosto de 2003 en la ciudad iraquí de Nayaf (mucho antes de la presencia
de los milicianos del clérigo musulmán Múqtada al Sáder
en la ciudad santa) y el teniente coronel de los marines de EE UU,
Christopher Conlin, se enfrentaba a un dilema. Al llegar a la ceremonia de toma
de posesión de Nidal Naser Husein, primera mujer jurista de Nayaf y seleccionada
por Conlin para el puesto de juez en el tribunal local, se encontró con
un grupo de manifestantes que protestaba contra su nombramiento. A pesar de
su número relativamente escaso (unos treinta en una ciudad de más
de medio millón), Conlin se echó atrás y retrasó
indefinidamente el nombramiento de Husein.

Por desgracia, episodios como éste no son nada infrecuentes. Aunque la
Administración del presidente George W. Bush ensalza el progreso de las
mujeres como la piedra angular de su estrategia en Irak, las buenas intenciones
han sustituido a una política coherente. La Administración estadounidense
invirtió millones de dólares para la formación profesional
femenina a través de la Autoridad Provisional de la Coalición
(CPA), la entidad creada por EE UU para gobernar Irak hasta el traspaso de la
soberanía el pasado 28 de junio al Gobierno provisional constituido unas
semanas antes. Pero después de que las grandes operaciones de combate
terminaran oficialmente en mayo de 2003, la CPA socavó su propia labor
al permitir que las iraquíes se convirtieran en un objeto de regateo
en las negociaciones con los poderosos partidos religiosos.

EE UU cayó así en el clásico error de sacrificar estabilidad
a largo plazo a cambio de conveniencia política, aunque ahora se ha hecho
un esfuerzo y hay seis mujeres –no en puestos importantes– en el
nuevo Gobierno provisional iraquí de 33 miembros, una cifra lejana a
la paridad, pero que abre una cierta esperanza. Lo contrario hubiera indicado
a los demás países de la zona que el compromiso político
no es, en realidad, el pilar de la democracia tal como Occidente lo pinta. Este
mensaje hubiera debilitado el apoyo a la misión de EE UU en Irak al reforzar
la idea de que Washington ha usado los derechos humanos como pretexto para la
guerra en vez de como un compromiso de principios. Además, condenaría
al país al destino que sufren sus vecinos árabes: autocracia,
estancamiento económico y malestar social por mantener al margen a la
mitad (el 60%, en el caso iraquí) de la población.

El ambiente político y religioso en Irak garantiza que si las mujeres
hubieran quedado excluidas del Gobierno, sus posibilidades de abrirse paso más
tarde serían escasas o más bien nulas. Para las iraquíes,
es ahora o nunca. Tanto los que apoyan como los que critican la guerra politizan
la historia y la situación de las mujeres iraquíes. Ante la ausencia
de las armas de destrucción masiva, el Gobierno Bush ha desplegado la
conocida retórica sobre "las cámaras de tortura" para
justificar el haber depuesto al presidente iraquí Sadam Husein. Por su
parte, quienes critican la invasión subrayan que las mujeres en Irak
tenían mejores oportunidades profesionales y de acceso a la educación
bajo el régimen de Husein que en otros países de la zona.

 

Fundadoras

Muchas mujeres iraquíes desafían a la cultura conservadora
y a los peligros para participar en el Gobierno iraquí y en la
sociedad civil. Éstos son los rostros más conocidos:

Foto de Songul Chapouk Songul Chapouk representaba a los turcomanos en el
desaparecido Consejo de Gobierno iraquí. Estudió ingeniería
y fundó la Organización de Mujeres Iraquíes de
Kirkuk, donde enseñan informática, agricultura y alfabetización.
Foto de Raja Habib Juzai Raja Habib Juzai fue una de las tres mujeres nombradas por el extinto
Consejo de Gobierno iraquí. Juzai había dirigido antes
un hospital en Diwaniya, al sur de Irak, y daba clases en la facultad
local de Medicina. Su actual proyecto es una iniciativa nacional para
la prevención del cáncer femenino. Preside también
la Organización de Mujeres en Diwaniya y es la fundadora del
Centro de Salud de la Mujer, en Bagdad.
Foto de Nesreen Berwari Nesreen Berwari es ministra de Obras Públicas en el Gobierno
provisional iraquí y fue ministra de Reconstrucción
y Desarrollo en el Gobierno regional del Kurdistán. Asimismo,
participó en el grupo de trabajo de infraestructura y economía
en el proyecto para el futuro de Irak del Departamento de Estado de
EE UU. Antes trabajó para la Organización Internacional
de Migración en el departamento de Asuntos Humanitarios de
la ONU.
Foto de Hind Makiya Hind Makiya es la directora y creadora de la Fundación de
Mujeres de Bagdad, una ONG con sede en el Reino Unido que apoya la
participación de las mujeres en la democracia iraquí.
Era una de las cinco mujeres nombradas en el Consejo de Desarrollo
y Reconstrucción iraquí y ha trabajado también
con varios órganos administrativos en la planificación
del futuro sistema educativo iraquí.
Foto de Siham Hattab Hamdan Siham Hattab Hamdan trabaja en numerosos comités del consejo
asesor del Ayuntamiento de Bagdad, como el Comité de Asuntos
Públicos y el de Asuntos Legales y Derechos Humanos. Profesora
de literatura inglesa en la Universidad Mustansiriya de Bagdad, antes
fue vicepresidenta del consejo, en representación del distrito
municipal de Sáder, donde en la actualidad intenta establecer
centros para mujeres.
Foto de Ala Talabani Ala Talabani, anterior vicepresidenta de la Unión de Mujeres
del Kurdistán, huyó de Irak al Reino Unido en 1991,
tras ser despedida de su trabajo como ingeniera y profesora por su
origen kurdo y por no ser miembro del partido Baaz. Fue la cofundadora
de Mujeres por un Irak Libre y del Consejo Supremo de Mujeres Iraquíes,
que preparó un proyecto sobre el papel femenino en la reconstrucción
de Irak.

Fuente: Women Waging Peace.

 

UN PASADO ACCIDENTADO
La situación de las mujeres iraquíes se ha deteriorado ciertamente
desde la guerra del Golfo de 1991. Las mujeres que saben leer tienen ahora hijas
que no saben y la generación mayor tiene opiniones más modernas
que las más jóvenes. Los que rememoran el Irak anterior a Husein
se acuerdan del activismo político femenino. La Liga de Mujeres Iraquíes
se fundó en 1952, pero tuvo que pasar a la clandestinidad bajo el régimen
de Husein, después de que el partido Baaz se hiciera con el poder en
1968. Sus miembros se mantuvieron en contacto durante el exilio y recientemente
reconstruyeron la Liga en Bagdad con la intención de mantener la participación
femenina en el nuevo Gobierno. Aunque el Baaz usurpó la libertad política
iraquí, el desarrollo de las mujeres tenía un lugar en los principios
laicos y nacionalistas del partido, que estableció una federación
general de las mujeres iraquíes, al estilo soviético, en 1969,
con sucursales por todo el país. Las perspectivas educativas y profesionales
femeninas mejoraron, sobre todo en los ámbitos de la educación,
medicina e ingeniería, y ellas se ganaron el pan cuando sus maridos acudieron
a los campos de batalla en la guerra Irán-Irak de la década de
los 80. Muchas de estas conquistas se perdieron durante la depresión
económica tras las sanciones internacionales en los 90. Los hombres tuvieron
prioridad en el menguante mercado laboral, y la alfabetización femenina
cayó en picado. Los iraquíes se volvieron cada vez más
hacia la religión como consuelo, lo que agudizó la división
nacional entre los musulmanes chiíes (el 60% de la población)
y los suníes (un 35%). El suní Sadam Husein lanzó la Campaña
de la Fe a principios de 1990, que intentó lograr el apoyo de los jefes
religiosos conservadores a la vez que se erradicaba el liderazgo chií,
eliminando la protección legal de las mujeres durante el proceso. Sin
embargo, la influencia del islam chií mantuvo su crecimiento durante
esta década, sobre todo porque, al centrarse en la justicia social, atrajo
a los desfavorecidos y oprimidos y también porque los ataques de Husein
aumentaron la solidaridad chií. Esta creciente división religiosa
era reflejo de la brecha, cada vez mayor, entre iraquíes ricos y pobres
que líderes radicales chiíes como Sáder explotaron más
tarde.


ACCIÓN AFIRMATIVA

Tras la invasión de EE UU de marzo de 2003, la Autoridad Provisional
intentó mejorar la situación de las mujeres iraquíes con
programas educativos, de capacitación profesional, de conciencia de sus
derechos y contacto con el exterior, hazaña nada fácil en un país
aislado durante más de una década. Pero las iraquíes necesitan
ahora una representación política inmediata para garantizar estos
esfuerzos a largo plazo. Al contrario que en otras situaciones posbélicas,
en las que organismos internacionales como Naciones Unidas han enviado a expertos
civiles para llevar a cabo las negociaciones políticas, Irak ha sido
testigo de cómo las fuerzas de la coalición tomaban la iniciativa
al establecer consejos locales de gobierno y nombrar responsables locales, sobre
todo en las áreas rurales. Las ONG han ayudado a los iraquíes
a desarrollar coaliciones políticas y dar otros pasos hacia la democracia.
Pero cuando se trataba de nombramientos políticos, normalmente sólo
se aplicaban las reglas militares locales. En el ambiente de inseguridad que
vive Irak, el personal militar no se preo-cupó de dar mayor poder a las
mujeres en la construcción del país. "No hemos dado una
consideración especial a este problema", recuerda el teniente coronel
Carl E. Mundy III, ahora miembro de la Brookings Institution, de Washington.
Mundy mandaba un batallón de marines durante la invasión
de Irak y se ocupó de las operaciones posteriores en la provincia de
Al Qadisiya. "Mi preocupación era no meterme donde no debía
o no interesarme por una mujer de modo que pudiera enfadar a los hombres del
lugar", explica. "Quizá una vez establecido un cierto grado
de seguridad podríamos empezar a trabajar para que ambos sexos estén
representados de manera justa". El problema de este punto de vista es
que la participación de las mujeres es mucho más difícil
después de que EE UU haya reforzado el poder de los clérigos conservadores
y de los jefes de tribu. "La voz de las mujeres puede tener más
fuerza en las zonas urbanas, pero siguen bajo el poder de los jefes tribales
y de los clérigos en las zonas rurales", observa Hind Makiya, directora
fundadora de la Fundación de Mujeres Iraquíes, con sede en el
Reino Unido.

Estados Unidos sentó un precedente desastroso incluso antes de la invasión
de Irak con la creación de un gobierno en la sombra encabezado
por un grupo de exiliados casi totalmente desprovisto de presencia femenina.
La Autoridad Provisional nombró sólo a tres mujeres, una de las
cuales murió en un atentado, entre los 25 miembros del Consejo de Gobierno
iraquí. Aunque más de ochenta mujeres son miembros en las juntas
municipales, de distrito y vecinales en Bagdad, su número es menor en
las 18 provincias iraquíes, y ninguna ocupa el puesto de gobernador provincial.
Peor aún, ninguna iraquí fue designada para el comité de
24 miembros del proyecto de constitución, que redactó el documento
que sirve actualmente como Constitución provisional.

Si EE UU y los líderes iraquíes
apuestan por el corto plazo al retrasar el progreso y la participación
de las mujeres para evitar provocar a los extremistas, sentarán un
precedente irreversible

El proceso de elaboración del proyecto garantizó la escasa representación
femenina. La Autoridad Provisional rechazó solicitar una cuota obligatoria
de puestos para mujeres en la futura Asamblea Nacional, a pesar del apoyo de
los grupos femeninos iraquíes y del liberal Adnan Pachachi, porque el
Gabinete de Bush no quería contradecir su política de acción
anti-afirmativa nacional. Safia al-Souhail, jefe de la tribu Bani Tamim de la
zona central de Irak, se burla de estos remilgos y rechaza las preocupaciones
no iraquíes de que garantizar la representación de las mujeres
viola la cultura autóctona. "Están haciendo", dice,
"muchos cambios a la fuerza en esta sociedad. ¿Por qué no
hacer éste también? ¿Es que, de pronto, los derechos humanos
tienen la señal de prohibido el paso?".

ALIANZAS IMPÍAS
En febrero pasado, el clérigo chií y entonces presidente del consejo,
Abdelaziz al Hakim, presentó la resolución 137, que quería
abolir el Código Civil de Irak de 1959, que regula las leyes de familia,
para dar a los tribunales religiosos la jurisdicción sobre asuntos como
la herencia, el matrimonio y divorcio. Las mujeres organizaron protestas en
Bagdad y pidieron entonces con urgencia al administrador civil estadounidense,
Paul Bremer, que presionara al Consejo de Gobierno para que rechazara la resolución.
Uno de los miembros del Consejo, la doctora Raja Habib Juzai, antigua directora
de hospital y fundadora del Centro de Salud Femenina de Bagdad, encabezó
la protesta. Aunque consiguió el apoyo de los líderes islámicos
moderados y convenció a la mayoría del consejo de que votara contra
la resolución, un responsable de la Autoridad Provisional le dijo más
tarde que había "escogido un mal momento" para iniciar una
lucha contra los islamistas del consejo. Bremer intentó calmar a los
preocupados miembros del Congreso de EE UU. "Los derechos de las mujeres
en Irak estarán protegidos por los iraquíes, tanto hombres como
mujeres", escribió en una carta en marzo pasado a la congresista
Carolyn Maloney, de Nueva York. "Algunos elementos locales quieren que
la ley islámica sea la ley del país, pero ni son la mayoría
ni están cerca de constituirla". Citó una encuesta según
la cual dos tercios de los iraquíes apoyaban la igualdad legal de derechos
para las mujeres.

Pero la voluntad de la mayoría es poco tranquilizadora en un país
tradicionalmente bajo la tiranía de la minoría. Según Makiya,
tanto los miembros del consejo que se declaraban moderados como los conservadores
han faltado a reuniones de este organismo para impedir así el quórum
suficiente para votar sobre asuntos que afectan a las vidas de las mujeres y
a su participación política. "Reuniones a puerta cerrada
y alianzas sospechosas son ejemplos de hombres desesperados por el poder como
un fin en sí mismo, antes que como un medio para la reconstrucción
social y económica", dice Makiya. Estas maniobras han llevado a
las mujeres a buscar la protección de los clérigos, añade.
"Tenemos que confiar en un líder religioso moderado como el ayatolá
Alí Sistani para luchar por nuestros derechos, ya que los que se proclaman
liberales iraquíes se los reparten entre ellos", dice. Algunas
iraquíes han recibido manifestaciones de Sistani (el clérigo chií
iraquí más respetado) en apoyo de su participación en el
Gobierno.

Al cultivar el apoyo de moderados como Sistani, los líderes de EE UU
y de Irak podrán oponerse a un contrataque contra las reformas sobre
las mujeres. Pero si optan por el corto plazo, al retrasar el progreso y la
participación de las mujeres para evitar provocar así a los extremistas
como Sáder, sentarán un precedente que será difícil
de vencer. La directora ejecutiva del Congreso Islámico Estadounidense,
Zainab al Suwaij, lo advierte así: "Si no nos esforzamos ahora
mismo, habrá que olvidarse de hacerlo más tarde". Las mujeres
iraquíes están reconciliando los principios de su fe con la oportunidad
de una nueva identidad política, económica y profesional. "Incluso
en las zonas más conservadoras del país están entusiasmadas
ante la idea de involucrarse en la vida pública", dice Zainab Salbi,
que dirige centros para mujeres en todo Irak a través de su ONG Women
for Women International, con sede en EE UU. Una agrupación femenina chií
que busca fondos para un centro de mujeres en su ciudad natal de Kerbala aseguró
a los potenciales donantes que quería espacio para un lugar de oración,
al mismo tiempo que otro espacio para ordenadores y clases de inglés.

A fin de cuentas, una mayor participación política de las mujeres
dotaría a Irak de la estabilidad necesaria para evitar la desastrosa
división del país en estados étnicos. A pesar de la diversidad
del país, "las mujeres no son un monolito", según
Susan Kupperstein, alta directiva del Instituto Nacional Democrático
estadounidense. Sin embargo, las mujeres tienen un interés común
en su propio desarrollo económico y social que las impulsa a trascender
las divisiones regionales, étnicas y religiosas. No es demasiado tarde
para garantizar una representación política significativa de las
mujeres iraquíes. La instauración de un Gobierno provisional a
la espera de que se celebren las elecciones parecería evitar el peligro
de un voto precipitado que daría solidez a los extremistas más
inclinados a limitar los derechos de las mujeres. "Es la única
manera de animar a las mujeres a participar. De otra forma, pensarán
que son sólo promesas", según Juzai. "Ahora es el
momento".

¿Algo más?
Para indagar en los perfiles de las líderes
iraquíes hay que visitar la página web de
Women Waging Peace, una iniciativa de la John F. Kennedy School
of Government de la Universidad de Harvard, y que ha sido supervisada
por la Fundación Hunt Alternatives Fund. También resulta
interesante Winning the Peace Conference Report: Women’s
Role in Post-Conflict Iraq
, en el que se pueden encontrar
las conclusiones de una conferencia organizada por Women Waging
Peace y el Woodrow Wilson International Center for Scholars en abril
de 2003.El libro de Charles Tripp Una historia de Irak
(Cambridge University Press, Madrid, 2003) suministra un detallado
calendario de acontecimientos que abarca desde el establecimiento
de los británicos hasta los prolegómenos de la reciente
invasión por parte de Estados Unidos. También hay
que destacar la obra de Kanan Makiya Republic of Fear:
The Politics of Modern Iraq
(University of California
Press, Berkeley, 1998).

La página web de Women War Peace, un proyecto del
Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para las mujeres, proporciona
información en profundidad sobre el impacto del actual conflicto
en las mujeres iraquíes. Otro sitio web, Women for
a Free Iraq, ofrece enlaces a coberturas periodísticas
sobre la situación de las mujeres en Irak. Los Informes sobre
Desarrollo en el mundo árabe (Naciones Unidas, Nueva York)
de 2002 y 2003 identifican el bajo estatus de las mujeres como una
causa –y no como el síntoma– de los cambios políticos
y económicos en el mundo árabe. La investigadora estadounidense
Marina Ottaway cuestiona la relación entre el poderío
de las mujeres y los procesos de democratización en ‘Women’s
Rights and Democracy in the Arab World’ (Carnegie Papers,
nº 42, Washington, febrero 2004). La web del Departamento
de Estado de EE UU está repleta de documentos sobre la brutalidad
del régimen del depuesto Sadam Husein contra las mujeres.
Para comprender la violencia y los abusos a los que están
sometidas en la actualidad, dentro del clima de inseguridad que
vive Irak, resulta muy revelador el informe de la organización
Human Rights Watch Climate of Fear: Sexual Violence
and Abduction of Women and Girls in Baghdad
(Human
Rights Watch, volumen 15, nº 7, Nueva York, julio 2003).

 

Swanee Hunt, antigua embajadora estadounidense
en Austria, es profesora en la John F. Kennedy School of Government, de la Universidad
de Harvard, y fundadora de la ONG Women Waging Peace. Cristina Posa ha trabajado
en Irak como consejera política y legal de Oxfam International.