Por encima de las discrepancias ocasionales,
el Gobierno español
aborda
el segundo mandato del presidente Bush con la firme intención de desarrollar
una relación positiva y fructífera con Estados Unidos
.

El pasado 2 de noviembre, el presidente de EE UU, George W. Bush, obtuvo
la reelección con una clara victoria sobre su rival, el senador John
Kerry. Un total de 59 millones de norteamericanos, un 51% del electorado, votaron
a favor del presidente. Además, los Republicanos lograron reforzar su
control sobre el Congreso, con una mayoría más amplia tanto en
el Senado como en la Cámara de Representantes. Hay que destacar la alta
participación electoral, tal vez la mayor desde los años 60.
En estas elecciones votaron más de 120 millones de electores, unos 14,5
millones más que en 2000. Especialmente notable ha sido el fuerte incremento
del voto hispano, con un aumento importante del número de ellos registrados,
de 6 hasta casi 10 millones en los últimos cuatro años.

Las elecciones en EE UU no pueden ser comparadas con unas elecciones similares
en cualquier país europeo. Por la dimensión del país y
por su cultura política los parámetros son diferentes. En estas
elecciones los valores sociales, morales y religiosos y la lucha contra el
terrorismo han tenido mucha más importancia sobre los electores de una
gran parte del país que la economía, el empleo o las cuestiones
internacionales. En ese sentido cabe pensar que la reelección del presidente
Bush se ha debido en gran medida a ese hecho y a que ha sabido convencer a
los votantes de su mejor capacidad para garantizar la seguridad interior y
exterior del país.

En política exterior, algunos podrían imaginar un escenario
en el que George W. Bush no introdujese cambios ni matices, al sentirse apoyado
por un respaldo popular muy grande. Sin embargo, en este segundo mandato es
fundamental que se trate de reconstruir los puentes con los aliados europeos
y que EE UU se implique a fondo para avanzar en el proceso de paz en Oriente
Medio. También es importante que los europeos vayamos a su encuentro
en un ejercicio de acercamiento mutuo que implique un diálogo práctico.

Es urgente relanzar el entendimiento y la cooperación entre los aliados
europeos y norteamericanos, incluso aunque ambos mantengan posiciones diferentes
en algunos temas. Europeos y norteamericanos compartimos los objetivos de defender
y promover la democracia, la libertad y el respeto de los derechos humanos
en todo el mundo. Nuestra relación económica, ya muy grande,
se ha incrementado considerablemente en los últimos cuatro años.

Es evidente que EE UU no puede por sí solo hacer frente al gran número
de retos que plantea la agenda internacional: Irak, Irán, Oriente Medio,
Corea del Norte, Sudán, lucha contra el terrorismo, lucha contra la
pobreza y las enfermedades, expansión del comercio internacional (Ronda
Doha). Para todo ello es importante la cooperación con los europeos
que, por encima de las discrepancias, somos sus socios y aliados naturales.
Por ello parece urgente relanzar el diálogo transatlántico. En
2005 se cumple el décimo aniversario de la firma en Madrid de la Nueva
Agenda Transatlántica y el Gobierno español considera que sería
el momento propicio para dar ese nuevo impulso a la colaboración entre
EE UU y Europa.

En la relación transatlántica un factor decisivo será el
hecho de que Europa sea o no capaz de hablar con una sola voz y dar impulso
a su política exterior y de seguridad común. La construcción
europea no debe concebirse en ningún caso como un intento de crear un
contrapeso al poder de EE UU sino como una necesidad para el propio desarrollo
de Europa y porque en el mundo globalizado actual la Unión Europea (UE)
tiene un papel muy importante que desempeñar. ésa es una de las
razones principales por las cuales el Gobierno español está muy
comprometido con la Constitución Europea y aportará todo su esfuerzo
para que ésta pueda entrar en vigor.

Sería un error plantearnos si EE UU debe europeizarse o si Europa tiene
que americanizarse. ése no es el dilema. El desafío está en
la capacidad para trabajar juntos, con acuerdos y discrepancias ocasionales,
para conseguir unos mismos fines. Tenemos que abordar cuestiones que nos afectan
por igual y que nos tienen que servir para establecer una plataforma común.
Hay que tener en cuenta, además, el valor que tiene España como
interlocutor de EE UU por sus privilegiadas relaciones con los países
iberoamericanos y su amplia presencia en dicha región y por sus magníficos
contactos en el mundo árabe. España puede ayudar a encontrar
soluciones a problemas regionales de gran importancia para nuestros amigos
norteamericanos.

Los llamados hispanos forman una comunidad que tiene un peso demográfico,
cultural, económico y político cada vez mayor. Aunque se trata
de una población de orígenes diversos y distribuida geográficamente
en varias zonas del país, integra a comunidades cada vez mas dinámicas
social y económicamente. Se estima que el producto bruto generado por
los hispanos en EE UU alcanzaba a finales de 2003 la cifra de 650.000 millones
de dólares (alrededor de medio billón de euros) y mantiene fuertes
perspectivas de crecimiento. España no tiene en EE UU una comunidad étnica
en la que apoyarse como otros países europeos, pero puede llegar a encontrar
en la comunidad hispana junto a los países iberoamericanos (México
y otros) una vía muy valiosa de acercamiento al complejo mundo político
y económico estadounidense.

España está respetando y cumpliendo plenamente todos los acuerdos
suscritos con nuestro aliado norteamericano y estamos colaborando además
en el esfuerzo común de seguridad con la presencia de nuestras Fuerzas
en muchos lugares del mundo (Afganistán –donde hemos llegado a
tener el segundo contingente después de Alemania, con 1.040 efectivos–,
Bosnia, Kosovo y Haití, más los militares destacados en cuarteles
generales aliados). Entre Madrid y Washington existe una red de intereses de
muy diversa índole que son muy importantes y que es preciso preservar
y desarrollar. Todo esto debe ser debidamente valorado. No parece razonable,
por tanto, que se critique duramente a nuestro país por el hecho de
haber retirado nuestras tropas de Irak que responda a un claro compromiso con
la mayoría de la ciudadanía española sin tener en cuenta
nuestra muy importante colaboración en tantos aspectos de gran relevancia
para Estados Unidos.

España es y debe seguir siendo para Washington un interlocutor serio,
un socio fiable y un aliado sólido. Es preciso que así se reconozca
por nuestros amigos norteamericanos y que los ciudadanos españoles entiendan
también la trascendencia de esa relación. Por encima de las discrepancias
ocasionales, el Gobierno español aborda este segundo mandato del presidente
Bush con la firme intención de poner todo su empeño en desarrollar
una relación con EE UU positiva y fructífera, incrementando los
vínculos en todos los aspectos de esa relación. No faltará el
esfuerzo por nuestra parte.

Por encima de las discrepancias ocasionales,
el Gobierno español
aborda
el segundo mandato del presidente Bush con la firme intención de desarrollar
una relación positiva y fructífera con Estados Unidos
. Miguel
Ángel Moratinos

El pasado 2 de noviembre, el presidente de EE UU, George W. Bush, obtuvo
la reelección con una clara victoria sobre su rival, el senador John
Kerry. Un total de 59 millones de norteamericanos, un 51% del electorado, votaron
a favor del presidente. Además, los Republicanos lograron reforzar su
control sobre el Congreso, con una mayoría más amplia tanto en
el Senado como en la Cámara de Representantes. Hay que destacar la alta
participación electoral, tal vez la mayor desde los años 60.
En estas elecciones votaron más de 120 millones de electores, unos 14,5
millones más que en 2000. Especialmente notable ha sido el fuerte incremento
del voto hispano, con un aumento importante del número de ellos registrados,
de 6 hasta casi 10 millones en los últimos cuatro años.

Las elecciones en EE UU no pueden ser comparadas con unas elecciones similares
en cualquier país europeo. Por la dimensión del país y
por su cultura política los parámetros son diferentes. En estas
elecciones los valores sociales, morales y religiosos y la lucha contra el
terrorismo han tenido mucha más importancia sobre los electores de una
gran parte del país que la economía, el empleo o las cuestiones
internacionales. En ese sentido cabe pensar que la reelección del presidente
Bush se ha debido en gran medida a ese hecho y a que ha sabido convencer a
los votantes de su mejor capacidad para garantizar la seguridad interior y
exterior del país.

En política exterior, algunos podrían imaginar un escenario
en el que George W. Bush no introdujese cambios ni matices, al sentirse apoyado
por un respaldo popular muy grande. Sin embargo, en este segundo mandato es
fundamental que se trate de reconstruir los puentes con los aliados europeos
y que EE UU se implique a fondo para avanzar en el proceso de paz en Oriente
Medio. También es importante que los europeos vayamos a su encuentro
en un ejercicio de acercamiento mutuo que implique un diálogo práctico.

Es urgente relanzar el entendimiento y la cooperación entre los aliados
europeos y norteamericanos, incluso aunque ambos mantengan posiciones diferentes
en algunos temas. Europeos y norteamericanos compartimos los objetivos de defender
y promover la democracia, la libertad y el respeto de los derechos humanos
en todo el mundo. Nuestra relación económica, ya muy grande,
se ha incrementado considerablemente en los últimos cuatro años.

Es evidente que EE UU no puede por sí solo hacer frente al gran número
de retos que plantea la agenda internacional: Irak, Irán, Oriente Medio,
Corea del Norte, Sudán, lucha contra el terrorismo, lucha contra la
pobreza y las enfermedades, expansión del comercio internacional (Ronda
Doha). Para todo ello es importante la cooperación con los europeos
que, por encima de las discrepancias, somos sus socios y aliados naturales.
Por ello parece urgente relanzar el diálogo transatlántico. En
2005 se cumple el décimo aniversario de la firma en Madrid de la Nueva
Agenda Transatlántica y el Gobierno español considera que sería
el momento propicio para dar ese nuevo impulso a la colaboración entre
EE UU y Europa.

En la relación transatlántica un factor decisivo será el
hecho de que Europa sea o no capaz de hablar con una sola voz y dar impulso
a su política exterior y de seguridad común. La construcción
europea no debe concebirse en ningún caso como un intento de crear un
contrapeso al poder de EE UU sino como una necesidad para el propio desarrollo
de Europa y porque en el mundo globalizado actual la Unión Europea (UE)
tiene un papel muy importante que desempeñar. ésa es una de las
razones principales por las cuales el Gobierno español está muy
comprometido con la Constitución Europea y aportará todo su esfuerzo
para que ésta pueda entrar en vigor.

Sería un error plantearnos si EE UU debe europeizarse o si Europa tiene
que americanizarse. ése no es el dilema. El desafío está en
la capacidad para trabajar juntos, con acuerdos y discrepancias ocasionales,
para conseguir unos mismos fines. Tenemos que abordar cuestiones que nos afectan
por igual y que nos tienen que servir para establecer una plataforma común.
Hay que tener en cuenta, además, el valor que tiene España como
interlocutor de EE UU por sus privilegiadas relaciones con los países
iberoamericanos y su amplia presencia en dicha región y por sus magníficos
contactos en el mundo árabe. España puede ayudar a encontrar
soluciones a problemas regionales de gran importancia para nuestros amigos
norteamericanos.

Los llamados hispanos forman una comunidad que tiene un peso demográfico,
cultural, económico y político cada vez mayor. Aunque se trata
de una población de orígenes diversos y distribuida geográficamente
en varias zonas del país, integra a comunidades cada vez mas dinámicas
social y económicamente. Se estima que el producto bruto generado por
los hispanos en EE UU alcanzaba a finales de 2003 la cifra de 650.000 millones
de dólares (alrededor de medio billón de euros) y mantiene fuertes
perspectivas de crecimiento. España no tiene en EE UU una comunidad étnica
en la que apoyarse como otros países europeos, pero puede llegar a encontrar
en la comunidad hispana junto a los países iberoamericanos (México
y otros) una vía muy valiosa de acercamiento al complejo mundo político
y económico estadounidense.

España está respetando y cumpliendo plenamente todos los acuerdos
suscritos con nuestro aliado norteamericano y estamos colaborando además
en el esfuerzo común de seguridad con la presencia de nuestras Fuerzas
en muchos lugares del mundo (Afganistán –donde hemos llegado a
tener el segundo contingente después de Alemania, con 1.040 efectivos–,
Bosnia, Kosovo y Haití, más los militares destacados en cuarteles
generales aliados). Entre Madrid y Washington existe una red de intereses de
muy diversa índole que son muy importantes y que es preciso preservar
y desarrollar. Todo esto debe ser debidamente valorado. No parece razonable,
por tanto, que se critique duramente a nuestro país por el hecho de
haber retirado nuestras tropas de Irak que responda a un claro compromiso con
la mayoría de la ciudadanía española sin tener en cuenta
nuestra muy importante colaboración en tantos aspectos de gran relevancia
para Estados Unidos.

España es y debe seguir siendo para Washington un interlocutor serio,
un socio fiable y un aliado sólido. Es preciso que así se reconozca
por nuestros amigos norteamericanos y que los ciudadanos españoles entiendan
también la trascendencia de esa relación. Por encima de las discrepancias
ocasionales, el Gobierno español aborda este segundo mandato del presidente
Bush con la firme intención de poner todo su empeño en desarrollar
una relación con EE UU positiva y fructífera, incrementando los
vínculos en todos los aspectos de esa relación. No faltará el
esfuerzo por nuestra parte.

Miguel Ángel Moratinos es
ministro español de Asuntos Exteriores y de Cooperación.