Algunas de las obras literarias, cinematográficas o plásticas más emblemáticas para navegar por la historia y el alma del pueblo palestino.

 

La cueva del sol, de Elias Khoury (1998)

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Palestinos protestan en el 70º aniversario de la Nakba (El día de la Catástrofe en 1948) al sur de la Franja de Gaza, 2018. Said Khatib/AFP/Getty Images

Ha llegado a ser descrita como la “Odisea palestina”, basada en las historias que el autor reunió a lo largo de muchos años en los campos de refugiados de su Líbano natal. Yunes (Abu Salim, entre otros nombres) yace en estado de coma en un hospital derruido del campo de refugiados de Shatila, a las afueras de Beirut. Su hijo espiritual, Khalil, permanece al lado de la cama del anciano para cuidarle, negándose a admitir que puede que su héroe nunca recobre la conciencia. Durante los días y noches de los siguientes siete meses y cual un Scheherazade del siglo XX, Khalil relata la historia de Yunes, la historia del exilio palestino; ambos en coma esperando a que alguien o algo les despierte.

Uno de los hilos conductores de la historia de Yunes (Jonás, en la traducción al castellano) es la historia de amor con su esposa, símbolo a su vez de la resistencia femenina a la ocupación, con quien se encuentra furtivamente a lo largo de los años en la cueva del sol, en los únicos momentos en los que puede ser él y no un héroe para los fedayín. A traves de Yunes, Khalil también relata la historia del movimiento nacional, que componen millones de voces palestinas que sus historias logra encapsular ("contigo he descubierto las muchas personas que habitan en mi interior y siento que con ellas podría conversar eternamente").

Khalil trata así de ordenar en su cabeza los datos que ha ido recopilando -directa o indirectamente- sobre Yunes, de dar así sentido a la causa palestina sobre la base de retazos y testimonios inconclusos, en un ejercicio similar al de los historiadores de ayer y hoy, aún incapaces de abarcar la enormidad de décadas de alienación. "La memoria es el resultado de ordenar el olvido", recuerda Khalil.

Más que de una novela sobre Palestina per se (el autor ha afirmado en muchas ocasiones que se trata de una novela "sobre Galilea"), La cueva del sol es una obra sobre la Nakba (o Catástrofe) de 1948, un relato de la experiencia palestina tras la creación del Estado de Israel pasando por la guerra de 1967, los acontecimientos del Septiembre Negro, la Guerra del Líbano y las masacres de Sabra y Shatila. Una mirada de cerca además a la vida en los campos de refugiados, la lucha por la liberación palestina. Se trata de un libro complicado, como lo es el propio transcurso de los palestinos: las historias se ven interrumpidas por otros pensamientos, el pasado y el presente se intercambian sin especificar cuándo tiene lugar cada acontecimiento… No hay héroes, ni villanos ni mártires, sólo seres humanos.

 

5 cámaras rotasEmad Burnat y Guy Davidi (2012)

Se trata de un poderoso documental rodado casi en su totalidad por el granjero palestino Emad Burnat, y codirigido por el israelí Guy Davidi. Muestra de primera mano las protestas en Bil’in, una aldea en Cisjordania tremendamente afectada por el muro del apartheid, y está estructurado en torno a las historias que Burnat capturó entonces a través de su lente. Éste compró su primera cámara en 2005 para marcar el nacimiento de su hijo menor, y poco a poco se fue convirtiendo en fotógrafo autodidacta. El documental debe su nombre a ésta y las siguientes cuatro cámaras que tiene que comprar para reemplazar a la primera, cada una destrozada a su turno por las fuerzas israelíes. El documental acompaña a la familia y amigos de Burnat, que pronto empiezan a ser víctimas de acoso y violencia,  a través de cinco cámaras y cinco años consecutivos de conflicto bajo la ocupación. Un testimonio en primera persona y a pocos centímetros de distancia de resistencia no violenta, a lo largo del que el espectador comienza a entender los efectos que la ocupación tiene en el día a día, conciencia comunitaria y personalidad de los palestinos más allá de los enfrentamientos.

 

Regreso a Haifa, Ghassan Kanafani (1969)

Ghassan Kanafani fue uno de los novelistas más importantes de Palestina, autor de algunas de las obras más admiradas en la literatura árabe moderna, con historias adelantadas a su tiempo tanto en forma como en contenido. El profesor Fadl al Naqib dijo que Kanafani escribió la historia palestina, y fue luego escrito por ella. Kanafani fue también activista y político, asesinado por un coche bomba (que también mató a su sobrina) en Beirut en 1972 a la edad de 36 años, tras lo cual el diario libanés The Daily Star le dedicó en su obituario: “era un comando que nunca disparó un arma, cuya arma era un bolígrafo, y cuya arena eran las páginas de los periódicos”.

Entre sus relatos cortos más conocidos y simbólicos destaca Regreso a Haifa, un testamento de su compromiso con la lucha por la liberación, pero también de su profunda empatía hacia el otro que muchos tratan de demonizar y una aguda crítica al precio que unos y otros pagan por las guerras. El libro relata la historia de dos familias, una palestina y otra israelí, obligadas por la historia a una intimidad que nunca hubiesen elegido, simbolizado por una cita: "no has preguntado, pero sí, los dos podéis quedaros en nuestra casa por el momento. Y usar nuestras cosas. Me imagino que se necesitará una guerra para resolver todo esto". En 1948, Said y Safiyya fueron expulsados de su hogar durante la Nakba. En el caos que rodeó su escape, la pareja dejó atrás a su hijo de cinco meses. Tras su huida, su casa es ocupada por una viuda llamada Miriam, que perdió a su marido en la Guerra de 1956 y ha criado al niño como si fuera suyo, orgullosa de sus éxitos en el Ejército israelí. Aprovechando que las fronteras ya no estaban cerradas a cal y canto inmediatamente después de la Guerra de los Seis Días de 1967 y con la ocupación ya instalada en Gaza y Cisjordania, deciden regresar a Haifa. Son conscientes de que habrá alguien más viviendo en su domicilio, pero nada puede prepararlos para el encuentro con el hijo que tuvieron que dejar atrás: hoy Dov, ayer Khaldun.

 

Sal de este mar, Annemarie Jacir (2008)

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Sombras de activistas palestinos en una casa abandonada en Cisjordania. Ahmad Gharabli/AFP/Getty Images

Primer largometraje de esta premiada directora palestina y primer largometraje palestino rodado por una mujer. Se centra en la historia de Soraya, una mujer palestina nacida en Brooklyn que se ve obligada a viajar a Ramala para recuperar la casa cercana a Jaffa y dinero de su abuelo, que le habían sido confiscados antes de su expulsión en el marco de la Nakba y hoy están en manos de un banco. Su llegada e interrogatorio en el aeropuerto de Ben Gurion (Tel Aviv) le hace darse de bruces con la realidad: Nueva York quedó atrás, Soraya es una palestina en un país en el que no es bienvenida. En Cisjordania y exasperada por los largos trámites burocráticos a los que su reclamación le enfrenta, se encuentra con Emad, cuyo principal deseo es precisamente tomar el camino contrario: escapar de Palestina, en donde se siente asfixiado. El filme profundiza así en el contraste entre la diáspora palestina, que sueña con retornar y siente una íntima conexión con la tierra que algunos ni siquiera han pisado, y los palestinos de Cisjordania y Gaza, muchos de los cuales no han podido nunca salir de lo que el profesor Ilan Pappé denomina “la mayor prisión al aire libre del mundo”. Juntos traman un plan para hacerse con lo que en realidad pertenece a Soraya, a pesar de que eso implica violar la ley y huir hacia Israel sin poder nunca más volver la vista atrás, nunca retornar a la Palestina que les unió y ha marcado latido a latido, en una forma u otra, toda su existencia.

 

Diario de un duelo ordinario, Mahmoud Darwish

Resulta imposible hablar de literatura palestina sin hacer alusión a Mahmoud Darwish, cuya cita más conocida y quizás representativa puede que sea "cada poema hermoso es un acto de resistencia". Su poesía es la poesía de la ausencia y el exilio y, como él mismo declaró en numerosas ocasiones, a ella le debe en gran parte su creatividad. Su poesía lo es también de la dignidad que merece el pueblo palestino, sin la cual no habrá ni paz ni descanso, de la esperanza, del amor y la fragilidad, de la condición del ser humano. Diario de un duelo ordinario es una  colección de ensayos autobiográficos, que plasman tanto la voz del poeta como la del pueblo palestino en su conjunto. Estos ensayos plantean preguntas vitales sobre las realidades existenciales y del día a día a las que se enfrentan muy particularmente los palestinos en Israel y la ambigüedad de la propia identidad de Darwish como ciudadano palestino de Israel. Profundizan en experiencias como su arresto domiciliario, sus encuentros con interrogadores israelíes y los períodos que pasó en prisión.

Mención especial merece la poesía palestina: una  parte importante de los textos escritos por autores palestinos que han sido traducidos a otros idiomas son poesía, toda ella de una riqueza y exquisitez notables.  Una buena introducción a la misma quizás sea Víctimas de un mapa (2005), una antología bilingüe con textos de, entre otros,  Mahmoud Darwish, Samih al Qasim y el poeta sirio Adonis.

 

Tayseer Sharaf

Sharaf es uno de los artistas más distinguidos de Palestina, miembro activo del movimiento de arte palestino en los 80 y vicepresidente de la Liga de artistas palestinos hasta su muerte en 2001. Él y otros artistas, como Karin Dabbah o Vera Tamari, convirtieron sus exposiciones en actos de resistencia, a los que acudían palestinos de todas clases y condiciones y que las fuerzas de la ocupación empezaron a ver con cada vez mayor desconfianza, llegando a prohibir el uso en exclusiva en una pintura de los cuatro colores de la bandera palestina. Se vio obligado a huir a Egipto con su familia en 1948, y en Alejandría comenzó a adquirir el gusto por la cultura y los contrastes. A través de la pintura y como autodidacta -para él, el arte era un ámbito en el que investigar y probar hipótesis- y una vez de vuelta a lo que se había convertido en Israel, liberó su frustración y tristeza tras la guerra de  1967 y como consecuencia de la ocupación de Jerusalén Este. El resultado es una colección (de tamaño considerable, si tenemos cuenta que sólo dedicó 25 años de su vida a pintar) de obras con colores vivos y trazos vibrantes, en ocasiones tremendamente personalistas e inquietantes, a través de varias épocas y técnicas -impresionista, realista y abstracta. Gran parte de sus obras son prueba del lugar que Jerusalén ocupa en su corazón.

 

La mujer de Tantoura, Radwa Ashour (2014)

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Una mujer palestina mira el mar en Gaza. Mohammed Abed/AFP/Getty Images

La autora egipcia Radwa Ashour, esposa del poeta palestino Mourid Barghouti (cuyo libro I Saw Ramallah no forma parte de esta lista por limitaciones de espacio) y madre del también poeta Tamim Barghouti, se ha convertido en una referencia para la literatura palestina y árabe, gracias a su maestría a la hora de explicar cómo las mujeres de esa región se enfrentan al conflicto y a la memoria. La mujer de Tantura relata la vida de Ruqayya, y de las tres generaciones que su nacimiento inaugura. La protagonista es una mujer del pueblo palestino de Tantura, localidad al sur de Haifa famosa por haber tenido lugar en 1948 una masacre a manos de fuerzas israelíes, cuya existencia -así como la de todo el que le rodea- es cincelada por los acontecimientos políticos. El libro comienza a principios de los 40 y transcurre con el desarrollo del movimiento nacional palestino como telón de fondo. A lo largo de sus páginas, Ruqayya nos recibe progresivamente como miembros de su familia, partícipes -no sólo testigos- de los eventos a medida que se desarrollan, a medida que tanto ella como nosotros intentamos dar sentido a la violencia y la diáspora que destrozan a su familia y su tierra. Con ella compartimos el dolor repetido de la pérdida, de la diáspora y del desencuentro intergeneracional. El tema principal de la novela es sin embargo la memoria y, de la mano de esta, el olvido impuesto o voluntario para hacer frente al trauma. Y una pregunta permanece en el aire: ¿es Palestina unpedazo de tierra o simplemente un pueblo?

Los personajes de la novela son ficticios (excepto algunas referencias a figuras históricas o políticas), pero la historia se basa directamente en ciudades reales y eventos, incluidas las masacres documentadas de Tantura, de los campamentos de refugiados de Sabra y Shatila. Destaca en este sentido el realismo de la narración, basado en gran parte en esta realidad de los acontecimientos que la conforman, como núcleos de las relaciones que se van desarrollando, de la vida cotidiana. La mujer de Tantura  recuerda por momentos a La cueva del sol de Khoury, aunque desde un punto de vista femenino y feminista. Representa así una celebración de la cultura popular palestina, de héroes olvidados, grandes y pequeños actos de resistencia. Una novela de Palestina con un toque ligero y cercano (la autora nunca recurre a imágenes violentas o lecciones de moral) que consigue equilibrar horrores y violencia con pequeños actos de felicidad.

 

Handala

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La imagen de Handala del caricaturista palestino Naji al Alí, Awad Awad/AFP/GettyImages

Resulta difícil pasearse por cualquier bazar de Cisjordania o Jerusalén Este sin ver a Handala en camisetas, llaveros y colgantes. Handala (fruta amarga medicinal del desierto)  nació con 10 años y no dejará de tener esa edad hasta que le sea concedido el derecho de retorno que reclaman millones de refugiados palestinos. A esa edad, fue expulsado de su tierra natal. Su pelo es como el de un erizo que usa sus espinas como arma, se cubre con harapos raídos y está descalzo como los niños del campamento de refugiados. En ocasiones testigo y en ocasiones partícipe de lo que denuncia la respectiva caricatura, sus manos están cruzadas en su espalda como señal de rechazo a los brindis al sol que ofrece a los palestinos la comunidad internacional. En palabras de su dibujante, "al principio era un niño palestino, pero su conciencia se desarrolló hasta tener un horizonte nacional, luego mundial y humano. Es un niño simple pero resistente, y esta es la razón por la que los palestinos lo adoptaron y sienten que representa su conciencia".

El artista es Naji al Alí que, de acuerdo con la revista Time “dibuja[ba] con huesos humanos”. Se convirtió en uno de los dibujantes más popular del mundo árabe. Sus caricaturas son abrasadoras, sarcásticas, conmovedoras y tal vez demasiado audaces. Reflejaban su experiencia como refugiado palestino desde la más tierna infancia y  su postura política, que a menudo criticaba con dureza a las élites palestinas. Con brutal honestidad, analizó las relaciones entre los gobiernos de Estados Unidos, Israel y los regímenes árabes y las consecuencias de las mismas para los palestinos. Admirado y odiado quizás a partes iguales, fue asesinado el 22 de julio de 1987 en Londres. Su asesino nunca ha sido detenido.

 

El narrador de Jerusalén, Wasif Jawhariyyeh (2013)

Esta obra es la autobiografía de Jawhariyyeh, un músico que amenizaba los compromisos y fiestas de la nobleza jerosolomitana. Fue testigo, gracias a su profesión (y a su padre, cercano al eminente clan Husseini), de los trascendentales cambios a los que se vio sometida Palestina tanto a finales del período otomano como bajo el mandato británico. Observó cómo se enrarecía el ambiente, como la violencia era normalizada, cómo los antes vecinos se miraban con sospecha y creciente odio. Se trata de uno de los pocos relatos de esa época no escritos por la élite palestina o por extranjeros, y compuesto además desde la perspectiva del palestino de clase media. Es una historia, en cierto modo, de lo que Palestina podría haber llegado a ser de no haber sido creado el Estado de Israel. Un mosaico de Jerusalén del que son piezas entretejidas los aristócratas, sus familias y amantes, las estrellas y visitantes extranjeros y los musulmanes, cristianos y judíos que día a día atraviesan la Ciudad Santa.

 

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Un hombre palestino con un borro, de fondo la panorámica de Jerusalén. Thomas Coex/AFP/Getty Images

Caminatas palestinas, Raja Shehadeh (2008)

Raja Shehadeh es un lúcido activista de derechos humanos (director de la prestigiosa organización Al Haq), un amante de la naturaleza y un contador de maravillosas historias sobre Palestina. Cuando regresó de sus años de estudio en Londres, se consolaba del duro día a día en la lucha contra la ocupación en Ramala con excursiones solitarias a lugares en ocasiones escondidos que su padre le había enseñado a amar. En Caminatas palestinas relata en primera persona el recorrido a pie a lo largo y ancho de seis paisajes míticos de Cisjordania, entre 1978 y 2006, y cómo el aventurarse en los mismos fue volviéndose cada vez más peligroso, a medida que se intensificaba la presencia israelí en el territorio ocupado, no sólo en forma de colonias sino también como respuesta a las dos intifadas. El libro relata cómo el mapa en constante evolución de la Palestina histórica es uno de los principales testigos y símbolos de la asimetría de poder que empapa la relación entre israelíes y palestinos, víctima también del trauma de la ocupación. Una historia de Palestina a través de su geografía, textura y relieves, a través de la tierra a la que sus habitantes y/o nacionales se sienten tan vinculados, y cuyo control se encuentra el origen mismo del conflicto palestino-israelí.

 

Bonus track: Mawtini (mi patria) es un poema nacionalista que la gran mayoría de palestinos recitan de memoria, con numerosas versiones adaptadas a fondo musical, convirtiéndose así en el himno no oficial de los palestinos. Fue compuesto en 1934 por Ibrahim Touqan, un prolífico poeta de la ciudad de Nablus, como un eco atemporal que jugó un papel clave en la movilización de palestinos contra el mandato británico en la Palestina histórica y se ha mantenido vivo a lo largo de la historia del conflicto palestino-israelí, ofreciendo esperanza y otorgando fuerza y ​​coraje a generaciones de palestinos.