Los boicots de empresas y ciudadanos a compañías israelíes con sede en los asentamientos podrían empezar a desempeñar un papel protagonista en las conversaciones de paz.
AFP/Getty Images
Con un sorbo que se hizo viral, la actriz estadounidense Scarlett Johansson ha añadido suficiente gas al movimiento internacional de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) para hacerlo llegar a los principales medios de comunicación. Su intento de publicitar las burbujas de SodaStream —compañía que posee una sede en un asentamiento israelí en Cisjordania—diciendo que "salvan el mundo" fue ridiculizado por los críticos que apuntaban a las pésimas condiciones de vida de los vecinos palestinos de la fábrica.
Y dado que el anuncio, realizado por la famosa actriz para ser emitido durante la SuperBowl, llegó en un momento en que las agencias europeas de inversión a gran escala rompían relaciones con empresas radicadas en los asentamientos israelíes, éste ha servido para intensificar el foco de atención sobre la importancia del dinero en las actuales negociaciones para lograr una solución de dos Estados.
El principal argumento del movimiento BDS es hacer que las iniciativas de ocupación y asentamientos resulten costosas. Durante años, tanto palestinos como israelíes y extranjeros críticos han advertido de que mientras los beneficios económicos de la ocupación continúen, Israel no tendrá un incentivo para acabar con ella.
Tal como recoge el investigador israelí Shlomo Swirski, el control total de Israel,alrededor de dos terceras partes de Cisjordania que conforma la denominada zona C, se traduce en acceso barato a tierras y recursos hídricos. Su control absoluto de las fronteras permite a Israel limitar la competencia externa, lo que crea algo parecido a un monopolio de los productos israelíes. Mientras, al mismo tiempo, somete a todas las mercancías que entran y salen de los territorios palestinos al trámite de pasar por las aduanas israelíes y pagar sus impuestos.
A esto se suma la falta de oportunidades de empleo para los palestinos, que se traduce en mano de obra barata en los asentamientos israelíes. Y aunque el derecho internacional hace recaer en los ocupantes la responsabilidad de garantizar el bienestar de la población ocupada, hace mucho tiempo que las agencias de ayuda internacionales interpretan el papel de protector adinerado.
Con este escenario, Israel tiene pocas razones para querer cambiar el statu quo. Pero aunque los donantes de ayuda han estado asumiendo la factura de la ocupación durante décadas, parece que los consumidores y el sector privado podrían haber dicho basta. En enero, Sodastream presenció una caída del 26% después de que sus ganancias preliminares de 2013 resultaran ser peores de lo esperado.
Además, las empresas agrícolas de los asentamientos del valle del Jordán se enfrentaron a unas pérdidas de 21 millones de euros en beneficios en 2013, consideradas en gran medida una consecuencia de la reducción en las exportaciones de verduras a Europa, donde las principales cadenas de supermercados del Reino Unido y los países escandinavos se niegan a vender los productos de los asentamientos, ...
Artículo para suscriptores
Para disfrutar de todos nuestros contenidos suscríbete hoy:
Plan mensual 3,70€/mes
Asiste a eventos en exclusiva
Recibe la Newsletter mensual ‘Cambio de foco’ con contenidos de actualidad
Participa activamente en la elección de los contenidos de esglobal