Ciudadanos israelíes caminan por Jerusalén  Thomas Coex/AFP/Getty Images
Ciudadanos israelíes caminan por Jerusalén Thomas Coex/AFP/Getty Images

Ya no es el proceso de paz una prioridad para los ciudadanos de Israel, ahora están más preocupados por los asuntos socioeconómicos. El conflicto ha sido desplazado a un segundo plano en el debate electoral.

El conflicto con los palestinos ha pasado a un segundo plano para el electorado israelí. Un año antes de las famosas tent demonstrations en verano de 2011, en un famoso reportaje publicado por la revista TIME titulado Por qué Israel no se preocupa del proceso de paz, Hadas Ragolsky, productor Ejecutivo del Canal 2, principal canal de información israelí, afirmaba que “el incremento en el precio de la vivienda es más interesante para el público que las conversaciones de paz…que nadie sabe si llevarán a algo”.

Ya en las anteriores elecciones, hace apenas dos años, los asuntos socioeconómicos tuvieron un protagonismo principal. El columnista de Haaretz, Chemi Shalev, lo achacó a los éxitos de Israel en materia de seguridad. El precio de la vivienda o la reforma de la Ley Tal (que eximía del servicio militar obligatorio a los jóvenes ultraortodoxos que acreditasen estar estudiando en una escuela religiosa o yeshivá) fueron asuntos clave para que Yesh Atid (Hay Futuro) la formación del periodista y recién destituido ministro de Finanzas, Yair Lapid, captara a la mayor parte de los votantes que formaron parte de las protestas ciudadanas de 2011 y se hiciera con 19 escaños, convirtiéndose en la segunda fuerza política del Parlamento. Shelly Yajimovich, entonces candidata por el histórico Partido Laborista, también optó por un enfoque centrado en economía y asuntos sociales; y Naftalí Bennet, la otra revelación de las elecciones de 2013 y actual ministro de Comercio e Industria, dedicó la mayor parte de su campaña también a temas domésticos y dejó aparcado el proceso de paz, afirmando su deseo de continuar con la calma relativa en Cisjordania.

La poca confianza de los israelíes a la resolución del conflicto era latente. En este sentido, tres meses antes de las elecciones de marzo de 2013, una encuesta del Jerusalem Center for Public Affairs confirmaba que un 73% de israelíes no creía que volver a las fronteras de 1967 traería la paz.

El coste de la vida por encima del proceso de paz

Para las próximas elecciones, convocadas para marzo de 2015, la tendencia se acentúa.

De hecho, han sido dos asuntos ajenos al conflicto los detonantes del colapso de la coalición de Gobierno, (además de la tensión interna fruto de las aspiraciones de tantos primeros ministros potenciales): la congelación del plan de exención IVA en la compra de la vivienda, propuesta estrella de Lapid, y la nueva Ley Básica que define a Israel como Estado-nación del pueblo judío, que ha tenido a la recientemente destituida ministra de Justicia Tzipi Livni como gran detractora, acusando al primer ministro, Benjamín Netanyahu, de anteponer el carácter judío al democrático en la definición de Israel.

No obstante, y recordando el famoso mantra electoral “es la economía, estúpido”, lo que más preocupa a los israelíes es la constante subida de precios. El 12 de diciembre, el Canal 2 israelí publicó una encuesta, realizada por el Midgam Research Institute, que revelaba los asuntos más urgentes a tratar por el nuevo Gobierno según el electorado: un 40% se decantó por el coste de la vida y sólo un 18% por llegar a un acuerdo con los palestinos. Daniel Levy, director del Programa de Oriente Medio y Norte de África del European Council on Foreign Relations y ex asesor del antiguo premier israelí Ehud Barak, apunta que los votantes de centro en Israel, quienes están en constante crecimiento (según una encuesta del Dahaf Institute, un 53% de los nuevos votantes votó al centroderecha o centroizquierda en las últimas elecciones y, actualmente, un 60% del electorado, según Haaretz, se define centrista), tienden a dar prioridad  al coste de vida, a  las políticas de identidad cultural o a la defensa del espacio secular, por encima de la ocupación o del conflicto con los palestinos.

A este respecto, la nueva coalición de centro izquierda formada Livni, líder del centrista Hatnuá, e Isaac Herzog, candidato de los laboristas, estableció sus prioridades en la campaña, clamando que “los últimos seis años de Netanyahu han deteriorado a Israel en el aspecto social, económico, en la seguridad y en el plano diplomático”.

Bienestar social como uno de los ejes de la campaña electoral

La oposición ha captado el sentir del electorado y se ha puesto manos a la obra. El informe anual sobre la pobreza, publicado por el Instituto Nacional de Seguros, ha sido uno de los temas utilizados en los últimos días para hacer campaña. Pese a la bajada de un 1,7% con respecto al año anterior, el porcentaje sigue siendo alto: un 21,8%. En este sentido, Herzog dijo que "los números no llenan las neveras […] la crisis social es cada vez peor”.

El anterior ministro de Bienestar Social con Netanyahu y nuevo candidato Moshe Kahlon, ha enfocado su campaña  en clave interna y socioeconómica: propone reformas económicas que garanticen la redistribución de la riqueza y denuncia la concentración del mercado. Es insostenible, según Kahlon, que 31 grupos empresariales posean 2.542 empresas nacionales, un promedio de 82 por grupo.

¿Por qué?

Que el conflicto y el proceso de paz hayan sido desplazados a un segundo plano para el electorado israelí responde a varias razones.

En primer lugar, y pese a los bajísimos niveles de paro (5,8 % en 2013 y 5,7 % en octubre de 2014) el constante incremento del coste de la vida, en especial la vivienda y la alimentación, y el alto nivel de pobreza, se han convertido en problemas diarios para los ciudadanos, más imperiosos que una solución a un conflicto enquistado que dura más de sesenta años.

En segundo lugar, tras el último intento fallido de llegar a un acuerdo de paz, impulsado por el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, las esperanzas sobre la resolución del conflicto han pasado, de ser pocas, a  situarse en un plano de apatía generalizada. Sumado al último estallido de la violencia en la Franja de Gaza durante los pasados meses de julio y agosto, ha crecido de manera evidente y mayoritaria la desconfianza hacia un entendimiento con los palestinos. Son demasiados años negociando y muy pocos resultados. La mayoría se contenta con contención y calma.

Ya sea por unas razones u otras: económicas, de desconfianza hacia el otro bando… las conversaciones de paz están perdiendo interés para los israelíes y la llegada de un posible acuerdo de paz se dilata aún más. Sin embargo, si hay un cambio de color en el Gobierno de Israel en marzo y gana la coalición Herzog-Livni habrá un nuevo impulso del proceso de paz con los palestinos, seguramente con una lista de condiciones más corta que la de Netanyahu. De vencer el actual primer ministro, el nuevo impulso al proceso de paz dependerá de los socios de gobierno que formen el nuevo gabinete. Una gran coalición formada por Herzog, Livni y Netanyahu llevaría al nuevo gobierno a intentar alcanzar, una vez más, un acuerdo de paz con Mahmud Abbas; en cambio, si Netanyahu forma una coalición de derechas, todo apunta a que su lista de condiciones siga intacta y continúen con la política de contención y calma.