Rabinos en el aniversario de la victoria rusa en la II Guerra Mundial, Moscú 2017. (Mikhail Svetlov/Getty Images)

Los recientes brotes antisemitas en el Cáucaso ruso y la tensión ruso-israelí en la guerra de Gaza retrotraen temores del pasado para algunos judíos de origen ruso.

Los recientes brotes de carácter antisemita contra un vuelo de la línea área israelí que viajaba hacia Tel Aviv ocurrido el pasado 29 de octubre en el aeropuerto de Makhachkala, en la república de Daguestán, así como otros incidentes en la vecina república de Karachah-Cherkessia y el Cáucaso ruso contra pasajeros y refugiados israelíes retrotraen a la memoria las difíciles relaciones que la comunidad judía en Rusia ha debido afrontar en diferentes épocas históricas. 

El suceso no parece ser aislado. Si bien el Kremlin ya anunció que no considera como crítica la situación ante estos brotes antisemitas en regiones periféricas, algunas encuestas arrojan algunos datos a tomar en cuenta: según el medio independiente Vertska en algunas regiones del interior ruso creció un 15-20% el sentimiento negativo hacia Israel y los judíos. Siguiendo con esta encuesta, el apoyo a Palestina se ubica entre un 40-50% en el Cáucaso ruso (de mayoría musulmana y por lo tanto con mayor empatía hacia la causa palestina) y de 20-25% en el interior del país. 

Es de resaltar que, si bien en el pasado existió una floreciente comunidad judía en el Cáucaso ruso, hoy es claramente una minoría, particularmente tras la desintegración de la URSS y el posterior éxodo de judíos caucásicos a Israel. 

Una realidad no muy diferente a la del resto de Rusia, donde las comunidades judías son igualmente minoritarias y, en la mayor parte de los casos, socialmente integradas, con una visión secular y menos religiosamente ortodoxa en comparación con otros países que también cuentan con diásporas judías. Esta condición de "integración secular" de los judíos rusos podría quizás explicarse como una especie de "escudo protector" tomando en cuenta el historial de antisemitismo en Rusia, tal y como veremos más adelante.

¿Es posible hablar de creciente antisemitismo en Rusia?

Con anterioridad a estos incidentes, las autoridades religiosas judías en Rusia ya habían advertido síntomas de actitudes antisemitas. El pasado 30 de diciembre de 2022, bajo el contexto de la guerra en Ucrania, el Gran Rabino de Moscú, Pinchas Goldschmidt, exiliado en Israel desde marzo de ese año, pidió a los judíos residentes “huir de Rusia mientras puedan” antes de que se conviertan en “chivos expiatorios" por "las dificultades causadas por la guerra en Ucrania”.Goldschmidt ocupó este cargo en la capital rusa desde 1993. Ahora, tras criticar la invasión militar a Ucrania, el rabino alerta que “estamos viviendo un creciente antisemitismo a medida que Rusia regresa a un nuevo tipo de Unión Soviética y, paso a paso, al Telón de Acero que se está levantando de nuevo”. No obstante sus advertencias, el rabino también recibió críticas por parte de algunos miembros de la comunidad ruso-judía.

El presidente ruso Vladimir Putin camino a una reunión con el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu en enero de 2020. (Mikhail Svetlov/Getty Images)

La Agencia Judía, organización que ayuda a la comunidad hebrea a nivel mundial, afirmó a mediados de 2022 que, desde marzo de ese año, marcharon de Rusia un total de 20.500 de los 165.000 judíos que se calcula viven en ese país. Esto es, cuando menos, uno de cada ocho judíos- rusos. Desde el punto de vista social y cultural existe una notoria afinidad entre Rusia e Israel: más de 1.400.000 israelíes, el 15% de la población, hablan ruso o bien tiene sus orígenes en Estados pertenecientes a la ex URSS como Ucrania, Moldavia, Bielorrusia y Georgia, entre otros.

Desde entonces han surgido informaciones sobre presuntas presiones por parte del Kremlin para cerrar las actividades de la Agencia Judía en Rusia, un factor que alimentaría el éxodo de judíos hacia países como Israel, Georgia y Armenia, entre otros. A priori, todas estas informaciones darían a entender sobre una eventual ola de antisemitismo creciente en la Rusia actual. 

En la actualidad, el temor de las autoridades judías en Rusia tiene que ver con la posibilidad de expansión de estos brotes del Cáucaso hacia otras ciudades rusas. Por otro lado, recelan también de las redes de poder y su instrumentalización política establecidas por el presidente Vladímir Putin en torno a la Iglesia Ortodoxa y las comunidades musulmanas en el Cáucaso que, como en el caso checheno, le provee al Kremlin de numerosos combatientes en el frente ucraniano. En el foco está conocer hasta qué punto estas redes podrían afectar intereses de la comunidad judía rusa. En lo referente a los brotes antisemitas en el Cáucaso ruso, el Kremlin acusó de una presunta injerencia exterior occidental, manifestando cierta distancia monitoreando la situación pero sin necesariamente condenarla. Por su parte, Human Rights Watch denunció la "inadecuada respuesta" de las autoridades rusas ante estos incidentes, dejando entrever una actitud indiferente por parte de Moscú.

Tensiones ruso-israelíes desde Ucrania hasta Gaza

A nivel diplomático, las recientes tensiones ruso-israelíes comenzaron a definirse dentro del contexto de la guerra en Ucrania para adquirir un nivel de mayor irritación con el actual conflicto entre Israel y Hamás en Gaza. 

Si bien mantuvo inicialmente una notoria distancia tras los ataques de Hamás en Israel realizados el pasado 7 de octubre, y a diferencia de otros líderes mundiales Putin no llamó inmediatamente al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para manifestarle su solidaridad. No fue hasta el 16 de octubre cuando tuvo una conversación telefónica de carácter más bien protocolario. 

Con la invasión militar israelí a Gaza, la posición de Putin comenzó a ser cada vez más crítica con el Gobierno israelí. De hecho, una delegación de Hamás fue recibida en Moscú por representantes del ministerio ruso de Exteriores, donde se habló de la liberación de rehenes y del apoyo de Moscú a un Estado palestino. Con todo, la Rusia de Putin también se ha esforzado por mantener relaciones "normales" con el Estado de Israel. De hecho, existía sintonía personal entre Putin y Netanyahu toda vez, en los últimos días, el Kremlin se ha esforzado en llevar a cabo iniciativas diplomáticas con Israel y el mundo árabe para propiciar un alto al fuego en Gaza, no sin antes acusar a EE UU de presuntamente fomentar el conflicto. La reacción israelí a la vista de Hamás a Moscú no se hizo esperar, aplicando ciertas dosis de prudencia sin desestimar la contundencia. El embajador israelí en Moscú, Alexander Ben Zvi, declaró al medio ruso Kommersant no haber observado indicios de posible involucramiento ruso en los ataques de Hamás en suelo israelí. Toda vez tampoco dudó en afirmar que "Rusia tiene una larga relación con Hamás" y que Moscú nunca declaró al movimiento palestino como "organización terrorista". También calificó de "antisemitas" a los manifestantes propalestinos en Rusia.

Manifestantes asisten al discurso televisado del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky ante el parlamento de Israel, en Tel Aviv, en marzo de 2022. (Amir Levy/Getty Images)

Por otra parte, la geopolítica de alianzas derivadas de la guerra en Ucrania también ha ejercido su influencia en los actuales momentos de fricción entre Rusia e Israel en torno a Gaza. Aprovechando este impasse entre Moscú y Tel Aviv, el presidente ucraniano, Volodymir Zelenski, de origen judío, ha apoyado a Israel en su "legítima defensa" contra Hamás con la finalidad de consolidar alianzas contra Rusia. Incluso Zelenski ha condenado los sucesos en Daguestán culpando de ellos al "antisemitismo ruso".

En este marco de la guerra ucraniana, causó igualmente preocupación en Israel las declaraciones oficiales del Kremlin de justificar la invasión con el pretexto de “desnazificar Ucrania”, argumentando su incongruencia siendo Zelenski de origen judío. En julio de 2022 unas declaraciones del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, al considerar que Hitler “también era de origen judío” estuvo a punto de provocar la ruptura en las relaciones ruso-israelíes. Putin posteriormente se disculpó pero el agravio verbal dejó huellas y no parece que el Presidente ruso haya cejado en esta perspectiva: en septiembre pasado acusó a Occidente de "poner a un judío" en el poder en Kiev para ocultar la implicación ucraniana en el Holocausto. 

Zelenksi tampoco se salvó de las críticas del rabino ruso Goldschmidt, quien consideró que el presidente ucraniano hace gala de su condición de judío “solo cuando le interesa jugar la carta del apoyo israelí”. El tema de la "desnazificación" de Ucrania esgrimida por Putin también provocó un inmediato rechazo por parte de la comunidad judía ucraniana en boca de su rabino Moshe Reuven Azman.

De la misma manera que Israel observa con preocupación la alianza militar ruso-iraní en Ucrania y el apoyo que Putin le ha dado al régimen sirio de Bashar al Asad (otro de los enemigos regionales israelíes) también muestra inquietud ante el nuevo equilibrio geopolítico en el Cáucaso. Tel Aviv recela del eje militar que se está confeccionando entre Turquía y Azerbaiyán tras la "ofensiva relámpago" azerí en el ya ex enclave armenio de Nagorno Karabaj. Estaría así formándose un eje Ankara-Bakú que eventualmente contaría con cierto beneplácito por parte del Kremlin. Azerbaiyán ha sido un socio militar de importancia para Israel desde la breve guerra armenio-azerí de 2020-2021. 

Volviendo a la situación de los judíos en Rusia, Anna Shternshis, profesora de estudios de yiddish (lengua hebrea de origen alemán muy común en Europa Oriental) en la Universidad de Toronto y especialista en historia judía en Rusia, consideró que “no estamos observando una gran ola de antisemitismo” no sin antes advertir que, históricamente, cada vez que ocurre agitación y cambios en Rusia, “los judíos siempre están en peligro”. 

Declaraciones que secundó el propio rabino Goldschmidt: “cuando miramos atrás en la historia rusa, cada vez que el sistema político estuvo en peligro, se vio al gobierno intentando redirigir la ira y el descontento de las masas hacia la comunidad judía. Lo vivimos en la era zarista y al final del régimen estalinista”. Aseguró que, en el contexto actual, “los líderes comunitarios judíos fueron hostigados para apoyar la guerra en Ucrania”. 

Dos siglos de historia común y trágicas turbulencias

Con más de dos siglos de convivencia y una notable huella en su vida cultural, religiosa, social y política, Rusia también tiene una turbulenta historia de relación con su comunidad judía. Esta historia da cuenta de episodios violentos, con periódicos brotes de antisemitismo en momentos de crisis políticas y de final de ciclo de un determinado régimen en Rusia. 

Entre 1880 y 1920 fueron notorios los tristemente famosos pogromos (literalmente del ruso погром que significa “devastación”), linchamientos populares presuntamente espontáneos contra comunidades de judíos pero minuciosamente premeditados desde el poder. Estos pogromos también se presentaron tanto durante el régimen zarista como por parte de los rusos blancos, los nacionalistas y nostálgicos del zarismo, entre otros, que lucharon contra los bolcheviques durante la guerra civil rusa (1917-1921). Un foco importante de estos episodios violentos fueron las ciudades de Odessa, actualmente en Ucrania, y Chisinau, actual capital de Moldavia, históricamente centros culturales y económicos hebreos en Europa Oriental.  

A finales del siglo XIX, el zarismo aplicó la denominada Zona de Asentamiento en los límites occidentales del imperio ruso (hoy Bielorrusia, Ucrania, Polonia y repúblicas bálticas como Lituania y Letonia) con la intención de “reasentar” a los judíos, una especie de deportación encubierta. En esos territorios, vivero de marginalidad socioeconómica y descontento, nació un primer movimiento político hebreo, la Unión General de Trabajadores Judíos, mejor conocido como Bund

A tal punto llegó este nivel de antisemitismo en Rusia que en esos progromos, el zarismo contó con el apoyo del partido ultranacionalista Centurias Negras. La policía secreta zarista, la Ochraná, publicó un panfleto propagandístico antisemita, “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, en la que alertaba sobre una presunta “conspiración judía internacional” como móvil que habría justificado los progromos ante la población rusa. Durante la guerra civil, los “rusos blancos” identificaron a los judíos como simpatizantes del bolchevismo, a tenor de la presencia de importantes líderes comunistas de origen judío como Trotski, Kamenev, Zinoviev, Zdhanov o Lazar Kagánovich, entre otros. 

Ya en la etapa soviética, Stalin, de origen georgiano, mostraba una notoria desconfianza hacia los judíos, a los que consideraba como “comunidad sin patria” y “burgueses cosmopolitas”. En este sentido propició la creación en 1929 de la República de Birodbiyán, en el extremo oriental de la URSS (hoy óblast autónomo hebreo dentro de la Federación de Rusia), donde fueron “reasentados” varias comunidades de judíos soviéticos, emulando así lo que el zarismo realizó desde finales del siglo anterior.

Tras derrotar al nazismo en la II Guerra Mundial, y a pesar del reconocimiento soviético del Estado de Israel en 1948, la URSS vivió otra ola de antisemitismo en gran medida propiciada por la propaganda del Kremlin. En 1953 fue notorio el denominado “Complot de los Médicos“, una presunta conspiración judía a través del personal médico que atendió a Stalin en su lecho de muerte y que supuestamente también pretendía eliminar a altos cargos del régimen soviético. Con todo, la desestalinizacion posterior no supuso el retorno de olas periódicas de antisemitismo en la URSS. 

El final de la era soviética entre 1980 y 1990 trajo políticas de mayor flexibilización para la emigración que permitió a muchos judíos rusos salir hacia Israel, EE UU y Europa. En el plano político en Israel, una buena parte de la emigración de judíos rusos, entre otras comunidades emigrantes de la ex URSS beneficiadas con la Ley de Retorno para la obtención de la nacionalidad israelí, ha venido manifestando una mayor sintonía con el partido político Shas, ultranacionalista hebreo, sionista y religioso. 

La clase oligarca imperante en la Rusia postsoviética durante la etapa presidencial de Boris Yeltsin (1991-1999) también dio que hablar sobre el origen judío de esa nueva “nomenklatura” enriquecida de los despojos de la ex URSS. Los casos más notorios fueron los de Boris Berezovski (fallecido en 2007), Mijaíl Jodorkovski, Román Abramóvich y Mijaíl Fridman, algunos de ellos con causas judiciales aún pendientes en Rusia. Tras la guerra en Ucrania, Abramovich y Fridman se exiliaron en Israel, lo que ha convertido a este país prácticamente en el refugio de oligarcas rusos de origen judío. En órbita con las tendencias antisemitas rusas, en los 90 también fue notorio el ascenso del líder ultranacionalista Vladimir Zhirinovski, quien posteriormente se convirtió en un aliado de Putin. Falleció en 2022.En 2001, el famoso disidente ruso y ex Premio Nóbel Aleksandr Soljenitsin, autor del best sellerArchipiélago gulag, publicó un libro, Dos siglos juntos donde analizaba las relaciones históricas entre judíos y rusos. Su estudio provocó acalorados debates intelectuales y académicos. Conocido anticomunista y nacionalista ruso, Soljenitsin (fallecido en 2008) fue incluso acusado desde algunos círculos, especialmente de la comunidad ruso-judía, de presuntamente ser un “antisemita” que, entre otras lindezas,  justificaba los progromos zaristas. Una acusación que confirma esas turbulencias históricas que han vivido los judíos en Rusia, y que vuelven hoy a la escena al calor de las guerras en Ucrania y Gaza.