
Por muy desafortunado y patán que sea lo que dice y hace Donald Trump en política exterior, no lo hace de forma casual, está en la línea con lo que el presidente ha ido mostrado a lo largo de los años en diversas intervenciones públicas, a pesar de demostrar su falta de conocimiento y su interés por destruir el orden internacional.
Podemos discutir todo lo que se quiera sobre qué tipo de presidente es Donald Trump, pero una cosa innegable es que está empeñado en cumplir sus promesas de campaña. Cuando fue elegido, muchos analistas se preguntaron si su retórica de campaña no era más que teatro y si, una vez en el cargo, daría un giro hacia una política exterior más convencional. De ninguna manera.
Antes de las elecciones, conocíamos ya bastante bien la visión del mundo de Trump, aunque no nos atreviéramos a pensar que fuera a convertirla en una política presidencial. En un artículo premonitorio publicado en Politico en enero de 2016, el investigador de Brookings Institution, Thomas Wright, alegaba que las opiniones de Trump eran coherentes, pese a su apariencia confusa. Su afirmación se basaba en un análisis de las declaraciones del presidente sobre política exterior ya desde los 80. No solo tenía unos temas constantes, sino que es evidente que todo lo que ha dicho y hecho desde que está en la presidencia sigue esa misma línea. Casi todos los presidentes han aprendido y evolucionado en el cargo, pero Trump ha insistido, aún más, en sus promesas de campaña desde que gobierna para la gente que le eligió. Lo que dice lo dice en serio, y tenemos más de tres décadas de citas suyas para comprobarlo.
La base en la que se apoyan las opiniones de Trump es la inquietante mezcla que constituyen su escasísimo conocimiento del mundo y su historia, su famosa impaciencia con los detalles políticos y su firme convicción de que los presidentes que le han precedido fueron ingenuos y confiaron demasiado en el resto del mundo. En especial por lo que respecta a Obama, puesto que Trump parece obsesionado por deshacer hasta el último detalle de su legado presidencial. Para Trump, la política es un juego de suma cero, con “ganadores” y “perdedores”, y de ahí que aprecie tanto a los líderes “fuertes” y “duros” como Vladímir Putin.
Aunque Trump no lo exprese en estos términos, el tema fundamental de sus quejas en materia de política exterior es el orden liberal internacional. Está convencido de que los aliados de Estados Unidos se han aprovechado del país tanto en lo militar como en lo comercial. Esta no es ninguna revelación reciente, sino algo de lo que Trump habla desde hace décadas. Todos hemos oído sus declaraciones de que “el mundo está riéndose de nosotros” y “nuestro país ya no gana nunca”. ...
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