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Una mujer en el puerto de Portsmouth mirando el portaaviones HMS Invincible volviendo de la Guerra de las Malvinas. (Hulton Archive/Getty Images)

Un libro innovador que narra por primera vez las operaciones clandestinas del los servicios secretos británicos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Disrupt and Deny, Spies, Special Forces, and the Secret Pursuit of British Foreign Policy

Rory Cormac

Oxford University Press, 2018

Hay momentos en los que la única reacción posible a una noticia imprevista es que todo el mundo contenga la respiración. Siempre ha sido un secreto a voces que los dirigentes británicos empleaban a espías y agentes de las fuerzas especiales para interferir en los asuntos de otros países –con la mayor discreción y negándolo en la medida de lo posible–. Pero Rory Cormac ofrece a sus lectores algo más. Un libro innovador donde explica la primera historia de las operaciones clandestinas británicas publicada jamás, que abarca las siete décadas transcurridas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La obra se lee como un thriller y ayuda a comprender cómo el servicio secreto británico de inteligencia –el M16– ha difundido durante mucho tiempo informaciones falsas con el propósito de dividir y desacreditar a diversos objetivos de Oriente Medio y el Este de Europa.

Reino Unido no se limita a conspirar contra sus enemigos sino también contra sus amigos. Pero eso corresponde a la tradición. Tras la Segunda Guerra Mundial, el país tuvo que ceder cada vez más ante Estados Unidos. Pero entre sus alfilerazos –como los llama el autor– estuvieron los intentos de promover una revolución en Albania e instigar golpes en el Congo, Egipto, Siria, Arabia Saudí e Irán –en este último caso, con éxito y con unas consecuencias que todavía hoy siguen repercutiendo en toda la región–. Saboteó buques para impedir la llegada de refugiados a Israel, canalizó ayuda en secreto para los rebeldes en Afganistán y emprendió una guerra cultural y económica durante la Guerra Fría contra Estados comunistas y aliados como Francia.

El Reino Unido libró una guerra secreta en Yemen, Omán e Indonesia y usó discretamente las fuerzas especiales para eliminar a sus enemigos de la Malasia colonial y de Libia durante la Primavera Árabe. Si esto es lo que se entiende por rendir por encima de sus posibilidades, desde luego a los británicos se les da muy bien. El autor revela un mundo de intrigas y manejos en los rincones más oscuros de la burocracia británica que es fascinante, tanto en los detalles como en un sentido más amplio, porque es al mismo tiempo la historia de los intentos del país de utilizar, durante décadas, pretextos y engaños para enmascarar su decadencia como potencia mundial. Las operaciones clandestinas suelen ir más asociadas a la CIA, pero Rory Cormac plantea una cuestión crucial cuando dice que “pocos se dan cuenta de que para el Reino Unido, un Estado aparentemente en constante pérdida de su condición de gran potencia, las acciones clandestinas han sido todavía más importantes. Los británicos, sencillamente, son más hábiles a la hora de ocultarlas”.

The headquarters of Britain's MI6 intelligence agency are pictured in London,
La sede la agencia de inteligencia británica M16 en Londres. (Bertrand Langlois/AFP/Getty Images)

A los lectores británicos les interesará la historia de las operaciones clandestinas del M16 para acabar con el Ejército Republicano Irlandés (el IRA) a principios de los 70. Utilizando métodos de la Guerra Fría y la contrainsurgencia colonial, un veterano de viejas campañas británicas, que tenía fama de ser el último de los magnates corruptos y estaba encantado con ello, trazó una lista de posibles operaciones encubiertas. El autor escribe que “la espectacular lista —tan secreta que seguramente fue destruida hace mucho tiempo— hizo que los funcionarios británicos contuvieran colectivamente la respiración. No solo incluía la falsificación de cartas y el sabotaje de armas y municiones del IRA, sino que llegaba al asesinato. A Dick White, el coordinador de inteligencia de Gran Bretaña y el agente secreto de más rango del país, se le demudó el rostro. Aun así, transmitió las opciones, como era su deber, al primer ministro Edward Heath cada vez más frustrado”. Pero lo que parecía apropiado contra los soviéticos —o en algún remoto rincón del moribundo Imperio Británico— lo era “mucho menos en las calles del Reino Unido”.

Para los lectores interesados por los asuntos de Oriente Medio, leer sobre el uso de operaciones encubiertas en Omán, Irán, Yemen y Egipto, antes y después de la crisis de Suez en 1956, resultará fascinante. Gran Bretaña contribuyó de manera crucial a derrocar al primer ministro elegido democráticamente Mohammed Mossadeq en 1953. La estrategia la puso en marcha Herbert Morrison, el belicoso ministro de Exteriores del primer ministro laborista Clement Atlee, cuya experiencia en política exterior era mínima y aún mayor su ignorancia sobre Oriente Medio. Estados Unidos, al principio, era reacio. Pero Gran Bretaña no, y el primer ministro en 1953 —nada menos que Winston Churchill— se mostró entusiasmado. Las grandes compañías petroleras ayudaron de buen grado. Es digno de mención el hecho de que todos los líderes políticos estuvieron dispuestos a participar en tan turbia operación, tanto los de derecha como los de izquierdas. El laborismo nunca había tenido una política exterior definida, especialmente en relación con Oriente Medio. El relato de Cormac nos lleva a Egipto y Yemen —donde la injerencia fue total— y hasta el momento de la campaña para derrocar al coronel Muamar al Gadafi.

El libro aborda un tema interesante cuando llega a la época de Margaret Thatcher, una primera ministra que era muy partidaria de los métodos clandestinos para defender los intereses británicos. “El sombrío mundo de la inteligencia, las armas y la economía extendió sus brazos hasta el Banco de Inglaterra, con el que siempre había tenido vínculos. A mediados de los 80, el gobernador del banco recibió una denuncia anónima de que el Banco Internacional de Crédito y Comercio (BCCI por sus siglas en inglés) —que, en teoría, estaba bajo su supervisión— estaba llevando a cabo actividades fraudulentas y delictivas, incluida la financiación del narcotráfico y el terrorismo”. Cuando el BCCI quebró, con una deuda no declarada de 7.000 millones de dólares, hubo “fuertes sospechas de que los servicios de inteligencia occidentales lo habían utilizado para pagar a agentes extranjeros, enviar dinero a los muyahidines afganos y organizar compraventas clandestinas de armas. También hubo sólidas conexiones entre el BCCI y los que estaban vendiendo armas a Irán y financiando ilegalmente a la contra nicaragüense —los grupos contrarrevolucionarios que intentaron el derrocamiento del Frente Sandinista de Liberación Nacional—”. Los responsables del Tesoro británico hicieron “todo lo posible para impedir que se entregara a los acreedores varios documentos del servicio secreto relacionados”.

No puede haber un comentario más apropiado sobre este libro, la primera historia de las operaciones clandestinas británicas en la era moderna, que esta cita de una carta enviada por el primer ministro británico Harold Macmillan al presidente estadounidense Dwight Eisenhower el 29 de marzo de 1957: “Esta técnica moderna de actuar siempre a la vista del público hace nuestra vida casi intolerable”. Esta obra, escrita con gran elegancia, es de lectura obligada para cualquier estudioso o profesional de la política internacional.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia