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Rebeldes de SPLM-IO, movimiento antigubernamental patrullan en Panyume, Sudán del Sur(SUMY SADURNI/AFP/Getty Images)

Desde que estalló la guerra civil en Sudán del Sur, hace cinco años, han muerto 400.000 personas. En septiembre, el presidente Salva Kiir y su principal adversario, el exvicepresidente convertido en líder rebelde Riek Machar, firmaron un acuerdo de alto el fuego y para gobernar juntos hasta las elecciones de 2022. El pacto satisface, al menos por ahora, los intereses de los dos rivales, los del presidente Omar al Bashir de Sudán y los del presidente Yoweri Museveni de Uganda, los dos dirigentes regionales con más influencia en el país. Y, sobre todo, ha hecho que disminuya la violencia. Por ahora, ese es motivo suficiente para apoyar el acuerdo. Pero existen muy pocas probabilidades de que sea el preludio de una nueva época de estabilidad.

En primer lugar, el acuerdo es inquietantemente similar al que los dos políticos firmaron en agosto de 2015, que se deshizo al año siguiente y provocó la intensificación de los combates. Al prever las elecciones para 2022, el acuerdo prolonga la rivalidad entre Kiir y Machar hasta entonces y prepara el terreno para otro gran enfrentamiento. Además, quedan detalles por resolver. Entre los aspectos más alarmantes está la falta de acuerdo sobre las medidas de seguridad para Juba, la capital, y los planes para crear un Ejército nacional unificado.

Mientras tanto, en Sudán, Bashir se enfrenta a lo que podría ser un serio desafío a su poder. A mediados de diciembre, las calles de muchos pueblos y ciudades se llenaron de manifestantes para denunciar los altos precios y exigir la dimisión del presidente. No está claro cuál es el objetivo último de los manifestantes, pero una crisis en el vecino del norte podría tener un efecto tremendamente desestabilizador para Sudán del Sur.

Por último, los donantes, cansados de financiar acuerdos que fracasan, ahora están manteniéndose, en general, al margen. Estados Unidos, que hasta hace poco dirigía la diplomacia occidental en Sudán del Sur, ha dado un paso atrás. Otros están esperando a ver si Kiir y Machar hacen avances tangibles antes de abrir los talonarios.

Esa cautela es comprensible. Pero, si fracasa este acuerdo, no está claro qué lo sustituirá, y el país podría volver a sumirse en un gran baño de sangre. Será necesario que un tercero practique la diplomacia itinerante entre los jefes de Estado de la región, que respaldan a distintos bandos y están interesados, sobre todo, en proteger sus propios intereses inmediatos. Un enviado especial, que cuente con el respaldo claro de Occidente y otras potencias ajenas a la región, podría hacer que los líderes regionales se aseguren de que se mantiene el acuerdo y crear un consenso para lograr un acuerdo más amplio que reparta el poder entre los distintos grupos y regiones de Sudán del Sur. Sin él, la frágil oportunidad de paz que existe en la actualidad podría evaporarse.

 

Originalmente publicado en Foreign Policy: 10 Conflicts to Watch in 2019

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia