Un repaso a la actual situación geopolítica de Estonia, Letonia y Lituania.

El pasado verano Madrid acogió la fase final del campeonato mundial de baloncesto. Este hecho monopolizó la información que generaban las repúblicas bálticas en Internet, región sobre la que hasta entonces abundaban entradas relacionadas con el turismo, invitando a visitar sus tres bellas capitales. Medio año después, y un endurecimiento de la política internacional del presidente ruso, Vladímir Putin, la búsqueda ofrece unos resultados novedosos: ahora las noticias hablan de rearme ante la amenaza rusa para evitar que se repita lo sucedido en Ucrania. Ha sido, pues, lo acontecido en el último año un acicate para que estos tres Estados llamen la atención ante la suerte que pueden correr si Rusia prolonga su política expansionista sobre los países del espacio post soviético. Con Crimea en la memoria, los movimientos no se han hecho esperar por ninguna de las partes involucradas.
2004, año en que se decidió de qué lado estar
Para Estonia, Letonia y Lituania 2004 supuso el verdadero punto de inflexión desde que en 1991 recuperaran la independencia de la URSS: su doble ingreso en la Unión Europea y la OTAN consolidó un giro occidental que conllevaba, sin duda, el rechazo a la opción rusa. Desde entonces forman la esquina noroeste del marco europeo, posición que les ha permitido pasar ciertamente inadvertidos durante esta última década. Una vez que lograron formar parte como país miembro de la UE fueron desarrollando su actividad sin recibir mucha atención. Tan poca ha sido la atención que no se ha solucionado una flagrante violación de los derechos humanos en países como Letonia y, menor medida en Estonia, con relación a la población de ascendencia rusa. Esta comunidad, que fue emigrando desde Rusia a partir de 1940 y alcanza hasta el 30% de la población en el caso letón, sufre una clara discriminación por parte del Gobierno, ya que le impide acceder a puestos públicos o incluso votar en las elecciones parlamentarias, locales o europeas. Conocidos como “no ciudadanos”, tampoco disponen del mismo pasaporte que sus compatriotas. Esto sucede dentro de las fronteras de la Unión Europea.
La circunstancia recuerda a las reivindicaciones de Putin sobre la situación de los rusos en Crimea y el párrafo que se puede leer en la Constitución rusa: “garantizar el apoyo de sus ciudadanos fuera de su territorio”. Por lo tanto, dentro de los intereses de estos países, y de cara a la defensa ante un movimiento de Rusia, urge solucionar este asunto y así desarmar los argumentos del país vecino. Como efecto colateral, la naturalización desactivaría a una parte de la población adoctrinada por Moscú. No se puede olvidar que el ganador de las últimas elecciones generales en Letonia fue Armonía, partido prorruso, y que solo una coalición de partidos impidió que gobernaran.
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