El día que España firmaba su adhesión a la Unión Europea, ETA asesinó a tres personas en Madrid. Como tantas otras veces, la alegría por la culminación de un enorme esfuerzo que nos llevaría a uno de los periodos más prósperos de la historia reciente del país, quedaba empañada por la huella sanguinaria de la organización terrorista.
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En los primeros días de la cuarta Presidencia de la Unión Europea (UE), para España hay una prioridad que permanece inalterable, la amenaza terrorista. No únicamente el terrorismo de ETA, del que recientemente se ha cumplido su siniestro 50 aniversario, sino también el terrorismo internacional, que nos golpeó duramente el 11 de marzo de 2004, y que por medio de Al Qaeda en el Magreb Islámico mantiene secuestrados a tres ciudadanos españoles.
En el contexto de terrorismo autóctono era lógico que las anteriores presidencias españolas de la UE incidieran en el impulso del Espacio de Libertad, Seguridad y Justicia. La aprobación de un importante instrumento de lucha contra el terrorismo, la Euroorden -que simplificaba los lentos procedimientos de extradición-, la aprobación de la decisión marco que concretaba una aproximación de las legislaciones y penas en materia antiterrorista, la puesta en marcha de Eurojust y la firma del convenio de Europol sobre cooperación policial, son algunos de los logros alcanzados durante las presidencias españolas. Un balance positivo del esfuerzo realizado para contribuir a reforzar la seguridad europea y en paralelo, combatir con mayor eficacia a la banda terrorista que al traspasar los Pirineos había dejado de ser un problema exclusivamente nacional.
España ha presidido la UE en tres ocasiones: primer semestre de 1989, segundo semestre de 1995 y primer semestre de 2002. En todos esos años ha habido víctimas de ETA, no sólo mortales sino también secuestrados, extorsionados, amenazados y heridos. En 1989, tras dejar atrás los años de plomo de terror indiscriminado hubo 19 muertos. Con 15 víctimas finalizó 1995, tras remontar la crisis que provocó en la organización la caída de Bidart en 1992. En 2002, que se caracterizó por ser la primera Presidencia europea tras el 11-S y en la que la lucha contra el terrorismo tuvo un perfil elevado, ETA aumento su sanguinaria estadística con cinco nuevas víctimas.
Siguiendo esta secuencia decreciente en el número de víctimas llegamos a 2010 en que asumimos la Presidencia europea con un escenario difícil de determinar respecto al terrorismo etarra, si bien el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba ha apuntado acertadamente que hay que mantener la guardia. La organización sigue activa y tiene voluntad para hacer daño, por lo que no se puede descartar algún tipo de acción durante este semestre, aprovechando la oportunidad que les reporte protagonismo en la escena internacional. Sin embargo, hay también importantes factores que contrarrestan su operatividad y que pueden hacerlo en los próximos meses. Entre ellos destacan tanto la eficacia policial y judicial con el mayor número de detenidos, procesados y encarcelados de la historia de la organización, como la fructífera cooperación hispano-francesa e internacional.
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