Un verdadero cambio en las relaciones entre Estados Unidos y los países de América Latina y Caribe pasa por cumplir con los compromisos adquiridos y restaurar la confianza mutua.

Barack Obama ha propuesto establecer una nueva relación con América Latina y el Caribe, “fundada en medidas pragmáticas y responsables que promuevan nuestra prosperidad común”. La primera acción de su Administración fue cerrar la cárcel de Guantánamo y reafirmar la dignidad humana.
El contexto hemisférico ha cambiado profundamente en la primera década del siglo XXI. Las relaciones de poder se han reajustado. Esto se produce en un contexto de creciente interdependencia de la región con el sistema internacional. La crisis financiera lo demuestra, con sus graves consecuencias económicas, sociales y políticas.

América Latina y el Caribe (ALC) son más diversos y plurales que nunca. Los países han diversificado su inserción internacional, no sólo en comercio, sino también en las relaciones políticas y estratégicas. España ocupa el lugar más relevante como inversor. La Unión Europea continúa aportando la mayor cooperación. China aparece como un actor con más presencia y peso en la zona e Irán también busca un acercamiento, más allá de la mano que le tiende Venezuela. Incluso Rusia ha incursionado con su flota y sus aviones en el área. Estados Unidos estuvo ausente de la región, que ocupó un lugar marginal en su política exterior durante la anterior Administración, lo que supuso más acuerdos entre los países del ALC y, a su vez, de éstos con el sistema internacional.

El peso de Brasil, la décima economía del planeta, se ha incrementado, y está desarrollando una política de liderazgo mundial y regional. Las alianzas en el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y BISA (Brasil, India y Suráfrica), además de su iniciativa para desarrollar un diálogo biregional con los países árabes evidencian esa proyección global. La institucionalización de UNASUR y del Consejo de Defensa Suramericano son también dos iniciativas importantes impulsadas por el gigante latinoamericano.

En el caso de Venezuela se puede señalar algo similar, en especial, con su iniciativa de integración ALBA (Alternativa Bolivariana de las Américas) y los instrumentos y escenarios de cooperación que ha impulsado. A su propuesta se suman Bolivia, Cuba, Dominica, Honduras y Nicaragua, mientras Ecuador participa sólo como observador. Otro es el Acuerdo de Petrocaribe, mecanismo de cooperación que cuenta con la adhesión de 18 países de la zona.





























           
El hecho de que la Administración Obama tenga mayoría en el Congreso es una gran oportunidad
           

Los procesos de integración regional, tanto de carácter político como comerciales -si bien tienen importantes déficit e inconsistencias- muestran un trabajo constante y persistente que incrementa la autonomía política del área. La reunión del mes de diciembre de Costa do Sauipe (Brasil) lo reflejan con gran nitidez. Al igual que el trabajo paciente y constante de México en el Grupo de Río, instancia que propone formalizarse como entidad internacional y en la que no participan ni Estados Unidos ni Canadá.

No obstante, ALC siguen siendo una región de primordial importancia para Estados Unidos. El 30% del petróleo que importa EE UU proviene de sus vecinos del sur, cifra superior al crudo que compra en Oriente Medio. América Latina y el Caribe adquieren el 50% de todas las exportaciones estadounidenses y, por su parte, aportan con el 50% de sus importaciones. La interdependencia mutua es creciente. Diez de los once países del Arco del Pacífico Latinoamericano han suscrito acuerdos de libre comercio con EE UU. Además, parte sustantiva de la fuerza laboral estadounidense proviene de ALC. En lo político, se comparten en el hemisferio los valores esenciales de la democracia representativa, estabilidad y el respeto a los derechos humanos y la paz.

 

UN NUEVO COMIENZO

En la reciente Cumbre de las Américas primó el respeto  y la voluntad de escuchar y de dialogar. De consultar antes de actuar. Más que políticas para/hacia ALC de lo que se trata es construir políticas con la región. Establecer una asociación sobre una agenda concreta. En Trinidad y Tobago se ha reconocido esta oportunidad y se ha iniciado un diálogo constructivo capaz de afrontar los grandes desafíos de forma mancomunada. Es un nuevo comienzo para reconstruir la confianza y el multilateralismo regional. Las aspiraciones compartidas requieren concretarse en políticas asociativas, fundadas en la igualdad y el respeto mutuo, como bases de colaboración. Sin embargo, las instancias institucionales de diálogo son débiles. Se requiere fortalecer y desarrollar la OEA (Organización de Estados Americanos) y el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), conjuntamente con la creación de otros espacios. Consolidar la instancia de diálogo de Jefes de Estado es esencial, así como establecer una periodicidad mínima cada tres años. En la era de la globalización no hay ningún poder que por sí solo pueda enfrentar con éxito los riesgos o alcanzar sus principales aspiraciones, ni siquiera Estados Unidos.

La Cumbre ha abarcado asuntos como el desarrollo, la energía, los alimentos, el cambio climático, temas sobre los que Obama ofreció desarrollar una “asociación para energías alternativas limpias”. Por otra parte, la migración apareció con fuerza en los debates y no será resuelto con el muro. Solo una política coordinada que supere el desempleo y los efectos más devastadores de la crisis en México y Centroamérica podrá encontrar nuevos caminos de solución. En cuestiones referidas a la seguridad y el crimen organizado es necesario construir visiones donde la corresponsabilidad sea la base para las acciones coordinadas. El problema de las drogas pasa por reconocer el fracaso de las políticas antinarcóticos aplicadas. Algo similar ocurre en relación con Cuba, donde los primeros contactos postcumbre son auspiciosos. El reconocimiento del fracaso del bloqueo y las medidas tomadas son los inicios de un camino de diálogo directo, sin intermediarios, que tendrá como testigo a toda la región.

El hecho de que la Administración Obama tenga mayoría en el Congreso es una gran oportunidad. Sin embargo, el presidente de Estados Unidos estará centrado en las demandas de la crisis financiera, así como en los compromisos relacionados con las guerras exteriores y la seguridad nuclear. Todo esto restará inevitablemente tiempo a la agenda para América Latina y Caribe.

Dependerá entonces de la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, y su equipo latinoamericano concretar el “nuevo trato” que ofreció el presidente Obama. Será un proceso largo que requiere cumplir compromisos asumidos y, con ello, restituir la confianza mutua.