Barco holandés usado como Fuerza Naval Europea (EUNAVFOR) en la Operación Atlanta. Carl de Souza/AFP/Getty Images

Un ensayo sobre cómo mejorar la defensa de la UE y fortalecer sus capacidades de seguridad.


Strategic Autonomy and the Defence of Europe

Hans-Peter Bartels, Anna Maria Kellner y Uwe Optenhögel (Coord.)

Dietz, 2017


La reciente firma de la PESCO (Cooperación Estructurada Permanente de la UE) pone de manifiesto, una vez más, el interés sobre las materias de seguridad y las cuestiones geoestratégicas, así como las iniciativas orientadas al estudio y el intercambio de puntos de vista sobre la defensa europea. Este es el caso de Strategic Autonomy and the Defence of Europe. Se trata de un conjunto de análisis realizados por un grupo formado por 41 autores de distintos perfiles académicos y profesionales que tratan de profundizar en cómo lograr mejorar la defensa de la Unión Europea, y cómo desarrollar y fortalecer sus capacidades de seguridad, según los deseos del Consejo para que la Capacity Building in Security and Development (CBSD) sea una realidad.

La tesis de fondo, cuya idea comenzó a gestarse en 2016, es si todas estas políticas comunitarias van orientadas a crear un ejército europeo, si las medidas puestas en marcha son la hoja de ruta para un proyecto mucho más ambicioso. El resultado es un interesante ensayo con visión sobre la toma de decisiones, y un referente en cuanto a la valoración de las características de esos actores, que son los Estados miembros de la UE. En esta obra se muestran datos y tendencias en el gasto de defensa de todos los países, así como los estándares de modernización y cooperación; también identifica las fuerzas que dan forma a las políticas de seguridad y defensa, tanto nacionales como europeas.

Este criterio es doble, por lo que la estructura del libro se divide en dos partes: una dedicada a la realidad estratégica de la Unión, realizada por tres autores principales, y otra dedicada a un análisis pormenorizado de cada uno de los países miembros, en función de la respuesta a un cuestionario propuesto de ocho preguntas. ¿Cuál es el resultado? El objetivo final es poder comprender cada uno de los actores que forman parte del proyecto europeo, incluyendo la realidad de sus fuerzas armadas, el presupuesto asignado -comparativa con el pasado y estimación futura-, la percepción de la opinión pública, los contenidos de los debates políticos, y si ha habido o está planificado algún proyecto en materia de cooperación militar multilateral, ya sea en ejercicios y maniobras, o en misiones internacionales. Esto es de interés para analistas y para aquellos investigadores que estén realizando estudios en estas materias con fines académicos.

El punto de partida es el entorno de la política de seguridad de Europa, caracterizado por el conflicto en Ucrania y las tensiones con Rusia, la crisis de refugiados y el conflicto en Siria. Fue entonces cuando el Consejo Europeo encargó a la Alta Representante y Vicepresidenta de la Comisión, Federica Mogherini, que redactara una nueva estrategia de seguridad europea. Desde una perspectiva de los hechos, cabe recordar que nadie podría haber predicho el nivel de importancia política que tendría la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) de la UE. Junto a estos conflictos originados en la frontera europea, había que añadir la decisión del referéndum británico del Brexit y las prioridades estadounidenses tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EE UU. Además, otro problema son las líneas cada vez más borrosas entre la seguridad interna y externa, causadas sobre todo por una escalada de la amenaza terrorista y la creciente presión de la migración, que se intensificó en 2015 en un flujo masivo de refugiados hacia países del interior. Estas amenazas exigen, en primer lugar, respuestas principalmente civiles y despliegues de la policía. Las amenazas externas, que requieren fuerzas militares fuertes, son demandadas por los socios del Este con motivo de la anexión de Crimea en 2014 por parte de Rusia. Junto con la drástica presión por la cuestión de la falta de presupuestos, esto naturalmente tuvo repercusiones negativas considerables en la falta de credibilidad de la PCSD.

Las diferencias sobre los intereses de seguridad y las evaluaciones de riesgos habían impedido hasta la fecha el surgimiento de una cultura estratégica compartida y ha obstaculizado la formación de instrumentos, estructuras y procedimientos militares europeos comunes. Lo cierto es que la falta de liderazgo político, la complejidad institucional, la inadecuada coordinación a nivel de planificación y operacional, y la vacilación para suministrar tropas y equipos impiden cualquier despliegue que exceda el alcance, el tamaño y la duración de las actuales misiones europeas, que son pequeñas. La conclusión es evidente: pueden más las palabras que los hechos. Como se describe en estas páginas, sin un brazo fuerte de seguridad y defensa, la UE no está en condiciones de cumplir su propia ambición de actuar como un poder para el orden regional con un enfoque integral, y contribuir decisivamente a la prevención de conflictos y la gestión de crisis.

Desde diciembre de 2013, los Estados miembros no solo adoptaron una Estrategia de Seguridad Marítima (2014), sino que también establecieron un marco de políticas de defensa de la UE (2014) y un acuerdo de políticas para la cooperación de defensa sistemática y de largo plazo (2014). El resultado es establecer directrices para ampliar capacidades de defensa, en coherencia con los procesos de planificación de la OTAN. En opinión de los autores, crear las condiciones previas para una mayor autonomía estratégica para la Unión y el restablecimiento de su capacidad para operar como garante de la seguridad internacional, requerirá de una mayor cooperación entre los Estados miembros en materia de defensa, y el desarrollo de una industria tecnológica sólida e integrada. Sólo de esta forma, la UE puede hacer una contribución positiva a la OTAN, ya que EE UU -antes Obama y ahora Trump- han dejado claras sus intenciones con respecto a los compromisos anunciados. Desde el punto de vista político, hace falta un nuevo equilibrio en Bruselas entre los valores e los intereses, o mejor dicho, comprometerse seriamente con la estrategia global que los propios líderes han pedido.

Los expertos y observadores coinciden en que la actual Estrategia Global de la UE cumple sus objetivos y, si se obra en consecuencia, reubicará las relaciones externas de la Unión dentro de los múltiples desafíos de la actual situación interna y externa, haciendo realidad su capacidad geopolítica. Desde esta perspectiva, varios han sido los jefes de gobierno que han planteado un ejército europeo, aunque se difiera en su planteamiento político, industrial y operacional. Como telón de fondo, me temo que cabría recordar la débil realidad del Eurocuerpo, como parte del capítulo de lecciones aprendidas.

¿Qué temores hay, entonces? Por un lado, se teme que las estructuras duales debiliten a la OTAN, y por otro, que renunciar a los ejércitos nacionales podría parecer perjudicial para la propia soberanía estatal. Las preguntas clave que surgen ahora son estas dos: cómo debe ser, en concreto, la PCSD; y qué medidas futuras podrían favorecer una Unión Europea de la Defensa. Para responder a estas incertidumbres, el trabajo que presentamos es una buena referencia. Desde mi punto de vista, no habría que dejar de lado la variable ideológica, las tensiones electorales y las fuerzas que mueven la opinión pública, porque en muchas ocasiones va en contra de lo que debieran ser las cosas para afrontar riesgos y amenazas, desde un punto de vista realista, o por lo menos, lo condiciona de una forma determinante.

El dilema para los autores es cómo generar la autonomía estratégica para la Unión Europea, y cómo ejercitar ese poder para la paz. Pienso que, mejor que mencionar “paz” -como ocurre con “Estado de bienestar” como reclamo de las medidas económicas y laborales-, lo más correcto sería cómo recuperar la confianza de sus ciudadanos y cómo asegurar la defensa y promoción de los intereses globales de la Unión, teniendo en cuenta lo que ocurre tras nuestras fronteras. Y esto incluye las capacidades que debe desarrollar la industria. Como afirma la Estrategia Global, hoy el proyecto europeo, su prosperidad y su democracia, están siendo cuestionados. El resultado debería ser que la UE sea vista como un ejemplo de resolución pacífica de conflictos, como un modelo de integración regional, y como un actor global en política exterior y económica. Ser vista como un aliado confiable implica voluntad política y resiliencia para aceptar malas noticias.

Aquí es donde se encuentra la cuestión sobre cómo mantener y aumentar con credibilidad las capacidades militares conjuntas. Por eso, la clave ante la reciente PESCO es si tendrá o no viabilidad, pues ésta depende, en definitiva, del presupuesto que cada Estado desee aportar, con el consiguiente beneficio propio y ajeno. La conclusión de este ensayo es ofrecer una visión en conjunto del estado de la base industrial de defensa y de la cooperación militar en la Unión Europea, y ayudar al investigador o analista a evaluar la situación de cada país miembro y de la propia Bruselas.