Hombre usando gafas futuristas de realidad aumentada al aire libre. (Getty Images)

El continente está a la cola de la adopción de la IA debido a los problemas acuciantes a corto plazo que dificultan la mirada estratégica por parte de unos entes públicos que lastran las iniciativas de jóvenes emprendedores tecnológicos.

Cada mañana, Tobi Olatunyi llegaba al Hospital Universitario de Ibadán, en Nigeria, y sabía que tendría una cola de pacientes esperándolo. De media atendía a unas treinta de personas cada día y muchos otros se quedaban fuera sin poder ser atendidos. “Era un trabajo muy duro”, dice el doctor. 

Más allá del trabajo, lo peor era el papeleo burocrático necesario que ralentizaba su jornada y le hacía no poder visitar a todos los pacientes que requerían atención. Fue entonces cuando pensó: ¿y si un programa te recogiera todo lo hablado y así no tuvieras que rellenar tantas notas y formularios?

Tanto pensó que se decidió a estudiar un máster de medicina informática. ¿El objetivo? Hacer su sueño realidad. Tras pruebas durante años fallidas, en las que el software no conseguía apuntar bien la información, en 2023 nació Intron Health. La aplicación permite a los doctores recoger la voz de sus pacientes y transcribirlo inmediatamente a texto, reconociendo hasta una variedad de 200 acentos africanos. El resultado es que el tiempo de espera se ha reducido a seis. En pocos meses,  la aplicación ha transcrito más de un millón de audios de 7.000 personas en 13 países africanos.

La empresa de Olatunyi es solo una entre las más de 2.400 compañías de inteligencia artificial, un 41% son startups en sectores que van más allá de la salud como la educación, el cambio climático, la vivienda o la agricultura. Su implementación es vital para acelerar el desarrollo del continente tanto en las ciudades como en zonas rurales. En las urbes, empresas como la keniana Spatial Collective mapean los barrios marginales para poder conocer el espacio entre calles, qué uso tiene cada vivienda y dónde hay electricidad o no de cara a mejorar los servicios públicos. En el ámbito rural, existen iniciativas para predecir fenómenos climatológicos extremos que puedan preparar a los agricultores como la plaga de langostas del desierto que amenazó con la seguridad alimentaria de 13 millones de personas en el Cuerno de África entre 2020 y 2022.

La proyección es que África sea el continente líder en crecimiento de inversión en inteligencia artificial junto con Oriente Medio, con una proyección de 6,4 mil millones de dólares para 2026. Empresas internacionales como Google apoyan iniciativas locales relacionadas con la IA, pero en la mayoría de países la implementación de políticas públicas carece de un plan nacional.

Una adaptación ralentizada

En 2018, el pequeño país isleño de Mauricio fue uno de los primeros cuatro del mundo en lanzar una estrategia de inteligencia artificial, junto con Canadá, Francia y Alemania. En su documento marco, el equipo de trabajo del gobierno proponía reducciones fiscales como eliminar el impuesto de sociedades durante ocho años, subvenciones para investigaciones tecnológicas así como crear una incubadora de startups de IA, entre otras.  Un ejemplo concreto que mencionan es el uso de la IA para su anticuada industria textil, que llegó a ser vital para el país al contribuir en 2017 a un 8,7% de su PIB. Para ello buscan implementar el robot Sewbot para automatizar procesos.

Mauricio, la democracia más fuerte de África, fue pionera en el continente y desde entonces se le han unido con planes nacionales tan sólo otros dos: Egipto y Kenia. A estos países que están iniciando sus estrategias nacionales se unen Nigeria, Sudáfrica, Túnez y Marruecos como los líderes de la IA en África según el Índice Global de IA. Aunque cabe destacar que todos ellos están bajo la categoría de países “nacientes” o “despertando” en las dos fases más tempranas de la adopción tecnológica.

A nivel continental, en 2019 la Unión Africana (UA) creó un grupo de trabajo que en tres años se ha reunido en dos ocasiones, presidido por Egipto, pero sin avances tangibles para una futura regulación continental al estilo de la de la Unión Europea. En el documento marco sobre digitalización de la UA se menciona tan solo nueve veces “inteligencia artificial” y se anima a “abrazarla”, pero sin medidas concretas más allá de decir que hay que estar preparado para ella.

La realidad es que es el continente menos preparado para la adopción de la IA. En el Índice de Preparación de Gobiernos, África Subsahariana tiene la peor media, con 21 de los 25 países con peores marcas del mundo en la región y ninguno en el top 50. Los tres peores son República Centroafricana, Angola y República Democrática del Congo.

¿Qué hace que África esté tan atrás en la adopción de la IA? Hay cuatro grandes motivos, que a su vez son los mayores retos para superar a la hora de aprovechar el potencial tecnológico del continente.

Honbre masai utilizando un smartphone. (Getty Images)

Los cuatro grandes retos

El principal reto de la región es la conexión a Internet. Cómo se va a hablar de inteligencia artificial sin tener unos sistemas robustos de conectividad y sobre todo, accesibilidad. 

La penetración de Internet es de un 43,1% en el continente, más de veinte puntos menos que la media mundial, pero mientras en las ciudades hay un 64% de conectividad, esta es tan solo de un 23% en el ámbito rural.

Si una empresa tecnológica quiere modernizar los procesos agrícolas necesita conectividad y los locales necesitan un móvil con conexión para poder monitorizar sus tierras. Aunque un 83% de la población subsahariana vive en un lugar con datos móviles, sólo un 22% está realmente conectado a la Red con un smartphone. Esto es debido al coste de conexión. Según un baremo creado por World Data Lab, el coste debería ser de entorno a un 10-15% de los ingresos, pero tan solo en África Occidental ya se duplica, llevando a lo que se conoce como la “pobreza de Internet”. Otro informe habla de que los africanos pagan un 78% más que los asiáticos de media por la Red.

Al acceso y precio se une un segundo gran reto: los obstáculos públicos. Ya no es solo la falta de un plan nacional estable que sea duradero, sino las trabas que se ponen. Los gobiernos africanos tienen la capacidad de apagar Internet a su gusto y dos tercios de los países africanos lo han hecho en época electoral o para contener protestas. Tan solo en 2022, los cierres de la Red costaron más de 200 millones de dólares en pérdidas económicas en el continente, lo que lastra el desarrollo empresarial y la confianza de los inversores.

Un tercer gran reto es solventar el marco legal. ¿Cómo se articulan las leyes de la IA en África, en clave continental, difiere por países? Sólo Mauricio, Kenia o Egipto están apostando por regular, sin embargo, cada uno va por su cuenta y dificulta su adopción a nivel continental.

Por último y no menos importante es el capital humano. Este problema no es solo de África, pero es algo clave para poder adoptarlo: en 2019, último año con datos, solo había unos 36.000 profesionales especializados en IA en todo el mundo y el 40% de ellos estaban en Estados Unidos. En 2021, la Academic City University de Ghana se convirtió en la primera universidad africana en ofrecer un grado completo de inteligencia artificial en el continente y un 54% de las universidades encuestadas en el informe de la IA en África ya cuentan con algún módulo o clase sobre esta. Mauricio anotó en su plan nacional la formación como uno de los principales objetivos para tener talento local a través de la creación de másteres y programas de doctorado de IA.

El problema, sin embargo, viene de base: tan solo un 9% de la población africana llega a la época universitaria, por lo que los números siguen siendo realmente bajos: en total poco más de 3.500 jóvenes han cursado alguna materia relacionada con la IA en un grado y menos de un millar en un posgrado.

Un salto demasiado grande

África nunca ha tenido una revolución industrial que haya permitido a sus países desarrollarse hacia economías de clase media, pero el continente busca saltarse las tres primeras y adoptar la 4ª revolución industrial, la tecnológica.

Uno de cada cinco jóvenes del mundo son africanos y la población menor de 35 años seguirá creciendo en el continente. La vitalidad joven es una oportunidad a futuro, pero el infradesarrollo tecnológico y la falta de una apuesta decidida por gobiernos cuyos problemas más acuciantes están fuera de las pantallas ralentiza la adopción de una inteligencia artificial que multiplica por 32 cada dólar invertido. El avance económico y tecnológico está a la cola del mundo en un continente donde lo público impide el desarrollo de grandes ideas ciudadanas.