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"El tema de la tecnología y la innovación estará en el corazón y en el centro de todo lo que hagamos", reza el programa de la COP 28, conferencia de la ONU sobre el cambio climático, que se celebra este año en Dubái. Aunque existe un claro consenso sobre el papel crucial de la innovación tecnológica en la lucha contra el desafío medioambiental, en lo que a menudo no se incide tanto es en la necesidad de un debate más profundo sobre, por ejemplo, los efectos adversos medioambientales y sociales de algunas de las nuevas tecnologías, o sobre cómo la innovación debe abordarse en un sentido amplio, ir más allá de lo puramente científico y tecnológico, impactando también en la manera de hacer política, en la cultura empresarial, en lo social y lo educativo. Esto nos lleva inevitablemente a replantearnos, además, si basta solo con cambiar nuestro modo de vivir, aprender y trabajar, y si todo ello no pasa también por desarrollar un nuevo sistema de valores y creencias, repensando el vínculo que tenemos los seres humanos con la naturaleza. 

Sin necesidad de caer en la distopía a lo Black Mirror o a la ingenuidad de que la tecnología es neutral e inocua, no podemos negar que la revolución tecnológica alberga un gran potencial como aliada frente a la crisis climática y la descarbonización. De hecho, la innovación ecológica, entendida como "la creación o la introducción de bienes y servicios nuevos o mejorados que dejen una menor huella de carbono y que abran ventanas de oportunidad verdes", va pillando ritmo, especialmente en el terreno de las tecnologías frontera verdes y las vinculadas a la industria 4.0. Entre aquellas con un mayor estado de madurez, se hallan la inteligencia artificial, las energías solar y eólica, biomasas, biocombustibles, el hidrógeno renovable, entre otras, según la UNCTAD, que señala a Estados Unidos y China como líderes de estas nuevas tecnologías con casi el 70% de las patentes, aunque en competición con países europeos (Alemania, Francia y Reino Unido), India, Japón y Corea del Sur en categorías concretas. En el ámbito de la Unión Europea, el desempeño en la última década muestra una "constante tendencia creciente en ecoinnovación", con importantes mejoras en la eficiencia de los recursos y el número de publicaciones, según la Agencia Europa del Medio Ambiente. Luxemburgo, Finlandia y Austria encabezan el índice de innovación verde europeo, con España en el décimo lugar de los 27 Estados miembros.

En el otro lado de la moneda, sabemos también que la innovación tecnológica, por sí sola, no basta para lograr un futuro sostenible e inclusivo, que las tecnologías de la energías renovables, por ejemplo, también conlleva dilemas éticos y que las políticas vinculadas a la transición ecológica, en la práctica, crean ganadores y perdedores. Esto implica que las tensiones estarán servidas, pero ¿estamos preparados para gestionarlas? Este desafiante escenario nos obliga a poner la política en el centro, dejando a un lado los enfoques puramente tecnocráticos que no busquen amplios consensos políticos y sociales de cara a las transformaciones que vienen, y que a la larga puedan generar resistencias o incluso provoquen un auge de narrativas de rechazo hacia la transición ecológica. 

Por ello, es necesario hacer una apuesta por la innovación política, entendida como la búsqueda de nuevas políticas, herramientas, objetivos, cuando los ya existentes no son capaces de abordar los retos de manera adecuada. Y es que la innovación tecnológica y el cambio de comportamiento, aunque fundamentales, se quedan cortos para la tarea de construir un futuro sostenible. En este terreno, en los últimos años se han puesto en marcha, por ejemplo, las asambleas climáticas a escala local y nacional, con el objetivo de incorporar a los ciudadanos a la conversación sobre las metas medioambientales. Sin embargo, aunque son instrumentos novedosos y valiosos, y aún claramente mejorables, "se necesitan otras reformas en las prácticas democráticas para abordar la política a nivel macro sobre quién paga la transición y cómo las sociedades pueden superar el enfoque superficial en soluciones tecnológicas hacia ajustes a gran escala en modelos económicos y políticos", alertan los estudios sobre el impacto político del reparto de costes que implica la transición verde. 

¿Y qué pasa con la innovación social? ¿Puede aportar? Entendida como nuevas ideas que sirven para alcanzar objetivos sociales, puede contribuir a "una transición energética baja en carbono, al empoderamiento cívico y a objetivos sociales relacionados con el bienestar general de las comunidades”, según las investigaciones en esta materia, a través, por ejemplo, de incentivos sociales que promuevan cambios de comportamiento, nuevas formas organizativas y de gobernanza, etcétera. En definitiva, la innovación social puede jugar un rol relevante en acelerar transiciones energéticas que sean sostenible y justas, puesto que tiene "un potencial transformador en las relaciones de poder" y "logra mayores grados de aceptación social", siempre y cuando existan, eso sí, políticas que apoyen tales esfuerzos.

Respecto a las empresas, parece que también hay trabajo por delante, si tenemos en cuenta que solo un 4% de las grandes compañías a escala global cumplen con las pautas de los objetivos climáticos de la ONU, según un informe de Neto Zero Tracker. Aunque en la cultura empresarial se han ido popularizando los criterios ESG (los factores ambientales, sociales y de gobernanza que hacen a una empresa sostenible) en sus decisiones, también han ido creciendo el lavado verde, es decir, la práctica de dar una imagen de responsabilidad ecológica exagerada o falsa, lo que está provocando que crezca el escepticismo alrededor de la implementación de los ESG en las estrategias empresariales. De hecho, recientemente la Comisión Europa ha decidido tomar cartas en el asunto presentando una propuesta de directiva, Green Claims, para abordar el problema del greenwashing. El desafío de la sostenibilidad sigue siendo una tarea pendiente para la mayoría de las compañías, pero lo que sí apoya la literatura académica es que el compromiso de éstas con la sostenibilidad podría estar "fuertemente arraigado en los valores organizacionales" y subrayan "la importancia de una cultura proactiva orientada a la sostenibilidad como precursora del éxito de la innovación en sostenibilidad". 

El mundo de la empresa nos lleva también a las cuestiones vinculadas con la educación, el talento y la empleabilidad, al conocimiento y las habilidades imprescindibles para la transición verde. En el ámbito académico, incluir el cambio climático de manera transversal en los programas de enseñanza en todo tipo de disciplinas, analizar las fortalezas y vulnerabilidades de los planes de estudios, formar al equipo docente y maximizar sinergias a través de mayores conexiones entre la enseñanza y la investigación son algunas de las acciones prioritarias. 

Cuando pensamos en capacitación de cara a la gran transformación que implica la transición ecológica, las habilidades técnicas, muchas de ellas vinculadas con las materias STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), son las primeras que se nos vienen a la cabeza. Un conocimiento científico-técnico que, por un lado, aqueja de una profunda brecha de género (las mujeres representarán solo el 28% de la fuerza laboral en estas disciplinas) y que, por otro, aunque es indispensable, ¿es suficiente? Parece que no. Cada vez son más las voces que reivindican cualidades como el pensamiento crítico, la creatividad y el liderazgo como esenciales para la consecución de un futuro sostenible. Personas capaces de innovar en la manera de resolver los problemas, de identificar dilemas éticos, profesionales que piensan y trabajan con las gafas verdes puestas.

En este contexto, las Humanidades tienen y deben tener su espacio. De hecho, disciplinas como la Filosofía, que siempre ha sufrido de malas tasas de empleabilidad, empieza a considerarse una formación atractiva por parte del sector tecnológico, donde este perfil en entornos como Silicon Valley se perciben hoy como valiosos. Porque sí, igual que la innovación, en sus múltiples facetas, es un aliado frente al cambio climático y la transición verde, la Filosofía también puede ser de gran ayuda para establecer conexiones complejas, evaluar argumentos, buscar respuestas a dilemas éticos, promover la discusión y el pensamiento crítico sobre cuestiones tales como la relación que tenemos con la naturaleza, el valor de la vida humana, las demandas de justicia, el impacto de la decisiones de hoy en la generaciones del mañana, por mencionar solo algunas. Y es que muchas de las preguntas que surgen vinculadas a la lucha contra el cambio climático "no pueden reducirse a una comprensión científica y requieren una comprensión filosófica. Debido a su naturaleza como cuestión de justicia social, las personas en Humanidades son absolutamente esenciales, tal vez incluso más que los científicos, para resolver la crisis climática", afirma el filósofo Andy Lamey de la Universidad de California.

Los aspectos científicos y tecnológicos son vitales para abordar el desafío medioambiental y transitar a un modelo sostenible, la innovación en lo político, social empresarial y educativo también, pero necesitamos además como sociedades impulsar discusiones de calado; para algunos, como la autora del libro Naturaleza sagrada, incluso reflexiones de carácter espiritual. Según la británica Karen Armstrong, es además urgente repensar el sistema de creencias y valores que nos ha llevado a que la naturaleza pase de lo divino, lo sagrado, a ser vista como una mera mercancía a explotar y entender el porqué al utilizar el mundo natural para lograr mayores niveles de prosperidad en nuestras vidas, lo hemos dañado de una manera irreparable.

Para contribuir con nuestro granito de arena a este tipo de reflexiones desde esglobal, le invitamos, querido suscriptor y suscriptora, a que asista al próximo evento exclusivo "¿Cómo innovar para construir un futuro sostenible?", con la politóloga Cristina Monge, el próximo 14 de diciembre, donde estoy segura que entablaremos entre todos un diálogo enriquecedor. 

Por último, me gustaría agradecerles su apoyo. Pueden contactar con el equipo en el correo cambiodefoco@esglobal.org

Cordialmente,

Ana Mangas Rodríguez