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Vladimir Putin y Xi Jinping durante la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Qingdao (China) (Sergey Guneyev/AFP/Getty Images)

La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), que incluye a China, Rusia e India, se ha calificado como una anti-OTAN asiática, aunque las discrepancias entre sus miembros y su enfoque regional limitan sus posibilidades de ser un contrapoder a Occidente.

Si nos fijamos en su poder duro –y a pesar de ser casi desconocida para el público occidental– la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) podría ser vista como un bloque destinado a dominar gran parte del planeta. Está formada por importantes potencias como China, Rusia e India, además de Pakistán y cuatro repúblicas de Asia Central con cuantiosos recursos energéticos. Los países que la componen suman casi el 40% de la población mundial y un tercio de la economía global, además de controlar el 80% del territorio euroasiático. Cuatro de ellos tienen armamento nuclear –China, Rusia, India y Pakistán–, y tres de ellos –Rusia, China e India– están entre los cuatro ejércitos más poderosos del mundo, sólo superados por Estados Unidos.

Dados estos números, ¿por qué la OCS no aparece constantemente en los informativos como una alternativa al bloque occidental? ¿Es realmente, como argumentan algunos analistas, una prealianza militar orquestada por China para contrarrestar a la OTAN? ¿Tiene contradicciones internas que limitan una unión efectiva? ¿Cuáles son sus objetivos reales?

A nivel discursivo, la OCS ha insistido repetidas veces que no busca ser una alianza militar, ni un contrapoder a la OTAN en Eurasia. A pesar de realizar ejercicios militares cada dos años –el próximo será en los Montes Urales rusos, cerca de la frontera con Kazajistán–, el objetivo primario y fundacional de la OCS ha sido combatir el terrorismo y separatismo en el ámbito regional. China, principal impulsor de la organización, encontró a través de esta organización una manera de coordinar sus esfuerzos para luchar contra los insurgentes uigures que realizaban atentados en la región de Xinjiang y en varios países de Asia Central, a partir de los 90.

Aunque la situación en Xinjiang todavía no es completamente estable, la coordinación militar de la OCS ha permitido a China y Rusia afianzar y proteger a los gobiernos dictatoriales de Asia Central –sobre todo teniendo en cuenta la situación caótica de Afganistán, colindante con esta zona–. Precisamente, la fama de la OCS como club de regímenes autoritarios –India es la excepción, pero no se incorporó hasta el año pasado– ha puesto en duda que su único cometido militar sea combatir el terrorismo y el independentismo regional.

La función de la OCS también sería evitar que en los países miembros se produjeran revoluciones de colores contra los gobiernos existentes, afirman académicos como William Piekos y Elizabeth C. Economy. Revueltas como la de Ucrania en 2004, Georgia en 2003 o Kirguistán en 2005 –que China y Rusia consideran que fueron alentadas por Estados Unidos– serían catalogadas como movimientos extremistas, uno de los males contra el ...