Bancarrota, delincuencia, mala planificación, víctimas de guerras, corrupción e intenciones ocultas son algunos de los motivos que han hecho que varias ciudades del mundo queden desiertas o que experimenten un éxodo masivo de su población. No son todas las que están en esta lista, pero sí son las más representativas.

Detroit se declaró en bancarrota. En la foto, una planta automovilística en ruinas. (Joshua Lott/Getty Images)
Detroit se declaró en bancarrota. En la foto, una planta automovilística en ruinas. (Joshua Lott/Getty Images)

Detroit en EE UU

Detroit no es una ciudad fantasma como el resto que aparece en esta lista pues no está desierta pero está incluida por su alarmante proceso de desertización. Según datos recogidos por el censo de la ciudad, en 2012 residían 701.475 personas en la que una vez fuera la cuarta urbe más grande (hoy destronada a una posición 18) de Estados Unidos, con 1.850.000 habitantes en 1950 y como la tercera en nivel de producción industrial. Su ocaso en los últimos años ha dejado a más de uno con la boca abierta, todo acrecentado desde 2008 con la irrupción de la crisis económica. Barrios abandonados sin agua, electricidad o servicios mínimos garantizados como seguridad policial y recogida de basuras, viviendas que se venden por un dólar, solares que yerman la ciudad… Toda una muestra del derrumbe del otrora poderío industrial y paradigma del sueño americano.

El esplendor de Detroit llegó a mediados del siglo XX cuando se convirtió en el buque insignia de la industria automovilística con Henry Ford, el rey del imperio, a la cabeza. Progreso que le hizo asomarse, no solo a EEUU, sino al mundo y convertirse en capital cultural, de la música o el deporte con los famosos Detroit Pistons.

Pero, ¿qué la llevó al desastre? Muchas son las culpas. La brecha racial entre blancos y afroamericanos, la llamada White flight que hizo que los primeros emigraran a los suburbios por no querer relacionarse con la otra raza y con ellos se llevaron su capital con una renta per capita muy por encima de la de sus vecinos de color. Se suman otras  variables como la ceguera y desidia política e institucional que no supo actuar o que maquillaba los datos para no ver la decadencia a la que se precipitaba Detroit así como la mala planificación y el capitalismo salvaje. Como consecuencia de estos y otros motivos, las grandes empresas que antes la cortejaban comenzaron a mirar a otro lado, allí donde pudieran encontrar mano de obra más barata. Empezó el descenso de la actividad industrial, llegó el desempleo, con ello la delincuencia (con el tráfico de drogas y la aparición de las bandas callejeras) y el consabido éxodo: en 10 años la ciudad perdió el 25% de su población.

En la actualidad, Detroit es más conocida por parecer el escenario de una película de terror por su violencia, edificios derruidos o abandonados y calles desiertas que por el que fuera El Dorado estadounidense. Y todo ante la mirada impasible de las autoridades tanto de la ciudad como de las estatales que no saben cómo gestionar ni la pobreza ni la delincuencia. A lo que se añade la alta tasa de desempleo pues, según datos oficiales, gira en torno al 20% aunque las cifras bien podrían ser mucho mayores. Para las autoridades, Detroit es un agujero presupuestario y tiene unos niveles de deuda que ascienden a 14.000 millones de dólares y un déficit de alrededor de los 300 millones de dólares anuales. No hay atisbos de que la situación pueda cambiar. Algunos datos muestran ciertas mejorías respecto al empleo pero son puramente simbólicos y más bien dados por iniciativas ciudadanas que por programas gubernamentales.

Novi Cidade de Kilamba en Angola

No es la única en África, pero sí la más significativa. Kilamba es un sinsentido arquitectónico cercano a Luanda, la capital de Angola. Construida por Investment Corporation y la empresa estatal China International Trust ha supuesto un coste de 3.500 millones de dólares en un conglomerado de 2.800 apartamentos ahora abandonados. De ellos, solo 220 se han vendido porque su precio los hace inalcanzables para la mayoría de la población angoleña que no pueden pagar los entre 120.000 y 200.000 dólares que cuesta uno de estos pisos. La realidad es que la mayoría de los angoleños viven con menos de 2 dólares al día y no tienen acceso a créditos bancarios.

Una construcción faraónica, pero fantasma, en tierras africanas que cuenta con un supermercado abierto y otras muchas instalaciones como colegios y tiendas cerrados. Además de un puñado de trabajadores chinos que viven en los contenedores cercanos a la ciudad. Todo esto contrasta con el paraíso que se muestra en los anuncios que el Gobierno del país retransmite con familias felices y sonrientes disfrutando de todas las comodidades occidentales. Nada más lejos de la realidad. Kilamba ha sido financiado por una línea de crédito china que ahora el Estado de Angola está devolviendo con petróleo. Este modelo se ha extendido mucho en algunos países del continente africano, según muestra el libro La silenciosa conquista china de Juan pablo Cardenal y Heriberto Araújo. Al gigante asiático no le interesa el éxito de proyectos como la construcción de ciudades o el desarrollo de infraestructuras, sólo cómo se devolverá el crédito mediante la extracción de recursos.

Construye y financia China y compra Angola. Un negocio redondo para Pekín que ofrece la llamada financiación blanda, la tecnología y el capital humano para erigir infraestructuras más rápido y barato que ningún otro país o compañía en el mundo. El Gobierno angoleño justificó la obra asegurando que tras la guerra era necesario construir viviendas, pero teniendo en cuenta que éstas no están al alcance de la mayoría de los habitantes del país y que no responden a las necesidades arquitectónicas de la zona, no parece una medida de desahogo y crecimiento.

En 2012 el Gobierno anunció una repoblación de la ciudad proclamando que un número determinado de apartamentos se entregarían a bajo coste a las familias con una renta baja, pero esta medida se achacó más a promesas políticas que a un interés real del Estado en mejorar esta situación.

Dos personas pasean por una plaza desierta en Kangbashi, Ordos. (Frederic J. Brown/AFP/Getty Images)
Dos personas pasean por una plaza desierta en Kangbashi, Ordos. (Frederic J. Brown/AFP/Getty Images)

Kangbashi, Ordos en China

Pensada para ser el Dubai chino, la ciudad de Ordos al norte de país y concretamente el nuevo distrito de Kangbashi, construido para albergar el esplendor de esta ciudad, han quedado desiertas. Pero ésta no es la única ciudad fantasma de China. Son muchas más construidas (algunos analistas las contabilizan en 12) como consecuencia de un boom de la construcción. En ellas se han invertido cantidades ingentes de dinero pero a falta del componente más importante: habitantes. Y es que las autoridades chinas no consiguen convencer a los ciudadanos para que emprendan una nueva vida en esta ciudad debido a los altos precios de la vivienda y por la proximidad a la antigua ciudad de Dongsheng.

Kangbashi fue construido con extravagancia para albergar a un millón de habitantes, pero actualmente solo residen en él 28.000 aunque estos datos contrastan con otros que muestran que apenas hay gente caminando por la ciudad. Rodeado de los edificios más modernos y majestuosos como el Museo de Ordos, pero desiertos. La idea era conseguir una clase media trasladando a los ciudadanos de las zonas rurales a las urbanas, pero los cálculos y la planificación fueron erróneos. Para China ha supuesto una inversión de 161 millones de dólares y es un ejemplo de la construcción salvaje que está desarrollando este país en los últimos años. Una fiebre por construir sin sentido y que agrava la vislumbrada burbuja inmobiliaria. Según datos estatales, en todo el país hay 64 millones de viviendas desiertas, pero esto no ha evitado que se sigan construyendo más edificios, lo que hace que su valor esté entre un 30% y un 70% por debajo de su precio.

No obstante, muchos utilizan este sector inmobiliario para invertir. Así que la ciudad se ha convertido en su paraíso particular, y la venta de viviendas en Ordos ha alcanzado los 2.400 millones de dólares, según datos gubernamentales. Todo un negocio porque ha hecho que el precio por metro cuadrado haya aumentado en un 260%. Claro que eso no evita que la ciudad siga deshabitada. Se puede vender viviendas pero en ellas no hay residentes.

Pripyat en Ucrania

Considerada el mayor ejemplo de ciudad fantasma del mundo. Nadie reside en ella desde 1986. Pripyat fue construida en 1970 para formar parte del master plan nuclear de la URSS y se convirtió en la novena ciudad soviética dedicada a estos propósitos. Fue levantada en Ucrania para albergar a los trabajadores de la central nuclear de Chernóbil y sus familias, cerca de 50.000 personas. La ciudad vivió un momento de esplendor y desarrollo debido a su posición estratégica (en la región de Kiev y cerca de la frontera con Bielorrusia), un clima relativamente templado para la zona y un suelo fértil.

La ciudad fue víctima de uno de los mayores desastres nucleares conocidos en el mundo, cuando se produjo el sobrecalentamiento y la explosión de un reactor en la planta nuclear de Chernóbil. Pripyat fue la urbe más afectada y desde entonces es conocida como la ciudad envenenada. La nube de radiación hizo que la ciudad tuviera que ser evacuada por el ejército soviético, pero, aún así, y debido a un plan de acción tardío (se trasladó a los ciudadanos al día siguiente del accidente porque, a pesar de que los niveles de radiación superaban 1.000 veces lo normal, se decidió que no constituía ningún riesgo) muchos murieron en el momento y otros muchos siguen sufriendo las consecuencias.

Hoy en día, es un escenario apocalíptico pues continúa conservando todos los edificios, instalaciones y viviendas intactas que permanecen tal y como las dejaron sus dueños. Es un museo inhóspito y desierto, un recuerdo de la URSS. Se pueden ver símbolos comunistas, escudos soviéticos e iconografías propias de una era tardía. Los únicos que pisan esta zona de exclusión son científicos, investigadores y las fuerzas de seguridad que la custodian pues tras el accidente se estableció un perímetro de seguridad de 30 kilómetros cuadrados. Hay zonas con cargas mínimas de radiación y otras a las que es imposible el acceso. Por ahora todo apunta a que Pripyat permanecerá helada por mucho más tiempo. No sucede igual con las aldeas cercanas, que en su momento también fueron deshabitadas, pero donde residen alrededor de 7.000 ciudadanos faltos de recursos. Todo ante la mirada del Gobierno de Kiev.

Vista general de la ciudad abandonada de Tawergha en Libia. (Joseph Oseph Eid/AFP/Getty Images)
Vista general de la ciudad abandonada de Tawergha en Libia. (Joseph Oseph Eid/AFP/Getty Images)

Tawergha en Libia

Tawergha es una de las últimas ciudades que ha pasado a convertirse en fantasma. Desierta desde 2011 tras la guerra en Libia. Los 40.000 habitantes que tenía antes del ataque militar tuvieron que desplazarse a campos de refugiados al ser acusados por las milicias de la ciudad vecina de Misrata de apoyar a Muammar Gadafi y de cometer crímenes durante la contienda. Fuentes presentadas por ACNUR confirmaban en enero de 2013 que había en Libia más de 60.000 desplazados internos, la mitad de ellos procedentes de Tawergha.

Pero tras la guerra, los rebeldes pedían venganza y tras el cerco a Misrata, “grupos armados entraban a Tawergha y asesinaban a los civiles, destruían las propiedades privadas y forzaban el desplazamiento. Al finalizar el conflicto, las milicias han seguido impidiendo a los habitantes regresar a sus hogares”, refleja el último informe presentado por Naciones Unidas en 2012. Hoy en día, la ciudad está cercada y rodeada por checkpoints controlados por los milicianos para evitar el retorno. Está totalmente arrasada: casas, hospitales, escuelas y todo tipo de instalaciones e infraestructuras han sido destruidas. Imágenes proporcionadas por los satélites muestran cómo 1.690 estructuras han sido destrozadas tras el cese de hostilidades, el 90% de ellas dañadas con armas de fuego.

Alrededor de 1.300 ciudadanos de Tawergha habrían desaparecido o sido asesinados tras la guerra, si bien la información que llega no es precisa y los números no son exactos debido a que los tawerghanos han huido a diferentes puntos del país. Tampoco se sabe con exactitud si los muertos han sido ejecutados o han fallecido durante los combates. Aunque sí se conoce que tras la guerra cientos de civiles han sido detenidos de forma arbitraria, indefinidamente, sin cargos y sin ser juzgados. La gran mayoría han desaparecido y de otros muchos se han encontrado sus cuerpos sin vida con signos de tortura.

Pero la situación no parece que vaya a cambiar. Los ciudadanos no regresarán hasta que la ciudad no vuelva a ser segura y habitable. El problema es que no existe un sistema judicial, ni leyes que permitan identificar y castigar a aquellos que cometieron y siguen cometiendo los crímenes: tantos los grupos armados de Misrata como los tawerghanos que trabajaron junto a Gadafi durante la contienda. Ni el Gobierno de Libia ni las autoridades regionales están investigando las violaciones y los abusos cometidos, tampoco están acelerando las identificaciones de los detenidos sin cargos, ni los juicios. Teniendo en cuenta la situación actual parece que la reconciliación entre estas comunidades y las tribus será imposible mientras no se imparta justicia y exista seguridad.

Pyramid en Noruega

Es una ciudad congelada en el tiempo que traslada al que la visita a la época soviética. Está situada en Noruega, en la isla de Spitsbergen en el Océano Ártico, a unos 1.300 km del Polo Norte. Ahora es solo una atracción turística donde reside una sola persona, encargada de hacer la visita guiada por la ciudad. Pero entre 1970 y 1980 fue considerada el paraíso soviético durante su época de esplendor si bien nunca llegó a albergar a muchos residentes pues solo 1.000 se establecieron allí. La ciudad permanece intacta, con símbolos que conmemoran el viaje a la Luna en abril de 1961 del astronauta Yuri Gagarin. A pesar de que esta vieja reliquia, muestra de la carrera industrial rusa de Stalin, fue abandonada en 1998, siete años después de que la URSS hubiera caído, las banderas rojas y los signos de la era comunista permanecen inalterables. Incluido un busto de Lenin.

La ciudad fue fundada por Suecia para servir como mina de carbón en 1910 y más tarde, en 1927, fue vendida a la URSS para el mismo uso. En el Tratado de Spitsbergen, firmado el 9 de febrero de 1920, se reconocía la soberanía de Noruega sobre todo el archipiélago de Svalbard, pero permitía a otras naciones que habían firmado el documento establecerse en alguna de las islas. El asentamiento más grande está en la ciudad noruega de Longyearbyen y el segundo es el puesto minero de carbón ruso de Barentsburg, que todavía permanece ocupado y funcionando. Es el único bastión que le queda a Rusia en este territorio del Ártico, ya que Pyramid tuvo que cerrarse al ser insostenible económicamente. De esta manera llegó Rusia al Ártico, una meta muy ansiada durante la Guerra Fría. Pero, ¿cuál es el motivo que hace que Noruega y Rusia sigan hoy en día interesadas en permanecer allí? Los expertos aseguran que la principal razón es la soberanía, pues si uno se retira el otro se quedará con su territorio.

Una calle en Tomioka, Fukushima. (Ken Ishii/Getty Images)
Una calle en Tomioka, Fukushima. (Ken Ishii/Getty Images)

Tomioka, Fukushima en Japón

No es la única ciudad fantasma de la zona de exclusión, pero si presenta una particularidad que el resto no tiene y es que es la única que ha permanecido habitada desde que el Gobierno ordenara la evacuación de los 16.000 habitantes que había por riesgo a la exposición radiactiva procedente de la central nuclear de Fukushima Daiichi. Naoto Matsumura se convirtió en el guardián de Tomioka, cuando rehusó a marcharse, a pesar de que su mujer y dos hijos sí lo hicieron, por cuidar a los animales que se quedaban en la ciudad.

El desastre nuclear civil más grave tras el sucedido en Chernóbil en 1986, fue consecuencia del terremoto que tuvo lugar el 11 de marzo de 2011 seguido de un tsunami cuya ola dañó directamente el funcionamiento de la central nuclear de Fukushima Daiichi con la explosión de un reactor. La nube radioactiva se extendió por las que antes habían sido unas ciudades muy prósperas, gracias, precisamente, a la construcción de la central. En consecuencia, el Gobierno estableció un radio de exclusión de 20 kilómetros, afectando a la vida de 80.000 personas residentes en las ciudades cercanas.

Desde entonces todas están deshabitadas. Algunas, menos afectadas como Namie, han podido ver regresar a unos 20.000 habitantes, de forma temporal (una vez al mes) y por unas horas, ya que no pueden quedarse a dormir. Lo único que se les permiten son labores de limpieza en sus casas. Pero estos son unos afortunados, el resto de ciudadanos tienen que seguir esperando, unos cinco años, otros una década y en el peor de los casos, los hay que nunca más podrán regresar a sus hogares. Tepco, la empresa dueña de la central, está inmersa en una operación de limpieza que incluye tener que mover un tanque de 400 toneladas de uranio del reactor cuatro a otra planta más segura. Todo el proceso está siendo lento y tedioso por el momento y no apunta a que la situación vaya a mejorar.

Mientras estas ciudades permanecen congeladas. Las calles están vacías, los coches están abandonados en las carreteras o siguen haciendo fila en las gasolineras cerradas, carritos de bebé y sillas de ruedas están tirados en las calles y las mesas de las casas están puestas. Todo, a la espera de que alguna vez sus dueños puedan ir a por ellas.