Narendra Modi, Primer Ministro de India, espera la llegada de los líderes para la cumbre del G20, en septiembre de 2023, India. (Kay Nietfeld/dpa/Getty Images)

Las negativas consecuencias de la guerra en Gaza en el recién presentado Corredor India-Oriente Medio-Europa es un claro ejemplo de cómo los proyectos de conectividad no deben subestimar el impacto de las desigualdades y los agravios no resueltos.

Durante la cumbre del G20 de 2023 en Nueva Delhi, el primer ministro indio, Narendra Modi, anunció una nueva iniciativa de conectividad entre India, Oriente Medio y Europa (IMEC por las siglas en inglés de India-Middle East-Europe Economic Corridor). El memorando de entendimiento estaba firmado por un grupo variopinto de países: Alemania, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Estados Unidos, Francia, India, Italia y la Unión Europea (UE). 

Entre los objetivos de mejorar la conectividad y la integración económica de los países implicados, hay que añadir el papel normalizador de Israel en el proyecto. El IMEC acercaba a Arabia Saudí más de ese objetivo que era unirse a los Acuerdos de Abraham y formalizar su aceptación del estado hebreo. Sin embargo, el atentado de Hamas el 7 de octubre y la ofensiva en la Franja de Gaza han frustrado el inicio del proyecto y su viabilidad. 

El IMEC se lanzó bajo una plataforma llamada Asociación para la Infraestructura e Inversión Mundiales (PGII por sus siglas en inglés) lanzada durante la cumbre del G7 de 2022 en Alemania. A través del respaldo de este tipo de proyectos, el presidente estadounidense, Joe Biden, pretende minimizar el impacto de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative, BRI). Con el PGII se quiere proveer alternativas a países pequeños necesitados de inversiones en infraestructuras de forma alternativa a BRI, o para quienes quieran dejarlo. 

El IMEC o el signo de los tiempos 

Estos proyectos de conectividad combinan los intereses del todavía gran poder de EE UU, con los de varias potencias medias cada vez más interesadas en ejercer un papel activo en el escenario global. La inclusión de India en estos proyectos recalca el papel que Washington le otorga como contrapeso a la hegemonía de China en Asia. A India, por su parte, le preocupa la mayor asertividad de su vecino en el sur de Asia. Esta competición no solo afecta a las fronteras terrestres, sino que también se traslada al océano Índico, ampliando el enfrentamiento a las fronteras marítimas de los países implicados. 

En un sistema global que no es tanto multipolar como “multicomplejo”, según la definición de Amitav Acharya, el nuevo orden mundial está generando diferentes visiones geopolíticas que coexisten con el viejo orden unipolar liderado por Estados Unidos. En este mundo de minilaterales, múltiples plataformas más o menos formales y de diversa índole unen a diversos países en torno a diferentes objetivos. De esta manera, estos aumentan su participación, independientemente de sus formas de gobierno o sus ideologías, motivados por un objetivo en lugar de una amenaza común. 

Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC). (Elmurod Usubaliev/Anadolu Agency/Getty Images)

En consecuencia, vemos un G20 revitalizado tras la cumbre en Delhi en septiembre de 2023; el I2U2 (probable precursor del IMEC), donde India, Israel, Estados Unidos y EAU se relacionan en torno a varios intereses (tecnología, agua, seguridad alimentaria, espacio y sanidad) a través de capital privado; el BRICS, en el que, tras la cumbre en Sudáfrica de agosto de 2023, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica invitaban a Arabia Saudí, Argentina (si bien parece que el presidente Javier Milei ha rechazado la invitación), Egipto, Etiopía e Irán a unirse a ellos; o la Organización de Cooperación de Shanghái, en la que, a pesar de las asimetrías, reúne a 25 Estados, entre miembros, observadores y “asociados en el diálogo”. Así, no hay contradicción entre la pertenencia de rivales como China e India, y Arabia Saudí o Irán en ellas, dado que, en la medida de lo posible, cada país intenta proyectar sus intereses dentro de cada una y conseguir lo que se les niega en otros foros. 

El IMEC, por tanto, surge como conector de los intereses de estos países y bajo el paraguas de los de Estados Unidos. Oriente Medio es un espacio en el que China e India coexisten y compiten. Es, precisamente, este aspecto en el que más se hace énfasis en Delhi: no se trata de frenar a China, sino que “le han salido competidores” en temas de conectividad. No se puede ignorar que varios países en IMEC también forman parte del BRI, como Arabia Saudí o EAU. 

Este corredor económico también muestra cómo Estados Unidos aprende a cortejar el continente asiático. En este nuevo entorno multicomplejo y averso a las alianzas, es más común formar asociaciones o partenariados bi, tri o mini-laterales en torno a un objetivo común, generalmente, económico y de desarrollo. Este proyecto de conectividad utiliza incentivos económicos y de inversión a través de varios tramos o corredores. El primero es marítimo. Este recorrido emula las conexiones históricas entre India y el Golfo a través del océano Índico, rememorando el comercio monzónico entre árabes con el sur y sureste de Asia. 

El corredor norte incluye dos tramos más. El siguiente es un trayecto terrestre de entrada por EAU y que continúa a través de redes ferroviarias por territorio saudí, jordano e israelí, hasta el puerto de Haifa. El último recorrido, parte del puerto israelí a través del Mediterráneo y hasta el puerto griego del Pireo, y desde allí, una vez más, las mercancías han de ser transportadas en tren a los diferentes destinos europeos. En principio, en papel, y según la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el trazado ahorrará el 40% del tiempo que se tardaría en hacer el recorrido a través de la ruta del Canal de Suez. Los detractores de este corredor alegan que, si bien se ahorra tiempo, las cargas y recargas del transporte marítimo al ferroviario reducen la rentabilidad. 

Corredor este: el mayor acercamiento de India al Golfo

En los países del Golfo, los gobiernos de Pekín y Delhi necesitan los abundantes recursos energéticos para mantener sus elevados índices de crecimiento económico: 5,4% de China y 6,3% de India, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI) para 2023. Por su parte, las poblaciones de los dos gigantes asiáticos proveen un mercado enorme para los países del Golfo, dado su interés en diversificar sus agendas económicas más allá de los hidrocarburos. Asimismo, los líderes de ambas orillas desean aumentar sus capacidades tecnológicas y de lucha contra el calentamiento global. 

Los datos económicos siguen mostrando que Pekín es uno de los actores económicos más importantes de la región del Golfo. El único país implicado en el IMEC con el que el saldo de la balanza comercial es negativo es Arabia Saudí. China es el mayor socio comercial de Riad, con un superávit que aumentó en un 257% en septiembre 2023. Con el resto de los países, el excedente favorece claramente al Gobierno chino. India es el mayor socio comercial de China de los países implicados en IMEC, factor que requiere la cautela de Nueva Delhi en cuanto a considerar el nuevo corredor como un proyecto opuesto al BRI. 

En principio, es innegable que estas iniciativas sirven para fomentar (con éxito o sin él) el desacoplamiento de la economía mundial de China. Para Estados Unidos, el IMEC se plantea como una agrupación de países “amigos” que vincularán sus cadenas de suministro y a los que trasladar la producción, a la espera de reducir los riesgos para sus economías. La administración estadounidense debería refrenar, no obstante, algunas de sus declaraciones más controvertidas y de juego suma cero hacia China. Estas van en contra del gobierno de Narendra Modi y de sus aliados en el Golfo, que no ven la relación de la misma manera. Más allá de sus intereses económicos, India comparte una frontera de unos 3.380 kilómetros con China, cuya delimitación no consiguen acordar, a la que hay que añadir la frontera con Pakistán, aliado cercano de Pekín y con el que tiene una amenaza permanente de seguridad. 

Todavía no existe un recorrido definido. Los puertos señalados en India son los de Mundra y Kandla, en el estado de Guyarat, para aliviar el elevado tránsito del puerto de Mumbai, aunque Navi (en Mumbai) también aparece en el trazado inicial; Fujairah y Yebel Alí y Abu Dhabi en EAU; los puertos de Damman y Ras al Jair en Arabia Saudí; y los de Haifa (Israel) y Pireo (Grecia) en el Mediterráneo. Los detalles, especialmente los de la financiación, debían haberse debatido durante una reunión prevista para noviembre, ahora paralizada por la guerra en Oriente Medio.

Corredor norte: entre el Golfo y Europa, un Mediterráneo en crisis

Tanto India como China están presentes en el puerto de Haifa. El control de la gestión de este, que fue adquirido en enero de 2023, corresponde en un 70% al grupo indio Adani (Adani Ports and Special Economic Zone, APSEZ), con el otro 30% en manos del grupo israelí Gadot. China abrió otro en Haifa a través del Grupo Portuario Internacional de Shanghái. 

Vista aérea desde la ventanilla de un avión del puerto GRPIR de Pireo, el mayor puerto griego y uno de los mayores de Europa. (Nicolas Economou/NurPhoto/Getty Images)

Por otra parte, el puerto ateniense del Pireo está gestionado por la empresa pública china Cosco, que desde 2016 (con un contrato de cesión de 36 años) posee dos tercios de las acciones de este. El Pireo forma parte del BRI y pasaría a ser otro escenario de coexistencia de ambos proyectos. El caso contrario es el del puerto italiano de Trieste. De mano de la presidenta Giorgia Meloni, Italia, como país signatario del memorando de entendimiento en el G20 de Nueva Delhi, anunció su retirada del BRI. Este cambio puede suponer una victoria para Estados Unidos, pero aún tiene que demostrar que compensará al ejecutivo de Roma por esta reposición geopolítica. El Gobierno italiano no es el único que se acerca cada vez más a India. También lo hacen otros países europeos, individualmente o junto a la UE. 

El IMEC supone uno de los pilares de la estrategia europea para el Indo-Pacífico, muestra del creciente interés en India de la política exterior de Bruselas. Uno de los factores que acercan más a Europa e India es la ambivalencia hacia sus relaciones con China. Nueva Delhi se convierte así en un factor para ampliar la diversidad de socios en Asia, especialmente cuando se trata de actores afines en cuanto a sus valores democráticos (independientemente de la deriva iliberal de la democracia india, elemento del que tampoco están exentos algunos países de la UE). 

El apremio inicial para hacer efectivo el IMEC se ha paralizado con el ataque terrorista de Hamás contra Israel y la subsiguiente ofensiva militar sobre Gaza. La inclusión de Israel en la ecuación viene especialmente dada por el interés de Estados Unidos de que se normalice la relación con sus vecinos. Para ello, los Acuerdos de Abraham prometían allanar el camino para el que se considera el mayor premio: Arabia Saudí. 

Las declaraciones del presidente Biden aludiendo a que el ataque de Hamás puede estar relacionado con un intento de sabotaje del IMEC han sido rápidamente desmentidas por miembros de su gabinete. Si bien la normalización saudí con Israel se veía más cerca tras el anuncio del proyecto, la situación ha cambiado. La inclusión en esta ecuación del factor Irán, por otra parte, y de Hezbolá, dada la cercanía del puerto de Haifa con el sur de Líbano, vuelven a llamar la atención sobre los conflictos (que nunca desaparecieron, más bien se ignoraron) en el Levante mediterráneo.

La bendición de un nuevo Oriente Medio que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunciaba en la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre de 2023, al amparo del anuncio de IMEC, no ha sido tal. En cambio, la maldición de un conflicto enquistado, el espejismo de la posibilidad de paz a base de ignorar la realidad de su Estado, debe ser también recordatorio para India. No hay proyecto, por beneficioso económicamente que sea, que resuelva las desigualdades, los agravios y las demandas de la población. 

El terrorífico ataque de Hamás debería ser una señal para el gobierno de Nueva Delhi de que este tipo de escenario se puede volver a dar en su territorio. Especialmente, considerando el giro en su política exterior de manifiesto apoyo (empero, inicial) a Israel tras el 7 de octubre. El llamado Sur Global no entenderá el abandono de Palestina por parte de una de sus voces más estimadas. Tampoco es conveniente que se legue a China un papel que India jugaba mucho mejor y que le valdría mayor estima en los países de Oriente Medio y de su entorno más inmediato. Si aumentaran los tropiezos en las declaraciones de miembros del gobierno de Modi, especialmente tras una tercera victoria electoral en 2024, se dañarán los esfuerzos diplomáticos y la capacidad de poder blando, con la imagen de India en juego. Ignorar a las sociedades, por autoritarios que sean sus gobiernos, no deja de ser un error. Si hay una lección en la erupción del conflicto en Palestina, es que los agravios y la historia no desaparecen con proyectos de infraestructuras.