Mercado abarrotado de gente en Kolkata , India. (Debarchan Chatterjee/Getty Images)

India cuenta con potencial para capitalizar el dividendo demográfico, pero el camino no es fácil, ya que existen importantes factores que pueden dar al traste con la oportunidad que supone ser el país más poblado del mundo.

India está adquiriendo su propio espacio en el escenario internacional. El interés en este otro gigante asiático sigue ocupando un lugar secundario al de China, aunque va en aumento. Efectivamente, en el siglo de Asia, India merece un lugar privilegiado. No solo por el potencial económico que la eleva al quinto puesto global, sino por su recién estrenado título de país más poblado del mundo. 

Aunque hace 12 años que no se lleva a cabo un censo de población, las estimaciones cifran el número de ciudadanos indios en más de 1.420 millones, por encima de la población china. Las estimaciones auguran que el número de habitantes seguirá creciendo hasta entrada la década de 2040, momento en el que se estancará, hasta empezar a decrecer hacia 2100. 

La ventaja de India frente a China es que la composición de su población es fundamentalmente joven. La media de edad son 38 años en China y 28 años en India, pero mientras que la población china envejece, en India, la juventud es mayoría (el 65% tiene menos de 35 años). Se ha llegado, entonces, al punto en el que la población en edad de trabajar es superior a aquella dependiente. Este dividendo demográfico es considerado un impulso para la productividad económica.

Ahora bien, en términos cuantitativos, hay análisis optimistas ante el potencial indio, especialmente por la notable mejora de los datos macroeconómicos. En cambio, los pesimistas hablan de la magnitud de lo que queda por hacer, centrados en factores cualitativos, sobre todo aquellos relacionados con la gobernanza. India, entonces, solo podrá beneficiarse de dicho dividendo si consigue hacer de sus recursos humanos una fuerza laboral productiva. 

Efectivamente, hay datos esperanzadores, dado que el Gobierno indio ha conseguido reducir la pobreza de forma espectacular. A pesar de la ralentización del crecimiento económico reciente, las previsiones son superiores al 6%. De acuerdo con los datos del Banco Mundial (BM), el índice Gini para 2019 fue de 35,7, la tasa de incidencia de la pobreza disminuyó de 22,5 en 2011, a 10,0 en 2019. Se ha reducido la incidencia de la pobreza del 55,1% de la población (2005-2006) a un 16,4% (2019-2021). Asimismo, el acceso a la electricidad ha aumentado del 58,7% (2000) a 99% (2020), y al agua potable del 81% (2001) al 90% (2021), aunque las facilidades de saneamiento en los hogares siguen siendo bajas (46% en 2020, frente al 7% en 2000). 

Artesanos tradicionales del algodón fabricando tejidos en Agartala, India. (Getty Images)

Una larga lista para el pesimismo

El nexo entre el crecimiento de población y el de la economía tiene que ir acompañado de políticas eficaces formuladas a través de instituciones sólidas, un mercado laboral flexible y una buena gobernanza. El índice de capital humano (ICH) de India es de 0,49 (en un rango de 0 a 1, donde 1 es el mayor valor). El ICH muestra la contribución del gobierno de India en salud y formación para la productividad laboral. Para mejorar, es necesario invertir en el acceso a la educación, en su calidad, en formación laboral y en la salud de los trabajadores. Asimismo, es preciso crear puestos de trabajo de calidad y mejorar los sistemas de protección social. Sin embargo, sobre el terreno, nos encontramos con Indias de varias velocidades. 

La dimensión geográfica marca las diferencias entre la población Las desigualdades sociales son manifiestas entre el norte y el sur, dentro los mismos estados indios y en sus ciudades. En el norte, más poblado y empobrecido, todavía hay un índice de nacimientos elevado y mayor analfabetismo. Aquí encontramos el estado más poblado (Uttar Pradesh, con más de 200 millones de habitantes), el más polarizado (Yammu y Cachemira) y el más pobre (Bihar). Estos territorios, aunque no sean los únicos, son más propensos a ser caladeros de la ideología de la hindutva, del nacionalismo hinduista representado por la formación en el gobierno, el Bharatiya Janata Party (BJP) del primer ministro indio, Narendra Modi, en alianza con una miríada de partidos afines. 

La polarización social que genera esta ideología no solo discrimina a las minorías religiosas (en torno al 20% de la población), sino también a los hindúes. La hindutva fomenta un comportamiento estandarizado que limita la flexibilidad que esta religión ha desplegado a lo largo de la historia y geografía. En consecuencia, la reinvención de la religión hindú, codificada por ideólogos que restringen el comportamiento entre lo aceptable o no (como el papel de la mujer en el espacio público o la marginación de los dalits o sin casta), condiciona el éxito de las políticas de desarrollo. 

Esta ideología es inculcada en las escuelas primarias, se establece a través de redes clientelares, restringiendo la libertad de expresión y de los medios, o con medidas de poder blando, como la producción de películas de Bollywood que reinventan la historia y glorifican a los ídolos hindúes, mientras demonizan los personajes musulmanes o cristianos. De esta manera, se limita, por una parte, el acceso de la mujer al mercado laboral, y por otra, la productividad. Si las personas que acceden a empleos lo hacen en función de su afinidad ideológica, en lugar de méritos y habilidades, se merma el potencial de desarrollo y aumenta el descontento social, cuya respuesta puede dar lugar a contestaciones violentas. 

Por ejemplo, el Gobierno convocó 63.000 plazas de empleo para los ferrocarriles indios en 2018, a las que se presentaron 19 millones de candidatos. En 2019, en otra convocatoria en Bihar y Uttar Pradesh se ofrecían 150.000 plazas para otros tantos millones de candidatos. La mayoría de ellos eran graduados con títulos universitarios que, sin embargo, competían para conseguir puestos poco cualificados (cargadores, limpiadores, porteros, personal de mantenimiento y algunos de conductores). Tres años después, la lista de admitidos presentaba irregularidades y se anuló la convocatoria. El resultado fue una oleada de protestas con el tráfico ferroviario cortado y trenes y contenedores ardiendo. 

Si bien los datos macroeconómicos son favorables, los contrastes son enormes. Cuando analizamos la distribución de la riqueza, encontramos que 1% de la población posee el 40% de esta, mientras que el 50% de los ciudadanos con ingresos más bajos, apenas tiene el 3%. Otras cifras nos indican que solo el 3% de los trabajadores han recibido algún tipo de formación laboral, mientras que el 90% de la población trabaja en sectores informales. 

En un país todavía rural (la agricultura emplea al 49% de la mano de obra), el impacto de la gestión medioambiental y del cambio climático es significativo. La agricultura, que supone en torno al 43% del PIB, depende de las precipitaciones monzónicas. Por una parte, los ciclos de lluvias están sufriendo cambios, con épocas de prolongadas sequías y con episodios de lluvias torrenciales, igualmente perjudiciales para la agricultura. 

Por otra parte, hay que sumarle el efecto del aumento de la temperatura y de la duración de las olas de calor, que también provocan bajas laborales. Las últimas sequías, además, generaron un incremento de los suicidios de agricultores endeudados. Asimismo, la progresiva desaparición de los glaciares del Himalaya amenaza el caudal de los ríos del norte (Brahmaputra e Indo). La presión en las cuencas de estos por los sistemas de irrigación, también afectarán la subsistencia de los agricultores. Según el Banco Mundial, 209 millones de personas dependen de las aguas del río Indo, 478 del Ganges y 62 millones del Brahmaputra (datos de 2005). 

Agricultores recolectando arroz en Santipur, India (Avishek Das/Getty Images)

Igualmente, India es el tercer mayor emisor de dióxido de carbono del planeta, con una emisión per cápita de 1,8 toneladas en 2019, el doble que hace 20 años. Si bien la intención es llegar a una emisión cero para 2070, en la actualidad, la polución es la tercera causa de muerte en el país. Entre las 50 ciudades más contaminadas del mundo, 39 son indias, todas ellas en el norte. La demanda de mayor consumo de electricidad (sobre todo, durante las olas de calor) y de agua potable, solo aumentará la presión en la provisión de servicios, con unas infraestructuras en sí poco desarrolladas. 

Los otros sectores que emplean trabajadores son las manufacturas (12% PIB) y el de servicios (poco más de 57%) en los que se emplea al 26% de trabajadores. De la fuerza laboral, solo el 17% tiene un sueldo regular y el 3%, un contrato laboral. La mayor parte de los trabajadores por cuenta propia trabaja en la agricultura y la construcción, que se ha convertido en una burbuja sectorial en la que se mueven intereses privados y diversas mafias, como la de la arena. El economista Ashoka Mody considera que la actividad y falta de supervisión de los barones de la construcción está llevando a la esquilmación de las riberas de los ríos y el deterioro medioambiental. 

Mody también denuncia la burbuja financiera y cuestiona el tipo de crecimiento, basado en un capitalismo de camarilla en torno a la figura de Narendra Modi. Este fenómeno favorece el enriquecimiento de unos pocos, mientras que la creación de empleo sigue siendo deficitaria. No obstante, el gobierno del BJP ha acentuado una tendencia que se viene dando, especialmente, desde la apertura económica iniciada desde 1991. Las decisiones políticas del primer ministro han favorecido la creación de grandes conglomerados empresariales en torno a unos pocos, no necesariamente mejor cualificados, como el caso de Gautam Adani recientemente evidenció. 

Otra causa para el pesimismo es la fuga de cerebros de los ciudadanos mejor preparados. Es necesario que el Gobierno genere más de 200 millones de puestos de trabajo en los próximos 25 años. Empero, la fuerza laboral existente carece de las habilidades necesarias para ocupar los puestos de empleo que las empresas requieren. Según un estudio publicado por la investigadora Zahra Afroz, de acuerdo con el informe de Empleabilidad Nacional de 2014, de unos 600.000 ingenieros informáticos graduados al año en India, solo el 18% es apto para el trabajo en empresas del sector y apenas el 4% está capacitado para ser directamente contratado. 

Para invertir en la formación de su fuerza laboral, el gobierno de Nueva Delhi está desarrollando un programa bajo el Ministerio de Desarrollo de Habilidades y Emprendedores. Pero, como advierte Afroz, los retos están en la desigualdad en el acceso a la educación y al mercado laboral, la falta de formadores, la baja cualificación en general de la población y la carencia de sistemas que garanticen el buen funcionamiento de los programas de capacitación. 

Estos vacíos fomentan que lo más habitual sea el empleo en el sector informal, donde no hay sueldos ni condiciones laborales dignos. Por tanto, no es extraño que la cantidad de migración neta sea de -487.303 personas, según datos del Banco Mundial. Los indios menos cualificados acaban marchando al Golfo Pérsico en busca de trabajos mejor pagados, mientras que los ciudadanos mejor formados encuentran mejores condiciones laborales lejos de casa. 

La diáspora india es de casi 18 millones de personas, cuyas remesas suponen el 3% del PIB. En 2018, el 62% de los estudiantes que consiguieron acceso al prestigioso Instituto Indio de Tecnología marcharon a trabajar a Estados Unidos. Asimismo, del 20% de los investigadores en inteligencia artificial mejor cualificados, el 8% había iniciado sus estudios en India, pero una cantidad mínima de ellos se quedó a trabajar en su país. 

Igualmente, el país debe mejorar la calidad de sus centros de enseñanza secundaria y superior. La universidad india mejor posicionada en los rankings internacionales es el Indian Institute of Science de Bangalore, que está entre las posiciones 251 y 300. El problema no es la falta de dinamismo de la sociedad, y mucho menos de sus capacidades, sino del derroche de potencial debido a la falta y mala inversión en su desarrollo. 

Mujeres recolectando chili rojo bajo el Sol en las orillas del Río Ganges en Hooghly, India. (Avishek Das/Getty Images)

No habrá progreso sin ellas

El caso de las mujeres es paradigmático. El índice de desigualdad de género elaborado por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) se basa en tres criterios: la salud reproductiva, el empoderamiento (mujeres con educación secundaria y porcentaje de puestos ocupados en el Parlamento) y presencia en el mercado laboral. India se encuentra en el grupo 5 del Índice de Desarrollo Humano relativo al género, con un desarrollo medio, y está en el puesto 122 de 191 países en el Índice de Desigualdad de Género. 

Para ellas, atrapadas entre la tradición y la ideología, las trabas para su desarrollo son superiores. Si, además, se fomentan unas determinadas normas, nos encontramos con un marco especialmente rígido. En India, la violencia de género es prevalente. Según la encuesta nacional de salud familiar (NFHS por sus siglas en inglés), un 52% de las mujeres encuestadas cree que está justificado que su esposo (dado que el sexo prematrimonial es tabú) les agreda físicamente por motivos como salir de casa sin avisar, discutir con él o negarse a mantener sexo. 

Para el primer indicador del PNUD, se comprueba que la salud reproductiva ha mejorado. Según datos del BM, la mortalidad materna presenta 103 muertes en 2021 frente a 384 en 2000 por 100.000 nacimientos, y la mortalidad infantil de 31 en 2021 a 92 en 2000 por cada 1.000 nacimientos (menores de cinco años). En general, se ha reducido el crecimiento de población de 1,7% en 2004 a 0,8% en 2021. La media es de dos hijos por mujer (2023, de cinco en 1977), aunque en esto también haya varias velocidades. 

De acuerdo con la NFHS, las mujeres en medios rurales tienen 2,1 hijos frente a 1,6 de las que viven en ciudades, mientras que, entre los grupos religiosos, quienes más tienen son las musulmanas (2,4), aunque la tendencia entre todas las comunidades es descendente. Aquellas que tienen educación son madres con una media de edad de 25 años, mientras que las que no tienen formación son madres a los 20. Igualmente, las mujeres con mayores ingresos tienen hijos tres años después que quienes no tienen ingresos propios. Geográficamente, las mujeres del norte indio tienen más descendencia (Andhra Pradesh, Bihar y Yammu y Cachemira) y el menor crecimiento lo registran Kerala y Goa. 

El 19,2% de la fuerza laboral está compuesta por mujeres, según PNUD, la mayoría desempeñando trabajos en sectores informales. La diferencia de ingresos según estos datos es marcada: los hombres ganan al año una media de 10.633 dólares, mientras que las mujeres reciben 2.277 dólares (2021). Sin una inversión compensada en derechos y, especialmente, educación (el 41,8% de las mujeres tienen algo de educación secundaria), no habrá capitalización del dividendo demográfico. Finalmente, dada la ideología del partido del gobierno y que India es el cuarto país del mundo en el que se más se ejerce violencia contra las mujeres en política, no extraña que la presencia de ellas en el Parlamento sea solo del 13%. Es un dato impactante para un país que se presenta a sí mismo como la mayor democracia del mundo. Así, difícilmente se aprobarán políticas que faciliten una mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral, prerrequisito para que el dividendo demográfico sea un éxito en lugar de un sonado fracaso.