Manifestantes en Johannesburgo, Sudáfrica, piden que el Banco Mundial cancele la deuda de los países en desarrollo para ayudar a hacer frente al cambio climático. (Alet Pretorius/Gallo Images/Getty Images)

Entre potencias emergentes, por un lado, y Estados frágiles, por otro, más una franja intermedia de países, el denominado Sur Global es tan variado como amplias son sus demandas.

Una de las más relevantes paradojas recientes es que mientras la atención de Europa y Estados Unidos están centradas en Ucrania y las tensiones con China, la negativa de una serie de países del Sur a alinearse en relación a la guerra, sumadas a sus críticas y demandas sobre el sistema financiero internacional, han logrado que se les preste especial atención.  

En África, Asia y América Latina se denuncia tanto la agudización de sus problemas en seguridad alimentaria, como el grave impacto del cambio climático, la imposibilidad de pagar la deuda externa, las reducciones en la financiación para su desarrollo y el apoyo limitado, o falta de éste, para contar con sistemas preventivos sobre pandemias. 

La mala gestión de estos problemas se debe, en gran medida, a la corrupción y problemas internos de gobernabilidad. Además, en muchos Estados del Sur hay serias vulneraciones de los Derechos Humanos y se ejerce la violencia contra las minorías. Pero los países del Sur adolecen del impacto de varios siglos de colonialismo, y de estar bajo el dominio, después de la Segunda Guerra Mundial, del sistema financiero internacional y las empresas multinacionales. Estas, aliadas con elites locales, impusieron políticas de inversiones en términos favorables para sí mismas, explotación de recursos, utilización abusiva de mano de obra local, manteniendo al Sur como productor de materias primas cuyos precios se fijaban fuera. Especialmente dañinas fueron las políticas promovidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en el marco del Consenso de Washington para reducir el papel del Estado y sus políticas públicas, eliminar tarifas arancelarias y facilitar el ingreso de capital internacional sin condiciones.  

La guerra de Ucrania ha sido un poderoso detonante añadido. Diversos gobiernos han manifestado su rechazo a alinearse con Occidente (especialmente con Estados Unidos y los aliados de la OTAN) o con Rusia, y extensivamente entre Occidente y China. Para varios países del Sur imponer sanciones a Moscú supone no seguir exportando al mercado ruso o no contar con grano o fertilizantes para la alimentación. En casos como el sudafricano, el Congreso Nacional Africano tuvo la ayuda de la ex URSS en su lucha contra el Apartheid, algo que no sucedió con Estados Unidos o Gran Bretaña. Los gobiernos de diversos Estados del Sur han expresado en el último año y medio que los mismos países que han practicado intervenciones militares en sus continentes ahora piden solidaridad con ellos para ayudar a Ucrania contra Rusia.

Los dobles raseros

Tampoco les resulta convincente el argumento de que hay una confrontación entre democracia y autoritarismo. Durante décadas Estados Unidos y Europa han apoyado a dictaduras y gobiernos autoritarios en países del Sur porque estaban alineados en la lucha global contra el comunismo durante la Guerra Fría (como sucedió con el régimen español de Francisco Franco) o por conveniencias económicas. Actualmente, Washington y los países europeos tienen o han reconfirmado recientemente relaciones con Arabia Saudí, regida por un príncipe acusado de asesinato. Así también, EE UU ha ampliado sus acuerdos militares con el gobierno autoritario de Filipinas. 

Las apelaciones a defender el orden liberal internacional, u orden basado en normas, es también algo hipócrita para los países del Sur. Entre otros muchos ejemplos, Estados Unidos lanzó la guerra de Irak con la oposición de parte del Consejo de Seguridad de la ONU en 2003. Con apoyo de Washington y Europa, Israel no ha cumplido nunca las resoluciones del Consejo de Seguridad que condenan la ocupación de Palestina.  

Los ODS y la cooperación internacional 

El impacto de la pandemia de la Covid-19 y la guerra de Ucrania generaron aumentos de precios de alimentos, fertilizantes y energía. Los Estados del Sur vieron disminuir sus capacidades para mantener o mejorar sus servicios de salud, educación y subvenciones alimentarias. Además, es imposible pagar la deuda externa, iniciar las transiciones a economías descarbonizadas que se acordaron en el COP27 en Egipto en 2022 y cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Las líneas marcadas por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en el informe Nuestra Agenda Común en torno a paz y seguridad, desarrollo sostenible y derechos humanos, provee el contexto general en el que se sitúan las reivindicaciones del Sur. 

La Vicesecretaria General de las Naciones Unidas y Presidenta del Grupo de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, Amina J. Mohammed, durante la inauguración de la Secretaría de la Coalición Local 2030 en octubre de 2022, en Bilbao, España. (H.Bilbao/Europa Press/Getty Images)

Gonzalo Fanjul, director de análisis en la organización ISGlobal, resume así la situación: “Cerca de medio centenar de países se exponen a una crisis combinada de altos precios en los alimentos, la energía y la deuda. Un número dos veces mayor está gravemente lastrado por al menos una de estas tres crisis. Regiones enteras, como África subsahariana y Oriente Medio, malviven atrapadas en un círculo vicioso de pobreza, conflicto y emergencia climática”.

Las contribuciones de los países más desarrollados a cumplir con los ODS han disminuido, la renegociación de la deuda en términos que realmente puedan ser asumidos por países pobres a los que el denominado “servicio de la deuda” les absorbe el 30% o 40% de sus recursos, y parte de la ayuda al desarrollo de Gran Bretaña y Suecia que iba al Sur se ha redirigido para atender a los refugiados de Ucrania. 

Un estudio del Peace Research Institute Oslo (PRIO) explica que “Los principales miembros del Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD) de la OECD han estado revisando sus presupuestos de ayuda para hacer frente a la crisis humanitaria creada a raíz de la guerra en Ucrania. Un componente central de estas revisiones ha sido la redirección de la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) destinada a proyectos de desarrollo a largo plazo en el Sur Global. Esta desviación de la ayuda puede tener consecuencias de gran alcance para las comunidades receptoras en el Sur Global“.

En buena medida debido a la presión de los países del Sur, en el comunicado final de la reunión de mayo pasado el G7 incluyó una serie de reivindicaciones de países del Sur comprometiéndose a ampliar los fondos para los ODS, renegociar la deuda externa de muchos Estados en términos más beneficiosos, cooperar con los bancos multilaterales para el desarrollo, reforzar la ayuda para prevenir contra futuras pandemias, movilizar fondos para infraestructuras e incrementar la cooperación con África, entre otras medidas. El G7 se comprometió también a impulsar estas acciones en la serie de reuniones programadas para 2023 sobre ODS, deuda y clima.

¿De qué se habla al hablar del Sur Global?   

El Sur Global incluye, según Naciones Unidas, a 77 países que tienen problemas de subdesarrollo, mayor o menor debilidad de sus instituciones y que son casi todos, excolonias. Es un conjunto con similitudes, pero también grandes diferencias, especialmente entre el reducido grupo de los considerados emergentes y los 60 Estados, clasificados (por la OECD), que sufren “contextos de fragilidad multidimensional” (humana, seguridad, economía, medio ambiente y sociedad). Los primeros son Brasil, India, Sudáfrica. En algunos casos se incluye a Indonesia y México. Entre los casos más extremos de fragilidad están Afganistán, Burundi, Chad, Congo, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Irak, República Democrática del Congo, República Centroafricana, Somalia, Sudán, Sudán del Sur y Yemen. Una parte de ellos están en guerras civiles. 

El concepto de Sur Global es utilizado también por activistas contrarios a la globalización y las políticas económicas neoliberales por considerar que perpetúan con nuevas formas de dominación, y por académicos de estudios postcoloniales. Estos proponen una revisión crítica de la historia de los imperios y sus consecuencias, como el racismo, la esclavitud y el despojo y sometimiento de poblaciones indígenas. En este amplio espectro de definiciones e intereses diversos, la agenda del Sur Global es muy amplia y con distintos actores, que a su vez tienen diferentes intereses. 

Los emergentes y el no alineamiento

A partir de que Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022 la Asamblea General de la ONU ha votado una serie de resoluciones condenando la invasión rusa, pidiendo la retirada de sus tropas, deplorando el reconocimiento diplomático de las auto declaradas repúblicas de Donetsk y Lugansk, y suspendiendo a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. En todos los casos, India, Brasil y Sudáfrica se abstuvieron. 

El presidente brasileño Lula da Silva y el presidente chino Xi Jinping en una ceremonia de bienvenida celebrada en Pekín, el 14 de abril de 2023. (Ken Ishii,-Pool/Getty Images)

India reitera que abstenerse es coherente con la Carta de la ONU y el principio de soberanía nacional y la no injerencia en asuntos de otros Estados. En la misma línea, se opone a la imposición de sanciones. Nueva Delhi desarrolla una hábil diplomacia: aliado principal de Estados Unidos en Asia, aparte de Japón, es un socio comercial (incluyendo compras de armas) de Rusia. Aunque tiene conflictos fronterizos con China, y compite con Pekín por la hegemonía en Asia, mantiene con ese país foros de diálogo e intercambios comerciales.  

Sudáfrica también mantiene buenas relaciones con Moscú (inclusive llevando a cabo recientemente maniobras militares conjuntas) y China, es aliado de EE UU y Europa. Es una potencia intermedia y con prestigio en el contexto de África Subsahariana.    

Brasil, por su parte, mantiene buenas relaciones con EE UU, Europa, Rusia y China. El presidente Lula da Silva está en contra de los regímenes de sanciones, practica la no injerencia, ha criticado a las dos partes en la guerra de Ucrania y plantea ideas para crear un grupo de “amigos de la paz”. A la vez, aspira a promover la unidad regional en América del Sur, impulsar la transición verde y consolidar su influencia global sin formar parte de alianzas militares. 

El ascenso de los emergentes 

Las denominadas potencias emergentes se proyectaron a la escena internacional en 2003 generando grandes expectativas sobre su capacidad de crecimiento y cooperación con países pobres del Sur. Diversos problemas internos, más la caída de los precios y de la demanda de sus bienes primarios (especialmente por parte de China), obstaculizaron su exitoso camino. Pero desde 2008 su prestigio e influencia ha aumentado, especialmente por la percepción de que es necesario cambiar varias reglas del juego del poder internacional. 

El Primer Ministro indio, Narendra Modi, afirmó en la Cumbre de la Voz del Sur Global 2023: “India siempre ha compartido su experiencia de desarrollo con nuestros hermanos del Sur Global… Las personas de (esta región) ya no deberían ser excluidas de los frutos del desarrollo. Juntos debemos intentar rediseñar la gobernanza política y financiera global. Esto puede eliminar las desigualdades, ampliar las oportunidades, apoyar el crecimiento y difundir el progreso y la prosperidad”. 

Al igual que otros emergentes, y que Rusia y China (aunque esto dos Estados debido a sus infraestructuras económicas y militares no pueden considerarse “Sur”), India considera que el sistema internacional ya no es ni bipolar (como durante la Guerra Fría) ni unipolar (liderado por Estados Unidos), sino multipolar. Esto significa que hay potencias grandes e intermedias con diferentes capacidades e influencias, pero ninguna puede imponer totalmente sus políticas sobre otros. En esta multipolaridad no importan las ideologías y las relaciones están basadas en los intereses particulares con alianzas flexibles y pragmáticas.

En la reciente cumbre de los BRICS en Sudáfrica, el ministro indio de Asuntos Exteriores, Subrahmanyam Jaishankar, dijo que el Sur Global debe "enviar un mensaje contundente de que el mundo es multipolar, que se está reequilibrando y que las viejas formas no pueden abordar situaciones nuevas". En un documento del think tank brasileño CEBRI se indica que “Una configuración geopolítica multipolar tenderá a orientar el sistema internacional hacia una dirección más favorable al multilateralismo. No obstante, tal configuración no será posible sin un esfuerzo deliberado y sostenido por parte de actores con peso económico e influencia diplomática, independientemente de que posean o no una capacidad militar significativa. (…) Destaca en este contexto la responsabilidad de los países, grandes y pequeños, que valoran el marco proporcionado por la Carta de Naciones Unidas. La mayor parte del mundo en desarrollo y Europa pertenecen a este grupo. Una estrategia que promueva la multipolaridad no es incompatible con la construcción de polos cohesivos regionales”.

Parte de la agenda de los países miembros del Sur Global ha avanzado gracias a la cooperación Sur-Sur. La asociación de los IBSA la ha potenciado en campos técnicos, comerciales, turismo y comunicaciones. Brasil, por ejemplo, estrechó sus vínculos con ex colonias portuguesas en África Subsahariana. El Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA) promueve este tipo de cooperación, y hay importantes perspectivas para la cooperación triangular, entre dos países del Sur con financiación del Norte.

No emergentes y el sistema financiero 

Los no emergentes tienen también un peso creciente con propuestas que pueden suponer un cambio en el debate entre el Norte y el Sur. El Plan de Acción del Caribe sobre Salud y Cambio Climático es una importante iniciativa en relación al impacto que tiene la crisis ambiental sobre numerosas islas en el mundo. Las crecientes inundaciones de tierras cultivables, huracanes, elevaciones del nivel del mar, erosión y cambios bruscos de temperaturas afectan cosechas y turismo a la vez que hacen desaparecer tierras y amenazan con el literal hundimiento de núcleos habitacionales. 

Mia Mottley, Primera Ministra de Barbados, durante la Cumbre sobre la Aplicación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), celebrada en Sharm El Sheikh, Egipto, en noviembre de 2022. (Sean Gallup/Getty Images)

Mia Mottley, primera ministra de Barbados, una de las islas afectadas en el Caribe, está impulsando en la Iniciativa de Bridgetown (nombre de la capital de su país) para que la comunidad de donantes coopere con fondos especiales y reformas en el sistema financiero internacional con el fin de responder más eficazmente a crisis futuras. La Iniciativa propone proporcionar liquidez inmediata para detener la crisis de la deuda; ampliar los préstamos multilaterales que prioricen los ODS y la resiliencia climática; activar los ahorros del sector privado para la mitigación climática; y financiar la reconstrucción después de un desastre climático en países que no tienen capacidad para la misma.

Estas medidas enlazan con las demandas de otras partes del Sur para reformar y adaptar el sistema financiero internacional a las nuevas necesidades. El secretario general de la ONU lanzó el programa de Estímulo ODS: “Las policrisis, dijo, están agravando los impactos en los países en desarrollo, en gran parte debido a un sistema financiero mundial injusto que es, a corto plazo, propenso a las crisis y que exacerba aún más las desigualdades”. 

Este programa plantea ampliar masivamente la financiación asequible a largo plazo alineando todos los flujos de financiación con los ODS y mejorando las condiciones de los préstamos de los bancos multilaterales de desarrollo. Guterres subrayó que “El alto costo de la deuda y los crecientes riesgos de sobre endeudamiento exigen una acción decisiva para poner al menos 500.000 millones de dólares disponibles anualmente para los países en desarrollo y convertir los préstamos a corto plazo en deuda a largo plazo a tasas de interés más bajas”.

La crisis ambiental 

Aunque los países del Sur no han sido los mayores contaminadores a lo largo de varios siglos de industrialización el impacto sobre ellos de la crisis ambiental y del cambio climático es muy grave. En la reunión de Egipto del COP27 varios de ellos plantearon la necesidad de financiación para la transformación ecológica, y negociar reducción de la deuda a cambio de programas de transición.

Según un informe apoyado por Naciones Unidas del Grupo Independiente de Expertos de Alto Nivel sobre Financiamiento Climático, los países en desarrollo, excluyendo a China, necesitan inversiones por encima de los 2.000 millones de dólares anuales hasta 2030 con el fin de detener el calentamiento global y comenzar a revertir sus efectos. 

La escala de las inversiones en Estados con economías menos desarrolladas y vulnerables durante los próximos cinco años requerirá una estrategia que aborde las crecientes dificultades debido a la deuda y que conduzca a una gran expansión de las finanzas nacionales e internacionales, públicas y privadas. Las prioridades de inversión clave deben abarcar la transformación del sistema energético, responder a la creciente vulnerabilidad de los países en desarrollo al cambio climático y restaurar el daño al capital natural y la biodiversidad. 

Pese a que el Sur Global es más una denominación general que una alianza formal de países, las diversas iniciativas, y las potenciales alianzas con estados del Norte, deberían ir configurando nuevas arquitecturas financieras para enfrentar el cambio climático y los problemas de desarrollo, junto con reformas en la gobernabilidad.

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura