Ciudadanos votan en las elecciones a la Asamblea Nacional del Poder Popular el 26 de marzo de 2023, en La Habana, Cuba. (Yander Zamora/Anadolu Agency/Getty Images)

Las elecciones celebradas en Cuba en marzo de 2023 premiaron a los candidatos nacionales vinculados a las posibilidades de cambio, y demostraron un inferior apoyo popular a los identificados con la represión o con un mero continuismo. ¿Cómo es posible esta afirmación en una elección nacional, al igual que tantas anteriores, en que el número de candidatos es idéntico al número de parlamentarios por elegir, es decir, cuando todos los postulados son elegidos?

Cuba ha venido celebrando elecciones directas de diputados para su Parlamento, la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), por tres décadas. La regla fundamental ha sido un sistema de partido único y la prohibición de competencia entre candidatos. 

Sin embargo, otra regla agrupa a los candidatos en distritos con no menos de dos diputados a elegir, aunque siempre reteniendo la identidad entre escaños y candidatos. Cada votante puede respaldar el “voto unido,” es decir, votando por todos, que es la consigna oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC), o puede votar selectivamente, es decir, voto por A pero no por B aunque tanto A y B serán elegidos. Ese voto selectivo genera una diferencia de 36 puntos porcentuales entre el más y el menos votado, indicando quiénes son los candidatos relativamente más o menos populares.

Agrupemos los resultados como si hubiera sido una elección con un voto proporcional y consideremos los resultados para los catorce miembros del buró político del PCC – la entidad política de mayor importancia ¿Quiénes quedaron en el 25% de mayor apoyo, quiénes en el 25% inferior, y quiénes de por medio? Además, la elección identifica qué candidato sacó más votos en su distrito plurinominal, aunque todos hayan sido elegidos. 

Solamente cinco de los catorce miembros del buró político quedaron entre el 25% de los candidatos más votados en sus respectivas provincias, y tres de sus miembros se ubicaron entre el 25% de los menos votados en sus provincias. Si bien era una elección para el Parlamento, no para la cúpula del PCC, los miembros de esa cúpula no demostraron superior popularidad. 

En este sentido la diferencia racial tuvo peso. Todos los negros en el buró político quedaron en la mitad superior de los candidatos en sus provincias, mientras que solamente cinco de los diez candidatos blancos llegaron a esa proporción.

Generales y ministros recibieron menor apoyo popular. Dos de los tres generales y cuatro de los cinco ministros quedaron en la mitad inferior de los candidatos en sus respectivas provincias, con menor apoyo que el resto del buró político. En una elección un año después de las protestas masivas del 11 de julio de 2021, esos generales relativamente impopulares fueron el ministro del Interior y el ministro de las Fuerzas Armadas. El ministro civil menos popular fue el secretario del Consejo de Ministros, un símbolo del desempeño del gobierno en medio de una grave crisis económica nacional.

Dos elementos explican poco. La diferencia de género es inexistente. Los cinco miembros de mayor servicio en el buró político ingresaron en 1997 y cuatro de los más recientes en 2021. La adición de los más recientes no recibió grandes aplausos populares, pero la distribución de popularidad relativa es casi similar entre ambas generaciones políticas.

Sin embargo, la clave de los resultados es la política. Hay miembros del buró político que recibieron más votos en su distrito plurinominal (tal y como muestra el gráfico que acompaña este artículo). Ocho de los catorce quedaron en primer lugar. Esos ocho, además, quedaron en la mitad superior de los candidatos en sus respectivas provincias, es decir, el político del PCC que retuvo apoyo de su base local obtuvo relativamente un buen resultado en la comparación provincial. 

Los cinco candidatos que quedaron en la cuarta parte superior de la votación provincial ganaron sus distritos, mientras que cinco de los seis candidatos que quedaron en la mitad inferior de la votación provincial no obtuvieron el primer puesto en sus distritos: a mal político local, mal resultado provincial.

¿Quiénes son, pues, esas cinco “estrellas” electorales del buró político del PCC? 

Los cinco ejemplifican las posibilidades de cambios políticos, económicos, sociales y de relaciones internacionales. Encabezando este grupo está el primer ministro Manuel Marrero, cuya votación total excedió en siete puntos porcentuales la votación del presidente Miguel Díaz-Canel. Marrero, el miembro más votado del buró político, es el principal exponente de las reformas económicas y del valor de las empresas privadas, medianas o pequeñas. Le sigue Marta Ayala, científica que encabeza un centro responsable del descubrimiento y desarrollo de vacunas y otros medicamentos – el futuro nacional que moviliza el talento de sus investigadores. Roberto Morales, secretario de Organización del PCC y principal enlace entre el buró político y el secretariado, reemplazó a José Ramón Machado, quien ocupó esa posición por décadas, fue pilar del continuismo y representó la principal oposición a las reformas económicas y políticas. Morales, encabezando un secretariado totalmente renovado, le ha impartido un nuevo dinamismo a una institución que sólo sabía decir que no. 

Hay dos veteranos de la política nacional. Esteban Lazo, presidente del Parlamento, que la ha transformado en una institución más eficaz que actúa como supervisora del desempeño de los ministerios y otras agencias del Estado, demostrando una posibilidad de cambio en un Parlamento usualmente somnoliento. El General Ramón Espinosa, veterano del buró político (1997-2021), reingresa en 2022 a los 83 años, reflejando su exitoso desempeño en las guerras en Angola y Etiopía y sus 27 años encabezando el Ejército de Oriente y mostrando, por tanto, haber sido el constructor de las “medidas de confianza” con su contraparte, el comandante de la base estadounidense cerca de Guantánamo. Espinosa, con fama de ser el general más respetado por sus tropas, es así un posible interlocutor en una relación más eficaz con Estados Unidos.

Los tres menos votados fueron las caras de la represión: el ministro del Interior, el ministro de las Fuerzas Armadas y la cara gris del continuismo, el secretario del Consejo de Ministros.

Las cinco “estrellas” no prometieron realizar cambios, ya que la ley electoral prohíbe llevar a cabo campañas, pero los votantes desesperados por una grave crisis nacional podían percibirlos como posibles puentes hacia un futuro distinto. Marrero, por ejemplo, ha desarrollado la apertura hacia el sector privado, insistiendo en que es esencial para el crecimiento económico; ese discurso político es muy distinto del lenguaje de otros dirigentes y de lo que había sido la política del PCC antes de la designación de Marrero. 

El empuje de las ciencias aplicadas por el bien del país implica enlaces con empresas internacionales para desatar el potencial comercial de los nuevos medicamentos, así como una política salarial más acorde con las normas internacionales para poder retener al personal científico que, de otra manera, puede sentirse tentado a emigrar.  

Las mejores relaciones con Estados Unidos requieren tranquilizar a las Fuerzas Armadas de ambos países, que fue uno de los logros fundamentales del general Espinosa durante su jefatura del ejército oriental y, de esa manera, construir las bases para un cambio más amplio de la relación con Washington.

La transformación paulatina del Parlamento buscando mayor eficacia y de un secretariado del PCC que abra puertas en vez de cerrarlas, son esenciales para cualquier concepto de “democracia socialista” bajo la égida del Partido. Falta mucho por lograrlo, pero hay cambios iniciales más sencillos, como permitir más de un candidato a diputado por escaño a elegir y autorizar que realicen campañas, todavía bajo un sistema de partido único, de lo cual Vietnam hace años es un ejemplo. Ambos cambios son perfectamente permisibles bajo la Constitución de la República.

Las elecciones de 2023 en Cuba apuntan hacia un futuro de más cambios, avanzando hacia una economía que reconozca más amplia y profundamente la importancia del mercado y llegando, eventualmente, a una competencia no solo económica sino también entre partidos políticos en un ámbito de elecciones realmente libres.