Zona completamente destrozada por el huracán Dorian en Marsh Harbour, hogar de una numerosa población de refugiados haitianos en las islas Ábaco, Bahamas. (Getty Images)

Es probable que no exista una región para la que el cambio climático sea una amenaza más grave que el Caribe. Al estar formada, en gran parte, por Estados insulares, éste representa una crisis existencial. Si los países grandes no toman medidas significativas para frenar el calentamiento global, las proyecciones auguran un futuro funesto para la región. De hecho, para 2050, el coste anual de la inacción para el Caribe en daños causados por huracanes, pérdidas en el sector turístico y daños a la infraestructura podrían llegar a los 22.000 millones de dólares. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas ha previsto que, sin intervención, sus efectos probablemente harán que algunas pequeñas naciones-isla se vuelvan inhabitables durante este siglo. Como resultado, la naturaleza disruptiva del cambio climático provocará flujos migratorios a gran escala.

La población de la región del Caribe ya se está moviendo debido a los efectos de un clima más cálido. Según el Centro de Seguimiento del Desplazamiento Interno, solo en 2017 —después de una temporada de huracanes en el Atlántico especialmente devastadora—, casi dos millones de personas se desplazaron internamente en el Caribe. Incluso las conservadoras proyecciones del Banco Mundial sugieren que, para 2050, 216 millones de personas de las regiones más pobres y más vulnerables al clima serán desplazadas debido tanto a eventos de evolución lenta como a desastres naturales repentinos asociados con el cambio climático.

Los pequeños Estados insulares en desarrollo se enfrentan a múltiples peligros naturales, así como a restricciones financieras que limitan sus estrategias para desarrollar su resiliencia y adaptación. Estos factores aumentan aún más su vulnerabilidad en relación con otras regiones. Los efectos asociados con la subida del nivel del mar, los ciclones tropicales intensos, las marejadas ciclónicas, la intrusión de aguas saladas, las sequías, los cambios en los patrones de precipitación y la decoloración de los corales ya están degradando los ecosistemas terrestres y marinos del Caribe, aumentando la inseguridad alimentaria y del agua y estresando las economías regionales y las infraestructuras críticas. De hecho, según el Índice de Riesgo Climático Global 2021, Puerto Rico (1), Haití (3) y las Bahamas (6) son tres de los diez países y territorios más afectados por fenómenos meteorológicos extremos en las últimas dos décadas.

A pesar de haber construido una importante red de acuerdos sobre migración y gestión del riesgo de desastres, otros desafíos —como el impacto del Covid-19— han paralizado significativamente los avances. De hecho, las limitaciones económicas y financieras de larga duración están impidiendo que la región implemente medidas de mitigación, adaptación y resiliencia muy necesarias para atenuar potenciales eventos migratorios a gran escala. Además, al haber más personas en movimiento, los delitos asociados con la migración van en aumento. Los migrantes son particularmente vulnerables a convertirse en víctimas de la delincuencia cuando se desplazan a través de canales ilegales, tienen poco acceso a ...