Incendios forestales vistos desde la orilla de San Teodoro, Italia dañan la flora mediterránea, 2017. (Mauro Ujetto/NurPhoto via Getty Images)

Cinco tendencias claves que marcarán la agenda climática, económica y social en el Mediterráneo en los próximos años.

Grecia, Turquía, Argelia, Túnez, España… Este verano se han quemado centenares de miles de hectáreas alrededor del Mediterráneo en una multitud de incendios nunca vistos con esta intensidad y frecuencia. Altas temperaturas, largas sequías y una mala gestión forestal han creado la tormenta perfecta para propagar múltiples megaincendios imposibles de controlar y apagar. Desgraciadamente, como confirma el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), estos eventos extremos son ahora parte de nuestra “nueva normalidad” en un mundo que ya ha alcanzado un aumento de temperatura de más de 1.1ºC desde la época preindustrial.

Debido a su posición geográfica y a su particular clima, el Mediterráneo es una de las dos regiones del mundo (la otra es el Ártico) que sufre -y sufrirá- más duramente los efectos del cambio climático. El año pasado, la red mediterránea de expertos climáticos (MedECC) publicó su primer informe regional sobre el impacto del cambio climático en la zona, el cual fue revisado por un grupo de investigadores independientes del norte y sur. Los datos son claros: la región mediterránea se está calentando un 20% más rápido que la media global, con un aumento de la temperatura regional estimado a 2.2°C para 2040 si se mantienen las políticas actuales.

En este contexto de emergencia climática, no solamente es urgente reducir lo antes posible las emisiones de C02, sino también prepararnos para vivir en un mundo cada vez más extremadamente caluroso. Un informe reciente de la aseguradora SwissRe ha calculado que los impactos del cambio climático sobre la salud, la economía y la naturaleza podrían alcanzar el 14% del PIB anual en 2050, considerando las políticas actuales, o “solamente” 4% si se cumplen los objetivos del acuerdo de París. Para los que, desgraciadamente, no vamos por buen camino. Según Climate Action Tracker, los compromisos actuales de los gobiernos nos conducen a +2.4ºC de incremento de temperatura, muy lejos del 1.5ºC prometido en París.

En este sentido, los participantes a la COP26 de cambio climático previsto en noviembre en Glasgow, se enfrentan a tremendos retos: por primera vez desde el 2016, los países deben revisar sus planes climáticos marcando objetivos de mitigación más ambiciosos. Pero llegada la fecha límite (31 de julio 2021), solamente el 52% enviaron sus planes actualizados, los cuales reflejan un nivel de ambición muy lejos del necesario, según reconoció el propio secretariado de la convención de cambio climático. Aún queda la fase de negociación política que se desarrollará durante la propia conferencia, pero estas son malas señales enviadas a la comunidad internacional y a la ciudadanía.

En esta carrera contrarreloj para frenar el cambio climático, se pueden resaltar cinco tendencias y temas claves que marcarán la agenda climática, económica y social en el Mediterráneo en los próximos años y pueden facilitar una transición ecológica justa – o al contrario generar conflictos persistentes.

 

Los gobiernos y actores económicos están bajo el escrutinio de la sociedad civil y su ciudadanía

Los recientes litigios climáticos por parte de algunas ONG contra el gobierno holandés por la falta de políticas climáticas (caso Urgenda), el francés (Notre affaire à tous) y ahora contra el español, abren un nuevo terreno de juego para obligar a los países a cumplir con sus compromisos internacionales (acuerdo de París) o nacionales. En su respuesta a la demanda de nueve jóvenes, el propio Tribunal Constitucional Federal alemán ha declarado parcialmente inconstitucional su ley climática por no garantizar los derechos fundamentales de la ciudadanía, obligando al gobierno a incrementar la ambición de sus planes climáticos. A estos juicios públicos se añade la histórica sentencia contra la petrolera SHELL condenada a reducir sus emisiones de CO2 en un 45% para 2030. Estas acciones envían un aviso claro a las empresas, sus accionistas y sus dirigentes: nadie está fuera del alcance de la ley para cumplir sus obligaciones de lucha contra el cambio climático.

 

La gobernanza regional en el Mediterráneo ha quedado obsoleta y debe reinventarse

El Mediterráneo ha sufrido – y sigue sufriendo – una fragmentación política histórica y una divergencia estructural en su desarrollo socioeconómico que alimenta migraciones forzadas y conflictos regionales. El intento del expresidente francés Nicolas Sarkozy y de Angela Merkel de crear una Unión Mediterránea basada en el modelo europeo ha tenido un éxito muy modesto. La Unión por el Mediterráneo, cuya oficina está en Barcelona, apenas tiene presupuesto, dispone de pocas capacidades técnicas y mantiene una visión de “proyectos” cortoplacistas. Si bien tiene el mérito de agrupar en una misma organización a “enemigos” tradicionales como Israel y Palestina; o Argelia y Marruecos; no ofrece mecanismos reales para responder a los retos ambientales y sociales actuales. En el 25 aniversario del proceso de Barcelona, parece necesario abrir un nuevo diálogo político para rediseñar un modelo de gobernanza regional más moderno, ambicioso y eficiente.

 

La nueva agenda europea en el Mediterráneo debe facilitar la transición ecológica

La Unión Europea, única alianza política multinacional realmente exitosa hasta la fecha, puede tener un papel clave en la transición socioecológica de la región mediterránea. El, recientemente aprobado, Pacto Verde europeo marca un rumbo ambicioso que puede servir de ejemplo y catalizador para los otros países de la región fomentando una transición verde, inclusiva y justa. Más allá de meras declaraciones, estas políticas tienen que facilitar inversiones coherentes y consistentes en proyectos de cooperación, pero también de investigación, industrialización, capacitación y formación. El programa de I+D Horizon Europe o PRIMA, así como la renovada política de vecindad, son herramientas poderosas para desarrollar iniciativas comunes entre las riberas norte y sur. No obstante, falta todavía mucha voluntad política, capacidad técnica y apoyo económico para conseguir resultados tangibles a medio y largo plazo.

 

No se puede invertir más en la exploración, extracción y producción de energía fósil

Tamar, una plataforma de producción de gas natural frente a Ashkelon, en la costa mediterránea de Israel. (Albatross via Getty Images)

Ya no nos podemos permitir el lujo de seguir con las inversiones tradicionales en activos fósiles existentes o emergentes como los yacimientos de gas en la zona oriental. Tal como ha reconocido por primera vez la propia Agencia Internacional de la Energía en su informe Net Zero by 2050, es urgente dejar de invertir en proyectos de extracción, transformación o distribución de energía fósil si queremos cumplir el acuerdo de París. El mismo documento apunta que las energías renovables son ahora tan competitivas que salen incluso más baratas que las fósiles, por lo que ni siquiera son necesarios incentivos económicos o subvenciones para facilitar su desarrollo. Las instalaciones solares o eólicas, centralizadas o no, son alternativas viables económica y tecnológicamente en todos los países de la región.

 

Los planes de reconstrucción pospandemia pueden acelerar -u obstaculizar- la transformación ecológica

Los planes de reconstrucción diseñados por los gobiernos para responder a la crisis sanitaria provocada por la pandemia representan una oportunidad única para financiar la transición hacia una economía baja en carbono, resiliente e inclusiva. No obstante, los datos compilados hasta ahora por algunos centros de investigación como el Global Recovery Observatory o eco-union muestran que el nivel de ambición y compromiso difiere mucho entre los países mediterráneos. Algunos Estados, como España, Francia o Italia tienen una agenda ambiental y social bien orientada. Otros países como Marruecos o Turquía no están aprovechando esta oportunidad para cambiar realmente el rumbo de su economía. Al comparar a nivel mundial el progreso de los diferentes países hacia una economía verde, desgraciadamente la mayoría de los países mediterráneos se quedan a la cola de la lista.

Nos jugamos mucho en las negociaciones climáticas de la COP26 este año, la cual se celebra con un año de retraso debido a la pandemia. Los líderes políticos y los actores económicos de la región deben aprovechar esta oportunidad para cambiar el rumbo del Mediterráneo, el cual está sufriendo duramente las consecuencias del cambio climático. O apuestan con fuerza por una agenda ambiental ambiciosa e inclusiva que transforme de forma significativa la economía mediterránea de manera sistemática e irreversible; o nos mantendremos en el modelo prepandemia de altas emisiones de carbono con dramáticas externalidades sociales y ambientales. Las consecuencias derivadas de estas dos alternativas son claras: un desarrollo compartido y equilibrado, por un lado; o unos conflictos persistentes y desestabilizadores, por el otro. Sabremos muy pronto qué escenario gana, para bien o para mal.