Otros grupos armados que aterrorizan a la población en África.

Cada día vemos como los medios de comunicación nos transmiten imágenes del terror que se vive en determinados países africanos a manos de grupos armados o ‘terroristas’ de carácter yihadista. Sin embargo, en muchos de esos países, otros grupos armados no islamistas también causan terror y sufrimiento a la población, aunque apenas tenga difusión mediática. Pese a reunir muchas de las características que definen a un grupo terrorista, estos movimientos no son calificados como tales, demostrando, una vez más, lo político del término “terrorista”. Por ello, deberíamos también conocer más de cerca a esos movimientos armados, sus demandas y las consecuencias de sus acciones sobre la población civil.

Grupos armados en el Delta del Níger

En la foto, un seguidor de Ateke Tom, líder del Niger Delta Vigilante.
En la foto, un seguidor de Ateke Tom, líder del Niger Delta Vigilante. Photo by LIONEL HEALING/Getty Images

Cuando hablamos de violencia en Nigeria, sólo un nombre viene a nuestra cabeza: Boko Haram. Sin embargo, antes de su surgimiento aparecieron en Nigeria otros grupos armados en la zona del Delta del Níger, como consecuencia de los vertidos de petróleo de las multinacionales petrolíferas. El agravio producido por la pérdida de medios de vida y contaminación medioambiental se unió a un fuerte nacionalismo, principalmente representado por la etnia ijaw, que tuvo como consecuencia la aparición de distintos movimientos armados.

Tanto el Niger Delta People’s Volunteer Force (NDPVF), el Niger Delta Vigilante (NDV), así como el Movimiento por la Emancipación del Delta del Níger (MEND) mezclan en su ideario nacionalismo y exigencia del control de los recursos petrolíferos del Delta. Sus acciones van desde el sabotaje de instalaciones petrolíferas y el robo y contrabando de crudo hasta el secuestro de nacionales y extranjeros. Aunque en 2009 el Gobierno amnistió a todos estos grupos, el NDPVF y el MEND han retomado las armas, contra el Ejecutivo y entre ellos mismos, con tensiones que han derivado en enfrentamientos entre los grupos armados e interétnicos que afectan a la población civil. Si a esta tensión se suma la piratería en el Golfo de Nigeria, la situación no parece nada halagüeña.

Ejército de Resistencia del Señor (LRA)

Cuando las matanzas y los secuestros paran, la población acholi aprovecha para enterrar a sus muertos. Creen que los espíritus solo les dejarán en paz si les dan un entierro decente.
Cuando las matanzas y los secuestros paran, la población acholi aprovecha para enterrar a sus muertos. Creen que los espíritus solo les dejarán en paz si les dan un entierro decente. Photo by BEN SIMON/Getty Images

El Ejército de Resistencia del Señor es bastante conocido gracias a la fama que adquirió su líder Joseph Kony y por llevar operativo desde los 80. Originado en Uganda, puso en jaque a las fuerzas de Museveni durante décadas hasta que, a finales del 2000, casi es expulsado del territorio ugandés. Pese a la muerte y captura de varios de los lugartenientes de Kony, el grupo no ha desaparecido. A comienzos de 2015, Dominic Ongwen, comandante del LRA, fue detenido y se enfrenta a cargos por 70 crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional.

La presión del Ejército ugandés hizo que el grupo se trasladase a la zona fronteriza entre República Democrática de Congo (RDC), República Centroafricana y Sudán del Sur. Aunque en un principio la creación del LRA respondía a un conflicto étnico entre los acholi y los norteños que controlaban el poder en Uganda, en la actualidad la persistencia de la organización responde al mantenimiento de su estructura criminal como modo de enriquecimiento para sus líderes y, especialmente, para Joseph Kony. Pese a que el número de efectivos con los que cuenta ha disminuido, los distintos conflictos existentes en estos países y la debilidad de los aparatos estatales ofrecen aún una ventana a través de la cual mantener la organización. Desde 2010, los ataques se centran en estos tres países, especialmente en el noreste de RDC y el sureste de República Centroafricana. La abrumadora mayoría de estos ataques tienen por objetivo a la población civil, siendo miles los fallecidos y heridos además de secuestrados. La amenaza se está haciendo cada vez más fuerte en República Centroafricana, donde ha secuestrado a docenas de personas.

Yanyauid 

Los yanyauid se hicieron tristemente célebres por el genocidio de Darfur. Esta milicia tribal árabe fue utilizada por el Gobierno de Sudán para sofocar la rebelión en Darfur y a día de hoy continúa luchando contra los rebeldes separatistas en las zonas de Nilo Azul, Kordofán del Sur y Darfur. Esta milicia ha sido acusada de numerosas violaciones de derechos humanos desde 2003. Naciones Unidas estima en 400.000 las personas fallecidas desde que comenzó el conflicto, muchas de ellas asesinadas a manos de esta milicia y de las fuerzas armadas sudanesas. Además, los yanyauid siguen aterrorizando a la población, saqueando aldeas y asesinando a sus habitantes. Más de dos millones de darfuríes continúan desplazados internamente en campos de refugiados y casi cinco millones dependen de la ayuda humanitaria.

Rebeldes del movimiento Justicia e Igualdad inspeccionan un pueblo saqueado por los yanyauids cerca de Darfour.
Rebeldes del movimiento Justicia e Igualdad inspeccionan un pueblo saqueado por los yanyauids cerca de Darfour. Photo by SCOTT NELSON/Getty Images

Pese a ello, el Gobierno sudanés no sólo continúa confiando la responsabilidad de “solucionar” la situación en Darfur a una milicia indisciplinada, sino que les ha conferido estatus legal, llamándose a partir de 2014 Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Incluso 3.000 yanyauid han sido trasladados a la capital del país encargados de labores de seguridad. Hay quienes acusan a Jartum de haberlos empleado para sofocar las manifestaciones de 2013 por la subida de los precios del combustible, con el resultado de cientos de manifestantes fallecidos y heridos. La UNAMID, la misión conjunta de Naciones Unidas y la Unión Africana en Darfur, no ha podido ni detener los crímenes, ni tan siquiera documentar con exactitud las terribles violaciones de derechos humanos que los yanyauid siguen cometiendo con total impunidad.

Juego de siglas en Sudán del Sur

Desde que a finales de 2013 estalló una cruenta guerra civil en Sudán del Sur por el control del recién nacido Estado, los abusos contra la población civil se han extendido a lo ancho y largo del territorio. Los civiles no están a salvo de las graves violaciones de derechos humanos que cometen tanto las tropas gubernamentales – Sudan People’s Liberation Army (SPLA) – como los diversos grupos rebeldes. Pese al acuerdo de paz que se firmó durante el verano de 2015 entre el Gobierno de Sudán del Sur y el Sudan People’s Liberation Movement in Opposition (SPLM-IO) del ex vicepresidente Riek Machar, los ataques contra civiles continúan con total impunidad, según señala la organización Human Rights Watch.

Niños soldado en una “ceremonia” de desarme y reintegración organizada por UNICEF. Los menores pasan tiempo en un centro de atención donde son provistos de comida, agua, ropa y cuidados médicos.
Niños soldado en una “ceremonia” de desarme y reintegración organizada por UNICEF. Los menores pasan tiempo en un centro de atención donde son provistos de comida, agua, ropa y cuidados médicos. Photo by CHARLES LOMODONG/Getty Images

El acuerdo de paz no tuvo el efecto deseado. En lugar de calmar la situación, muchos de los grupos rebeldes, como el Revolutionary Movement for National Salvation (REMNASA) o el South Sudan National Liberation Movement (SSNLM) no se sumaron a él. El panorama no es positivo, han surgido nuevos grupos armados como el South Sudan People’s Patriotic Front (SSPPF) y el Tiger Faction New Forces (TFNF) y la lucha se ha extendido a otras regiones del país como el estado de Equatoria Occidental. Rebeldes y Ejército atacan a la población civil, sospechosa de apoyar a uno u otro bando, como forma de ejercer presión. Este aumento de grupos permite a las fuerzas gubernamentales seguir  atacando a sus propios habitantes con ejecuciones extrajudicialmente, desapariciones forzadas y tortura de los detenidos. Los desplazados se cifran en, al menos, dos millones de personas.