
Las principales bazas para la reelección de Noboa de cara a las comicios de la primavera de 2025 serán la continuidad en lo económico y las políticas de mano dura para los problemas de seguridad en Ecuador. Por el momento, una alternativa progresista, feminista, ambientalista y plural no goza de una buena coyuntura para hacerse efectiva a corto plazo en el país.
En 2021 se enfrentaron por la presidencia de Ecuador quien a la postre terminó victorioso, el conservador Guillermo Lasso, y el candidato correísta, Andrés Arauz. La diferencia fue de algo más de cuatro puntos porcentuales, equivalentes a 420.000 votos. Dos años y medio después la distribución del voto se repite casi con exactitud, de manera que el hasta entonces asambleísta Daniel Noboa —hijo de la mayor fortuna del país y que intentó hasta en cinco ocasiones concurrir a las elecciones— se impone nuevamente a una apuesta del correísmo, como la de Luisa González, por apenas 360.000 votos.
Noboa, que aspiraba a concurrir a los comicios de 2025, pero no antes, ha vencido en estas elecciones presidenciales anticipadas de Ecuador movilizando a un electorado muy similar al que apoyó políticamente a Lasso, aunque lo hace con un perfil bien diferente. En primer lugar, evita las categorías izquierda/derecha, aunque claramente se ubica en el espectro conservador, toda vez que se define como defensor de los derechos LGTBI, cercano a las preocupaciones de los jóvenes del país y, en cualquier caso, de “centroizquierda”. En segundo lugar, y esto se ha podido observar a lo largo de la campaña, ha sido renuente con la tradicional crispación que caracteriza a la política ecuatoriana, evitando los ataques en los debates y conectando con sectores económicos y sociales de fuera de las dos principales ciudades del país —Quito y Guayaquil— donde se impuso un correísmo que hace dos años mayoritariamente votó por Lasso.Nuevamente, y como ha sucedido en otros escenarios similares del tablero centroamericano y también andino —como Perú o Colombia, no hace mucho tiempo— la politización de la inseguridad ha sido uno de los principales elementos de disputa. Actualmente, el país se presenta como uno de los más violentos del continente. Tanto que si en 2016 la tasa de muertes violentas era de 6 por cada 100.000 habitantes, hoy se aproxima peligrosamente a los 40 homicidios. Este tipo de acción violenta va camino de casi duplicarse solo en 2023, mientras que los secuestros y extorsiones se elevan por encima de un 300% respecto al año pasado. Por si fuera poco, el apoyo a la democracia está en mínimos históricos, de acuerdo con el último Latinobarómetro, con apenas un 37%; a la par que la satisfacción con la democracia es la segunda más baja de la región, con un 12%. Con estas credenciales, y sobre la base ...
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