El presidente chino, Xi Jinping, saluda en el XX Congreso del PCCh, Pekí,n, Octubre de 2022. Kevin Frayer/Getty Images

El líder chino entierra definitivamente la estructura de "un partido, dos facciones. ¿Qué consecuencias podría tener este hecho sobre las dinámicas internas del Partido Comunista Chino.? ¿Y sobre cómo se gobernará China?

En las últimas tres décadas, la política interna china se ha caracterizado por el faccionalismo, los contrapesos, el equilibrio y el consenso. Fue Deng Xiaoping, tras la muerte de Mao Zedong, quien introdujo esta estructura –sintetizada en el concepto "un partido, dos facciones"– para evitar que una única persona absorbiera todo el poder y se repitieran capítulos oscuros como la Revolución Cultural. Asimismo, los dos principales bloques existentes en el seno del Partido Comunista de China (PCCh) desde finales del siglo XX –los elitistas y los populistas– conseguían mantener la estabilidad interna gracias a la distribución de las cuotas de poder en los principales órganos de liderazgo.

Con la llegada de Xi Jinping a la cúspide del Partido en 2012 el concepto de "un partido, dos facciones" ha ido degradándose progresivamente. El XX Congreso Nacional del PCCh, celebrado entre el 16 y el 22 de octubre, supone la culminación de este proceso. El líder chino, además de asumir un tercer mandato como máximo dirigente del país, ha conseguido rodearse de sus aliados más cercanos en el Comité Permanente del Politburó. Sin contrapesos en el aparato más importante del Partido, el modelo que ha determinado las dinámicas internas del PCCh desaparece. La política china entra en una nueva era dominada completamente por Xi Jinping. 

Evolución del faccionalismo 

Las facciones en el seno del PCCh se formalizaron e institucionalizaron formalmente durante el periodo de Deng Xiaoping. Si bien Mao Zedong reconoció que “ninguna facción es una noción increíblemente extraña”, el Gran Timonel luchó contra las camarillas rivales en un intento de acumular el mayor poder posible. Entre 1942 y 1943, el líder chino inició el Movimiento de Rectificación de Yan’an para purificar ideológicamente el Partido y expulsar a sus adversarios “contrarrevolucionarios”. Una década más tarde encabezó la Revolución Cultural con el objetivo de purgar a los “representantes de la burguesía que se habían colado en el Partido, el Gobierno, el Ejército y diversas esferas de la cultura”. Mao quería poner fin a las luchas internas y reafirmar su autoridad, seriamente debilitada debido a la fallida política del Gran Salto Adelante.

Con el fin del periodo maoísta, Deng Xiaoping introdujo cambios estructurales para establecer un liderazgo colectivo, de tal forma que, en lugar de centrarse en una sola persona, fuese un conjunto de individuos el responsable de la toma de decisiones. El mandatario chino estableció una serie de principios, normas y códigos que favorecían los equilibrios de poder: límite de mandatos para el presidente, edad de jubilación, sucesión ordenada, descentralización para otorgar más libertad a los órganos del Estado, celebración de reuniones periódicas de las instituciones del Partido o eliminación de la poderosa figura del presidente del Comité Central. Cabe destacar que el propio Deng Xiaoping vulneró en varias ocasiones el sistema que había creado para impulsar su agenda política y económica. Así, por ejemplo, ordenó la destitución de Hu Yaobang en 1986 y Zhao Ziyang en 1989 o ignoró los planteamientos de aquellos líderes que se oponían a la política de ‘reforma y apertura al exterior’.

La democracia interna, por tanto, permitió la constitución formal de las facciones que han dominado la política china en las últimas cuatro décadas: la elitista y la populista –también conocidos como Tuanpai–.

El primer bloque se ha caracterizado tradicionalmente por representar los intereses del sector empresarial, la clase media emergente y las provincias costeras mediante el fomento de reformas económicas. Especialmente relevante fue la introducción en 2002 de la teoría de la "triple representatividad" en la constitución del PCCh por parte del Jiang Zemin, el máximo exponente de esta facción, que permitió y legitimó la entrada de empresarios privados para alinear los intereses de las fuerzas capitalistas con los del Partido.  

La segunda facción se caracteriza por aplicar medidas más populistas que favorecen a las zonas rurales y buscan reducir las enormes desigualdades existentes entre las regiones del país. Hu Jintao, una de las figuras más importantes de los Tuanpai, fue quien esbozó el concepto de "sociedad armoniosa", que pretendía abordar los problemas estructurales para “poner a las personas primero” y brindarles “oportunidades plenas y justas para que se beneficien del desarrollo de la economía nacional” a través de mayores ayudas para los desempleados, la eliminación de los impuestos rurales o el impulso de la educación en zonas más desfavorecidas, entre otras medidas.

Las facciones no se basan tanto en corrientes ideológicas como ocurrió durante el maoísmo –factor que originó un juego de suma cero con múltiples luchas internas que pusieron al borde del colapso al Partido y al país–, sino en una competencia impulsada por intereses y en una visión muchas veces contrapuesta sobre cuál es la mejor vía para alcanzar el desarrollo del Estado chino. La ausencia de una pugna ideológica se debe a que el objetivo común tanto de elitistas como de populistas reside en preservar la estabilidad interna y garantizar la supremacía del PCCh. Asegurar la continuidad del régimen, aceptando el reparto de las cuotas de poder, también supone preservar los intereses socioeconómicos de la élite política china.

El fin de "un partido, dos facciones"

El XX Congreso Nacional del PCCh supone un cambio radical en la política china. Xi Jinping rompe completamente con el esquema "un partido, dos facciones" y con múltiples normas que han guiado las dinámicas internas. La lógica del equilibrio, los contrapesos y el consenso parece llegar a su fin. Xi Jinping ha conseguido unificar el Partido en torno a su figura nombrando a sus aliados en el Comité Permanente del Politburó. Los seis que componen el poderoso órgano –Li Qiang, Zhao Leji, Wang Huning, Cai Qi, Ding Xuexiang y Li Xi– tienen vínculos personales o profesionales con el secretario general y todos ellos han jurado lealtad a Xi Jinping. 

El primer ministro chino Li Keqiang, el expresidente Hu Jintao y el presidente Xi Jinping asisten a la ceremonia de clausura del XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China.

Quizás esta condición, en lugar de la capacidad para gobernar, sea la clave para escalar a la cima a partir de ahora. Li Qiang se presenta como un buen ejemplo. El que era el secretario del PCCh en Shanghái es el responsable del descontrol que se vivió durante los dos meses que duró el confinamiento decretado en la metrópoli a principios de 2022. Si bien es cierto que Li seguía las políticas impuestas desde arriba y que incluso intentó en un primer momento aplicar una estrategia más flexible, no ha sufrido las consecuencias políticas que otros sí han experimentado por culpa de una mala gestión. De hecho, además de estar en el Comité Permanente del Politburó, también será el próximo primer ministro sin haber pasado previamente por el cargo de viceprimer ministro, una norma que se ha cumplido desde 1976. 

Asimismo, la presencia de la facción populista es inexistente. Li Keqiang, Wang Yang y Hu Chunhua, los tuanpai que estaban llamados a equilibrar el liderazgo central, no están siquiera en el Politburó –el segundo órgano más importante del PCCh–, pese a no superar la edad máxima de 68 años. Tampoco se espera que tengan una gran representación dentro de un lustro, cuando previsiblemente se elegirá a la persona que sucederá a Xi Jinping una vez finalice su cuarto mandato en 2032. 

Otro indicador que apunta a esta dirección es que la Liga de la Juventud Comunista, la base de poder de los populistas, ha perdido cuatro millones de miembros en la última década. Puede parecer un dato sin relevancia, pero forma parte de la estrategia de Xi Jinping de atar en corto a un organismo que podría crear rivales políticos que amenacen su poder. El líder chino calificó a sus miembros como “fácilmente influenciables por diferentes ideas [que] inevitablemente podrían confundirse entre ideales y realidad, entre el pequeño yo y el yo más grande”. En 2016 el Partido aprobó una profunda reestructuración de la Liga para reducir su autonomía e influencia. Objetivo cumplido.

Existen otros cambios acontecidos en el XX Congreso Nacional que reflejan el fin del modelo construido por Deng Xiaoping. Uno podría ser las enmiendas aprobadas para introducir en la constitución del Partido –diferente a la del Estado– varias consignas políticas que refuerzan el poder del secretario general y que recuerdan a la adulación vivida durante el maoísmo. Las “dos salvaguardas” y los “dos establecimientos” ahora forman parte de la Carta Magna. Ambos conceptos consolidan a Xi Jinping y su pensamiento ideológico como el “núcleo central” del PCCh. No otorgan poderes especiales, pero cualquier ofensa o crítica contra su persona podrá ser considerada como un ataque contra el Partido porque todo gira en torno a su figura. Cabe recordar que el Pequeño Timonel aprobó en 1980 el documento “Algunos principios sobre la vida política” que establecía entre otras cosas la prohibición del culto a la personalidad. Otra modificación relevante es que la norma de "siete arriba, ocho abajo" –que determina el límite de edad en 68 años– es violada hasta en cuatro ocasiones, demostrando que Xi Jinping tiene el capital político necesario para conceder exenciones a sus protegidos. El propio secretario general tiene 69 años, Zhang Youxia 72, Wang Yi 69 y Zhang Lin 68. 

Xi Jinping está en la cima de su poder. Pese a ser una dinámica que se venía viendo desde 2012, pocos analistas se esperaban que dominara de una forma tan contundente. En clave interna la nueva composición del Partido se traduce en que el líder chino tendrá mayor facilidad para adoptar las políticas dirigidas a materializar “el sueño chino del gran rejuvenecimiento de la nación” para 2049, año que conmemora el centenario de la República Popular. Muchos en China consideran que el país precisaba de un líder fuerte que no necesite llegar a consensos para introducir reformas. 

Esto puede ser cierto, pero crea un peligroso precedente. En primer lugar, no habrá visiones alternativas sobre cómo gobernar China o sobre cómo han de ser las relaciones con el exterior. Xi Jinping tomará las decisiones que considere imprescindibles, pero estas pueden tener fisuras que conduzcan a errores de cálculo. En segundo lugar, la idea de "un partido, dos facciones" servía como base para cimentar una estructura que permitía mantener cierto orden en las dinámicas internas. Sin ese esquema, ¿qué pasará si Xi Jinping enferma o muere repentinamente? ¿Cómo se comportarán las facciones a partir de ahora? ¿Cómo actuarán los cuadros del Partido al ver que prima la lealtad?