Activista polaco con un cartel "¡Bielorrusia NO al arma nuclear!", pidiendo el cambio político y la libertad en Bielorrusia, marzo de 2023, Polonia. (Artur Widak/NurPhoto/Getty Images)

Los riesgos de un nuevo clima de competición y desconfianza entre las potencias nucleares.

El número de armas nucleares operativas en el planeta aumentó en 2022, esta es una de las conclusiones más destacadas del informe anual del Stockholm International Peace Research (SIPRI), publicado recientemente. Este think tank no solo llama la atención sobre el incremento numérico de las cabezas atómicas listas para actuar, sino que también advierte de la modernización de este tipo de arsenales. 

Según SIPRI, a principios de este año, del total de 12.512 cabezas nucleares inventariadas en todo el mundo, 3.844 estaban desplegadas, listas para emplearse en un corto período de tiempo. Si se comparan con las cifras ofrecidas el año anterior, esto son 112 ojivas más, 86 de las cuales corresponden al arsenal ruso y el resto al estadounidense.

De acuerdo con el informe, el incremento de este tipo de armamento se debe al auge de las tensiones geopolíticas que vivió el planeta en 2022, con el inicio de la guerra en Ucrania a la cabeza, pero sin olvidar otros focos como los que se experimentan en Asia. En una línea similar se ha manifestado a esglobal Pol Bargués, investigador del CIDOB, quien además del conflicto entre Kiev y Moscú señala “el aumento de la rivalidad entre China y Estados Unidos”.  

Bargués profundiza en su explicación añadiendo que, en este clima de desconfianza entre potencias, “los países están optando por incrementar los gastos militares y buscar alianzas. Esta lógica de formación de bloques también empeora las relaciones y propicia que los Estados opten por aumentar el gasto nuclear”.  

Por su parte, Matt Korda, investigador asociado del Programa de Armas de Destrucción Masiva del SIPRI, apunta que “la mayoría de países con armamento nuclear están endureciendo su retórica sobre la importancia de estas armas y algunos están lanzando amenazas explícitas o implícitas sobre su posible uso”. 

La ONU también ha expresado recientemente su preocupación sobre el asunto al indicar que el peligro era el más alto desde el final de la Guerra Fría. Izumi Nakamitsu, alta representante para Asuntos de Desarme, advirtió el pasado marzo que “el conflicto en Ucrania representa el ejemplo más agudo de ese riesgo".

Incluso a finales de 2022, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, denunció las amenazas del Kremlin, pidió el fin del “chantaje nuclear” e hizo un llamamiento para profundizar en los acuerdos de desarme en esta materia.

El SIPRI y otros organismos que publican datos sobre esta materia muestran diferencias entre las ojivas desplegadas y las almacenadas. Las primeras están listas para una utilización  prácticamente inmediata en algunos de los dispositivos que se conocen como la tríada nuclear: misiles balísticos, bombardeos y submarinos. En la segunda categoría entran aquellas cabezas que no están preparadas para un uso rápido. 

Al comparar estos incrementos ruso y estadounidense, es inevitable pensar en la crisis ucraniana y los momentos en los que el Kremlin ha esgrimido la carta nuclear para presionar —desde el anuncio del presidente Vladímir Putin de poner a sus fuerzas atómicas en alerta a los pocos días del inicio de la guerra hasta el reciente despliegue de armas de este tipo en Bielorrusia—. 

Tampoco ayudó a relajar la atención internacional las declaraciones de Sergei Karaganov, presidente honorario del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia (próximo a Putin), hablando de la posibilidad de ataques nucleares rusos sobre ciudades europeas

Si se analiza en detalle los datos del SIPRI sobre los arsenales de las nueve potencias atómicas del planeta —EE UU, Rusia, China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte—, en 2022 los estadounidenses contaban con 1.770 ojivas desplegadas y 1.938 almacenadas. Mientras que el Kremlin dispone de 1.674 y 2.815, respectivamente. Moscú y Washington son los líderes, ya que los dos suman el 90% del total mundial de este armamento de destrucción masiva. 

No hay que olvidar que Rusia tiene la ventaja en las armas nucleares tácticas —aquellas que se han esgrimido en las amenazas pronunciadas en el marco de Ucrania—. Según la Federación de Científicos Americanos, Moscú cuenta con 1.816 cabezas de este tipo. 

El podio de potencias nucleares del planeta lo contempla China con un total de 410 cabezas en su poder (todas ellas almacenadas). Le siguen los dos miembros europeos de este club, Francia y Reino Unido, con 290 y 225 armas de este tipo. Destaca que París tiene desplegado casi el 97% de sus dispositivos, mientras que en el caso de Londres el porcentaje de preparación de su capacidad atómica es del 53%.

Los protagonistas de otro gran foco de tensión como son India y Pakistán mantienen cierto equilibrio de fuerzas al disponer de 164 y 170 cabezas nucleares, respectivamente. Ambos países las tienen almacenadas. 

Carroza de carnaval representando una caricatura del líder norcoreano Kim Jong-Un con un misil nuclear en Alemania. (ROLF VENNENBERND/DPA/AFP/Getty Images)

SIPRI también cifra los arsenales de los Estados más herméticos a la hora de dar datos sobre sus capacidades de destrucción masiva: Corea del Norte e Israel (este último ni siquiera reconoce oficialmente ser una potencia atómica). Pyongyang tendría unas 30 cabezas nucleares, mientras que Tel Aviv contaría con unas 90. 

En el escenario de Asia-Pacífico, diversos organismos llaman la atención sobre los aparentes movimientos de China para aumentar su arsenal nuclear. El informe del Pentágono sobre el poder militar de la potencia asiática advertía que, hacia 2030, Pekín “dispondrá de 1.000 cabezas nucleares operativas”. Es decir, y atendiendo a los datos de SIPRI, la República Popular cuenta en la actualidad con 410 ojivas almacenadas (ninguna desplegada). 

Sobre este aspecto, Hans M. Kristensen, investigador asociado del Programa de Armas de Destrucción Masiva del SIPRI y director del Proyecto de Información Nuclear de la Federación de Científicos Americanos (FAS), aseguró que “resulta cada vez más difícil conciliar esta tendencia con el objetivo declarado de China de disponer únicamente de las fuerzas nucleares mínimas necesarias para mantener su seguridad nacional”.

Con todo, esta previsión de incremento del arsenal nuclear chino es matizada por los propios Korda y Kristensen en un artículo escrito a seis manos junto a Eliana Johns, investigadora asociada del Proyecto de Información Nuclear de la Federación de Científicos Americanos. Los tres analistas explican que aunque la fuerza de misiles balísticos intercontinentales de China experimente un gran crecimiento en los próximos años, todo el arsenal de Pekín “sólo representaría una fracción de los arsenales estadounidenses y rusos”. 

La desconfianza internacional 

SIPRI no solo alerta por los incrementos cuantitativos en los arsenales, también llama la atención sobre los procesos de modernización de estas armas que llevan a cabo los diferentes actores. Estos programas expansivos, en palabras de Wilfred Wan, director del Programa de Armas de Destrucción Masiva de este think tank, “los cinco países poseedores de armas atómicas reconocidos por el Tratado de No Proliferación Nuclear parecen alejarse cada vez más de su compromiso con el desarme en virtud del tratado”. Este quinteto son EE UU, Rusia, China, Francia y Reino Unido.

En este sentido, conviene recordar que el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, aseguró en diciembre de 2022 que el 91,3% de la tríada nuclear del país se había modernizado en la última década. 

Pese a las declaraciones de personajes próximos a Putin o las cifras que hablan de incrementos en los arsenales, las doctrinas oficiales de la mayoría de potencias nucleares no contemplan una política de "primer uso" (iniciar las hostilidades atómicas). Tal y como apunta Pol Bargués, “en la sociedad civil global hay consenso sobre el peligro de un enfrentamiento nuclear. Sería el final.”

Retomando las palabras del secretario general de la ONU en septiembre de 2022, Guterres recordó que “la idea de que cualquier país pueda luchar y ganar una guerra nuclear es una locura. Cualquier uso de un arma nuclear incitaría a un Armagedón humanitario. Tenemos que dar un paso atrás”.

Aunque también ha habido voces que han querido rebajar la tensión nuclear reciente. Por ejemplo, el presidente estadounidense, Joe Biden, remarcó el 13 de julio durante su visita a Finlandia (por su reciente adhesión a la OTAN), que "no hay perspectivas reales de que Putin utilice armas nucleares" cuando se le preguntó por una posible escalada rusa en Ucrania tras el fallido motín del grupo Wagner. 

La propia doctrina nuclear rusa no contempla el empleo de su arsenal en primer lugar en un conflicto. Aunque se matiza que puede llegar a emplearse este tipo de armas “en caso de agresión contra la Federación Rusa con armas convencionales que ponga en peligro la propia existencia del estado”.

La doctrina nuclear de EE UU tampoco reconoce abiertamente la posibilidad de hacer un "primer uso"; pero también menciona aspectos que pueden llevar a responder con armas nucleares en caso de un ataque estratégico con el país (sin necesidad de que se realice con dispositivos de destrucción masiva) o para conseguir los objetivos de Washington, si falla la disuasión. 

En un artículo para el Bulletin of the Atomic Scientists sobre el arsenal nuclear ruso, Kristensen consideró que toda la retórica y los gestos del Kremlin con estas armas en el marco de la guerra desatada en febrero de 2022 tenían como objetivo principal "disuadir a EE UU y a la OTAN de intervenir directamente con fuerzas militares en Ucrania y así evitar una guerra más amplia”. 

Bargués también se manifiesta en una línea similar, “los países pueden ver sus arsenales nucleares como elementos disuasivos para posibles amenazas exteriores”. Considera que estos planteamientos entre las diferentes potencias atómicas del planeta son de una “lógica perversa: un Estado se siente seguro porque tiene la capacidad para destruir a su enemigo”.

El analista del CIDOB también considera que este clima internacional es totalmente contrario al que se promueve con tratados de seguridad colectiva donde “los acuerdos de cooperación y convivencia generan riqueza, estabilidad y seguridad”. 

Una muestra de que el multilateralismo es una de las primeras víctimas de la nueva carrera nuclear es la suspensión del acuerdo Nuevo START, anunciada por Putin el 21 de febrero de 2023. Este pacto fue firmado en 2010 y apostaba por una reducción de los arsenales de este tipo por parte de EE UU y Rusia. Los dos países insisten en que respetarán las limitaciones acordadas, pero Washington y Moscú ya no comparten información, lo que no ayuda a crear un clima de colaboración. Sobre este fin de la cooperación, Bargués puntualiza que “cuando esto pasa, la carrera nuclear se acelera”.