
Lecciones desde Portugal. ¿Pueden otros países y fuerzas de izquierda aprender de la experiencia portuguesa?
Portugal se encuentra, probablemente, en el mejor momento de los últimos 10 años. Los números macroeconómicos lucen bien y el crecimiento es constante (la previsión para 2019 es del 2,27%), el paro está a niveles precrisis (7,89% en enero de 2018), el país es capaz de atraer inversiones y turismo, ocupa puestos de responsabilidad en los organismos internacionales con representaciones en las figuras de António Guterres, secretario general de la ONU y Mario Centeno, presidente del Eurogrupo y ha avanzado en el camino de la producción de energías renovables, que aspira a poder exportar. Todo esto llegó después de que abandonara el programa de rescate de la Troika en mayo de 2014 y tras unas elecciones históricas que acabaron con los pactos poselectorales tradicionales en octubre de 2015.
La coalición de centro-derecha entre el Partido Social Demócrata (PSD) y Centro Democrático Social-Partido Popular (CDS-PP), que había gobernado el país durante los anteriores cuatro años y había aplicado la austeridad requerida por el rescate financiero (el Gobierno acordó recortes al gasto público de 4.700 millones de euros en el período 2011-14), se presentó conjuntamente y ganó las elecciones. Mientras, los tres partidos de izquierda (Partido Socialista, Bloco de Esquerda y Partido Comunista Portugués) llegaron a una serie de pactos inéditos desde que se restauró la democracia que se explican por tres motivos: la correlación de fuerzas entre los tres, la presión social y la responsabilidad y voluntad política.
Se formó la Geringonça
A pesar de que fue el Partido Socialista (PS) quien pidió el rescate financiero, seguía siendo la agrupación más votada de la izquierda con una gran diferencia respecto al segundo y, por tanto, sin posibilidad de que cálculos partidistas con fines electorales distorsionaran cualquier posibilidad de pacto. Por su parte, el Bloco (BE) adelantó a los comunistas (PCP) por segunda vez en su historia y, si bien mucho antes de que empezara la campaña electoral se pronunciaba en contra de cualquier acuerdo con los socialistas (algo que les había pasado factura en el pasado), a medida que ésta avanzaba, empezó a dejar la puerta abierta. Con los resultados en la mano, entre ambos convencieron al PCP para que también pactara.
El PCP y los socialistas nunca antes habían mantenido un pacto gubernamental en el marco estatal pero ninguno quería ser la fuerza de izquierdas que otorgara el gobierno a la derecha. Las movilizaciones que tuvieron lugar después de las elecciones reclamando un cambio de rumbo y un gobierno de izquierdas también tuvieron mucho peso en la decisión. El PCP mantiene una base muy sólida de apoyos que apenas varía de elección en elección y aún mantiene una enorme legitimidad por su lucha contra la dictadura. Siempre se había jactado de su conexión con la calle y el hecho de ver manifestaciones pidiendo un pacto tripartito ...
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