
En medio de la inestabilidad que amenaza la región, Uganda se presenta como un oasis en África del Este. La economía vuelve a crecer robusta, al 5,9% en 2018, y el país se ha ganado el respeto internacional por su política de puertas abiertas para acoger refugiados. Pero tras este escenario idílico se esconde una corrupción galopante, falta de libertades y una violenta represión a cualquiera que alce la voz contra el presidente Yoweri Museveni. ¿Un dictador? En cualquier caso uno “maravilloso”, respondió el propio Museveni: “He sido elegido cinco veces siempre con una amplia mayoría”.
Sólo Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial y Paul Biya en Camerún llevan más tiempo en el poder en el continente. Más de 31 años desde que 1987 el Ejército de Resistencia Nacional que Museveni lideraba tomara el mando de un país devastado tras los desastres dictatoriales de Idi Amin y Milton Obote. Las políticas liberalizadoras impulsadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, incluido un plan de privatizaciones de empresas públicas y la repatriación de inversores asiáticos que habían sido expulsados por Idi Amin, se tradujeron un crecimiento macroeconómico sobresaliente: durante más de una década Uganda creció anualmente por encima del 7%. Aunque en 2016, coincidiendo con la incertidumbre electoral, la economía se ralentizó hasta el 2,3%, la previsión es que este año vuelva a rozar el 6% impulsada por el plan de infraestructuras públicas y la mejora de la producciónn agrícola.
Museveni se siente fuerte. Tanto que está dispuesto a reformar la Constitución que le impediría en 2021, cuando tendría más de los 75 años permitidos por la Carta Magna, optar a la reelección. En las calles de Kampala, la capital vibrante y noctámbula del país, empieza a filtrarse el hartazgo. La mayoría de la población, la segunda más joven del mundo con casi el 49% menor de 14 años, sólo ha conocido un presidente. ¿Es hora de cambiar? “Quizá. Pero tampoco estamos tan mal. Aquí hay paz”, responde Janet, una de esas jóvenes que sólo ha conocido el mundo con Museveni.
El pasado septiembre, mientras el Parlamento debatía la reforma constitucional que permitiría extender el mandato de Museveni, centenares de estudiantes tomaron las calles. Las protestas fueron violentamente reprimidas: el líder opositor Kizza Besigye fue arrestado en su casa, decenas de activistas vapuleados y medios de comunicación y ONG clausuradas. Hasta la Unión Europea mostró su preocupación por la escalada de tensión en el país. El histórico mandatario tomó nota y empezó a dibujar una alternativa: preparar la sucesión para su hijo, el general Muhoozi, quien el pasado año fue nombrado asesor presidencial para Operaciones Especiales, cargo desde el que supervisa los asuntos clave para la seguridad del país.
Un movimiento, con su mujer ya con un cargo como ministra, que acerca a Museveni al legado de otros dictadores africanos. Nepotismo, corrupción ...
Artículo
para suscriptores
Para disfrutar de todos nuestros contenidos suscríbete hoy:
Plan mensual
3,70€/mes
- Asiste a eventos en exclusiva
- Recibe la Newsletter mensual ‘Cambio de foco’ con contenidos de actualidad
- Participa activamente en la elección de los contenidos de esglobal
- Accede a todos los contenidos semanales
- Accede al archivo de artículos desde 2007
- Descarga todos los artículos en PDF
Plan anual
37€/mes
- Asiste a eventos en exclusiva
- Recibe la Newsletter mensual ‘Cambio de foco’ con contenidos de actualidad
- Participa activamente en la elección de los contenidos de esglobal
- Accede a todos los contenidos semanales
- Accede al archivo de artículos desde 2007
- Descarga todos los artículos en PDF