Unas mujeres congolesas esperan su ración de comida en Kasala, República Democrática del Congo. (JOHN WESSELS/AFP/Getty Images)

El empeño del presidente Joseph Kabila por aferrarse al poder amenaza con intensificar la crisis del Congo y la situación de emergencia humanitaria que ya es una de las peores del mundo. A finales de 2016, pareció que el acuerdo de San Silvestre ofrecía una salida, con las elecciones previstas para un año después, tras las que Kabila abandonaría el poder (su segundo mandato, el último según la Constitución del Congo, debería hacer acabado en diciembre de 2016). Sin embargo, durante el último año, su régimen cambió de postura, aprovechó el caos de la oposición y la pérdida de interés de la comunidad internacional y renegó del acuerdo sobre el reparto de poder. En noviembre, la comisión electoral anunció un nuevo calendario que fija las elecciones para finales de 2018, por lo que Kabila seguirá en el poder al menos otro año más.

Lo más probable es que en 2018 haya un deterioro gradual. Pero pueden pasar cosas peores. Mientras el régimen ejerce la represión, no logra asegurarse el control de varias partes del país y alimenta la inestabilidad en otras, sigue existiendo el peligro de una espiral hacia el caos, con graves repercusiones regionales.

Ya se ven señales inquietantes. El malestar popular está produciendo agitación en los centros urbanos; en los últimos días, la dispersión violenta de manifestantes en Kinshasa y otras ciudades ha dejado varios muertos. Algunas provincias sufren la presencia de las milicias locales. Según las informaciones, los combates producidos durante el pasado año en la región de Kasai dejaron más de 3.000 muertos, y la guerra en la parte oriental del país se cobra varias docenas de vidas cada mes.

La intervención de la comunidad internacional ha sido deslucida. No ayudan las discrepancias entre África y Occidente: las potencias occidentales son más críticas y han sancionado a varios miembros del círculo de Kabila, mientras que los líderes y las organizaciones regionales africanas se resisten a criticar abiertamente al régimen, pese a que, en privado, algunos reconocen los peligros. Para llevar a Kabila hacia una transición pacífica es necesaria una diplomacia más activa, enérgica y unida, y, con suerte, una oposición más comprometida en el propio Congo. Los principios del acuerdo de San Silvestre (elecciones creíbles, nada de un tercer mandato para Kabila, apertura del espacio político y respeto a los derechos humanos) siguen siendo la mejor vía para salir de la crisis.

 

Este artículo forma parte del especial Las guerras de 2018

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia