Los adoquines del artista alemán Gunter Demnig, conocidos como ‘Stolpersteine’, se exhiben en el suelo frente a la casa donde vivían los judíos antes de ser deportados por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, el 12 de enero de 2011 en Roma, Italia. (Giorgio Cosulich/Getty Images)

The Pope at War: The Secret History of Pius XII, Mussolini, and Hitler

David I. Kertzer

Oxford University Press, 2022

Un libro que muestra la estrategia del Papa Pío XII durante una época en la que el nazismo y el fascismo mataban a millones de personas. 

“La timidez papal es cada vez más abiertamente despreciable”, escribió el representante británico ante el Vaticano, Darcy Osborne, al Ministerio de Asuntos Exteriores de Reino Unido el 12 de julio de 1942. Para entonces, el Papa Pío XII ya conocía la campaña alemana para exterminar a los judíos de Europa gracias a los espeluznantes informes redactados por el capellán del ejército italiano, el padre Scavizzi, al volver de su último viaje al frente oriental. “La masacre de los judíos en Ucrania”, decía Scavizzi, “ya está completada. Ahora quieren rematar con su sistema de asesinatos en masa en Alemania y Polonia”. El pontífice había sabido de los primeros “testimonios absolutamente creíbles” sobre la matanza de judíos en Europa siete meses antes. Su malestar, escribe David Kertzer, “queda evidente en lo que monseñor Angelo Roncalli anotó en su diario después de una audiencia con el Papa en octubre de 1941: “Me preguntó”, escribió el futuro Papa Juan XXIII, entonces de visita en Roma desde su puesto de enviado papal a Turquía, “si su silencio ante las acciones nazis no era una terrible equivocación”.

Los polacos tampoco podían entender lo que “llamaban el ‘crimen de silencio’ del Vaticano”. Hay que contrastar el comportamiento del Papa con la actitud que mostraron muchos obispos y arzobispos de la Iglesia Católica en aquella época. El conde Ciano, ministro italiano de Asuntos Exteriores y yerno del líder fascista italiano Benito Mussolini, oyó cómo monseñor Orsenigo, el veterano nuncio del Papa en Berlín, que era muy consciente del destino que estaban corriendo los judíos, les decía a estos que “el desmesurado sentimiento racial que les caracterizaba iba a acabar volviéndose contra ellos”. El nuncio tenía en gran estima a Adolf Hitler, que a su vez respetaba al obispo.

Este libro, fruto de una meticulosa investigación, nos ayuda a aclarar si el Papa fue un colaborador silencioso de los dos dictadores o un discreto conspirador contra ellos y si, con sus acciones, organizó una sutil campaña para ayudar a los judíos cuando más lo necesitaban. Son 500 páginas llenas de detalles fascinantes y matices que, por tanto, son más interesantes. The Pope at War explica la estrategia que desarrolló el Papa para atender a un continente acosado en medio de un conflicto sin precedentes: permanecer inalterable y en silencio, prestar atención a las cuestiones de fe y no a los asuntos de Estado, hacer hincapié en las virtudes edificantes de la paz. Sus dificultades aumentaron cuando Alemania invadió Roma, puesto que, como era natural, aborrecía el país comunista y ateo que era la URSS, pero se preguntaba: “Si tuviera que hablar del bolchevismo —y estoy muy dispuesto a hacerlo—, ¿no debería decir nada del nazismo?” Estas retorcidas y atormentadas reflexiones llevaron, tal como analiza brillantemente el autor, “a no hacer absolutamente nada en un momento en el que no actuar era, de hecho, actuar de manera muy decisiva”.

Se ha dicho que David Kertzer es la piedra más temible con la que tropiezan muchos defensores del Papa Pío XII. El libro es un modelo de investigación exhaustiva y tiene un estilo depurado que realza las dotes detectivescas del autor. Su relato se apoya en la apertura de los archivos vaticanos en 2019 y lo que muestra es un monumental fracaso moral. Después de 1945, los defensores de Pío XII alegaron que sus detractores habían pintado una imagen distorsionada de un hombre atrapado entre la necesidad de proteger su Iglesia, incluidos los 40 millones de católicos alemanes, por un lado, y la barbarie de la Alemania nazi y la Italia fascista, por otro. Este libro da a entender que fue un líder espiritual débil, intimidado por Adolf Hitler y manipulado por Benito Mussolini. El autor de los libros The Pope and Mussolini: the secret history of Pius XI and the rise of Fascism in Europe [El Papa y Mussolini: la historia secreta de Pío XI y el ascenso del fascismo en Europa] y The Pope who would be King: the exile of Pius IX and the Emergence of Modern Europe [El Papa que quiso ser rey: el exilio de Pío IX y el nacimiento de la Europa moderna] es el hombre adecuado para llevar a cabo esta investigación.

El aspecto más sorprendente del comportamiento de Pío XII es su insistente convicción de que podía llegar a un acuerdo con Hitler. Su coronación, pocos días después de la invasión nazi de Checoslovaquia y su incorporación forzosa al Reich, dejó patente a toda Europa lo que le importaban a Hitler los tratados, en especial el Pacto de Múnich. El Papa era una persona dubitativa y estaba desconectado de la dura realidad; además, su excelente dominio del alemán y los años que había vivido como nuncio en Berlín le hacían tender a ver con benevolencia a la élite nazi. Durante toda la guerra estuvo convencido de que podía negociar con un hombre cuya gran virtud era, a su juicio, que constituía un baluarte contra el comunismo. La suerte de los judíos europeos nunca entró en sus reflexiones ni sus cálculos. Son conocidas desde hace mucho tiempo la decisión del nuevo pontífice de archivar la encíclica en la que se criticaba el racismo y el antisemitismo, que su predecesor había planeado publicar el día antes de su muerte, y su felicitación de cumpleaños al Führer en abril de 1939, pero Kertzer ha descubierto un informe sobre una reunión secreta entre el Papa y un representante del Reich, el yerno del rey Víctor Manuel, pocas semanas antes de la invasión de Polonia, que demuestra que el nuevo pontífice aceptó involucrarse en la “política sectaria” del Reich, en particular en la de la Gestapo. El programa de exterminio nazi y el reino del terror impuesto a los judíos en las tierras del Este conquistadas por los alemanes, a cambio de que se levantaran las restricciones a las escuelas parroquiales y se acabaran los ataques al clero: este fue el pacto que hizo que el Papa declarase que “no se opondría a ninguna forma concreta de gobierno, siempre que los católicos puedan vivir de acuerdo con su religión” en un mensaje a Joachim von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores nazi, poco después de la derrota de Polonia y de que se cerraran las iglesias y los conventos en ese país.

Pío XII se negó a condenar la invasión de Bélgica, los Países Bajos y Francia, pero en cambio habló sin tapujos sobre el bombardeo aliado de Roma en 1943. Calló cuando las autoridades detuvieron a miles de judíos romanos junto a los muros del Vaticano y los deportaron a Alemania. Y se negó a excomulgar a Hitler y Mussolini, que oficialmente eran católicos.

Este libro presenta muchos perfiles magníficamente trazados de diplomáticos alemanes, políticos italianos, nuncios y príncipes de la Iglesia italiana, muchos de los cuales eran fanáticos fascistas. Uno de los pocos cardenales lúcidos fue el francés Eugene Tisserant, que instó al Papa a que dijera algo contra el genocidio de los judíos, pero fue en vano. “Me temo que la historia tendrá mucho que reprochar a la Santa Sede”, observó, clarividente. En su primer discurso tras la guerra, el Papa no hizo mención del exterminio cometido por los nazis ni de Italia. Después de haberse negado a denunciar a los Estados totalitarios hasta que la Unión Soviética fue el único que quedaba, este discurso simboliza la bancarrota moral que fue el legado del Papa Pío XII. "Como líder moral, Pío XII debe considerarse un fracasado", concluye el autor de este libro que tanto da que pensar. No sentía ningún aprecio por Hitler, pero se sentía intimidado por él. Se aferró a su decisión de no hacer nada que pudiera enemistarle con los dos grandes dictadores y lo consiguió, desde luego. Consideraba que su principal responsabilidad era proteger la Iglesia institucional, sus bienes, sus prerrogativas y su capacidad de cumplir la que, a su juicio, era su misión. Ahora bien, en una época en la que decenas de millones de personas estaban muriendo torturadas, de hambre y por la guerra, ese comportamiento delata una bancarrota moral absoluta.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia