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El primer ministro de Croacia, Andrej Plenkovic, en una reunión con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante la visita de esta al país balcánico para marcar el inicio de la Presidencia europea de Croacia. (DENIS LOVROVIC/AFP via Getty Images)

¿Cuáles son los retos de la Presidencia croata en la UE? ¿Cómo los abordará teniendo en cuenta la situación interna del país y el contexto europeo tan complejo al que se enfrenta?

El último país en incorporarse a la Unión Europea (UE) ejercerá, durante el primer semestre del año 2020, la Presidencia rotatoria del Consejo. Será este un buen momento para evaluar los avances realizados por este pequeño país de apenas 4,2 millones de personas. Hay que recordar que Croacia se incorporó a las instituciones europeas hace 7 años, en 2013, y a casi 20 del fin de las guerras yugoslavas que dejaron más de 10.000 personas muertas por el camino. Una guerra que todavía hoy se cuela en los discursos políticos y que apelan a la sangre y la nación como elementos identitarios muy potentes y que casan a la perfección con una sociedad altamente conservadora y católica, donde la Iglesia mantiene un enorme poder de influencia.

Las elecciones presidenciales de enero 2020

Al tiempo que comenzaba la Presidencia croata de la UE, tenían lugar las elecciones presidenciales en el país balcánico. El socialdemócrata Zoran Milanović venció a su oponente, la entonces presidenta conservadora Kolinda Grabar-Kitarović, con siete puntos de ventaja. Ambos candidatos representaban a las dos principales opciones políticas croatas desde el fin de la guerra. De un lado la Unión Democrática Conservadora, la fuerza política dominante en el país desde su independencia en 1991. Por otro, los socialdemócratas liderados por Milanović, ex primer ministro entre 2011 y 2016, un político capaz de aunar coaliciones de fuerzas progresistas.

Fue un resultado inesperado para los conservadores y que les dejó descolocados al comienzo de la presidencia del Consejo y ante las elecciones parlamentarias que tendrán lugar a finales de este mismo año. A pesar de que Croacia tiene un régimen político semipresidencial, donde el primer ministro ostenta la mayoría del poder ejecutivo, el presidente tendrá una importante visibilidad durante la Presidencia rotatoria por mor de sus competencias en materia de política exterior.

Una buena prueba del estado de sorpresa que dejó entre los conservadores fueron las declaraciones de la presidenta saliente apelando al nacionalismo más extremo procedente del conflicto de los 90: "Este es el Estado croata, creado en sangre, defendido en sangre y llevado con amor. Que siga así".

Comienza, pues, una suerte de cohabitación entre socialistas y conservadores que tendrán que trabajar mano a mano tanto para dejar una buena impresión de la Presidencia en sus socios europeos. Además de abordar problemas acuciantes del país tales como la corrupción o el descenso demográfico provocado por una emigración masiva, es importante recordar que el 21,9% de la población croata ha optado por irse del país y es el segundo de la UE con la tasa de salidas más elevada, sólo superado por Malta. Esta convivencia será, cuando menos, complicada, puesto que existen puntos de fricción evidentes en distintos ámbitos tales como el matrimonio entre personas del mismo sexo introducido por Milanović en su etapa de primer ministro y al que los ultraconservadores y católicos del HDZ se oponen de manera radical.

Abordar la Presidencia europea

El contexto político nacional en el que accede Croacia a la Presidencia del Consejo no es, desde luego, el más favorable. Además del proceso de elección del presidente, con las incertidumbres que cualquier proceso de esta naturaleza provoca, otras cuestiones han estado convulsionando a la sociedad croata. Días antes de acceder a la Presidencia de Bruselas se daba el fallo judicial contra el jefe del grupo energético húngaro MOL, Zsolt Hernadi, quien fue declarado culpable de sobornar al ex primer ministro croata, Ivo Sanader, y permitirá que esta empresa adquiera el control de la compañía energética estatal croata INA, con algunas voces que denuncian parcialidad del poder judicial croata en este caso. Por otro lado, el Parlamento Europeo, ante el primer ministro Andrej Plenković, criticó, en su plenario del 14 de enero, la política croata hacia los migrantes y refugiados. Así, eurodiputados de los Verdes y de la Izquierda Unida Europea denunciaron 10.000 expulsiones ilegales en 2018 y más de 25.000 durante 2019, además del uso de la violencia por parte de la policía croata contra estas personas. La respuesta del primer ministro fue la de descargar responsabilidades hacia la gestión realizada por Grecia y Turquía.

Desde luego no parecen estas las mejores credenciales para el inicio de la Presidencia rotatoria de la UE donde, además, tendrá que abordar algunas cuestiones claves para el futuro europeo tales como la salida del Reino Unido prevista para el 31 de enero, o la política de ampliación, bloqueada y en revisión desde octubre cuando Francia obstruyó las negociaciones de adhesión con Albania y Macedonia del Norte. A pesar de estas dificultades el Gobierno croata aborda este periodo como “el mayor desafío de la historia moderna del país” y la “prueba más difícil de su madurez democrática desde la independencia”.

En esta línea, el programa de prioridades de Croacia para este semestre se ha presentado bajo el lema "la Europa que se desarrolla, la Europa que conecta, la Europa que protege y la Europa que es influyente" o lo que es lo mismo: crecimiento económico, conectividad, seguridad y geopolítica como ejes esenciales de su agenda. Estos cuatro pilares están unidos en el lema "Una Europa fuerte en un mundo de desafíos", que resume la visión de la UE actuando en beneficio de sus Estados miembros y sus ciudadanos. Esta agenda se ha realizado, a todas luces, de manera coordinada con la marcada desde la Comisión Europea.

Pero quizás donde más se espera ver el compromiso de Croacia sea en tres asuntos donde, por su ubicación geográfica, podría tener mucho que aportar. Uno de ellos sería la defensa del Estado de derecho y los niveles de cumplimiento en algunos de los países miembros. La Presidencia quiere abordar esta cuestión abriendo un debate en torno a qué procedimientos y herramientas podrían ser utilizados en estos casos, más allá de, la improbable aplicación del artículo 7. El segundo tendría que ver con las políticas migratorias y de asilo y la gestión fronteriza. Su situación como frontera exterior de la UE le ha puesto en primera línea de la discusión en torno a cómo abordar la cuestión migratoria desde un enfoque integral, además de la reforma del sistema de asilo común y la apertura de todo el espacio Schengen, en la actualidad operando con algunas restricciones a la movilidad.

Y, en tercer lugar, el papel que Croacia quiere jugar en la región de Balcanes occidentales y en su perspectiva europea. De hecho, muy probablemente, la cumbre UE-Balcanes prevista en Zagreb durante el mes de mayo, dos años después de la de Sofía, será donde se decida cuál va a ser el enfoque, la metodología y el procedimiento a seguir en el marco de la política de ampliación hacia los países que aspiran a sumarse a la Unión y que vieron abruptamente interrumpidas las negociaciones el pasado octubre con la negativa francesa. Será, por tanto, en mayo, cuando los Estados miembros tomen la determinación de articular una política creíble en la región, y entonces será esencial la posición del país anfitrión y vecino de los potenciales concernidos. Por el momento, las autoridades croatas ya han mostrado su apoyo a Albania y Macedonia del Norte y su determinación en el desbloqueo de la situación actual.

La Presidencia croata se enfrenta a grandes retos y desafíos, quizás sea esta una de las presidencias más complicadas de los últimos tiempos. Tendrá que afrontar por primera vez la salida de un Estado miembro a finales de enero; buscar acuerdos para poder poner en marcha una verdadera política de migración y asilo o, al menos, alcanzar soluciones parciales a cuestiones acuciantes tales como la reforma de la SECA, algo que hasta la fecha se ha tornado misión imposible. También habrá de enfrentar la situación de bloqueo de los países de la ampliación, vecinos y antiguos compatriotas, con los que es imprescindible mantener un entendimiento cordial y alcanzar acuerdos que impidan su desestabilización. Todo esto al tiempo que continúa peleando contra altas cotas de corrupción y abusos de derechos humanos denunciados internacionalmente. Lo dicho, una Presidencia complicada y compleja.