
Un acuerdo de libre comercio UE-Reino Unido creará nuevas barreras comerciales y más fricción fronteriza incluso aunque el segundo decida unilateralmente armonizarse con las normas y reglas de la Unión Europea.
El primer ministro Boris Johnson ha dicho que el Reino Unido “no se armonizará” con las reglas de la UE en ningún futuro acuerdo de libre comercio (ALC) UE-Reino Unido. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha respondido destacando que “cuanta más divergencia haya, más distante tendrá que ser la relación”. Su declaración refleja el principio general de la Unión de que el acceso de un país al mercado único está intrínsecamente unido a su aceptación de las normas, las instituciones y las obligaciones legales de Bruselas. Pero, en la práctica, la estrategia de la UE será probablemente todavía más dura de lo que dan a entender las palabras de Von der Leyen: cuanta más capacidad de divergencia tenga el Reino Unido, más distante será la relación. En cuanto Gran Bretaña adquiera el derecho a decidir si se aparta o no de las normas europeas, la UE la tratará, en la mayoría de los aspectos, como si ya lo hubiera hecho.
Por consiguiente, importa poco que, el primer día de un nuevo ALC, todas las reglas y normas del Reino Unido puedan ser las mismas que las de la UE. En cuanto abandone el reglamento y las instituciones del mercado único, las exportaciones británicas a la Unión se tratarán, en general, como si procedieran de cualquier otro socio con un ALC. El gobierno británico asegura que ha aceptado que obtener la libertad para regular como le convenga significará nuevas fricciones comerciales. Pero todavía no está claro que las empresas y los ciudadanos hayan comprendido lo que significa eso en la práctica.
La armonización unilateral del Reino Unido con las normas de la UE después del Brexit tendría ciertas ventajas para las empresas: evitaría una situación en la que tendrían que seguir dos tipos de normas diferentes según a cuál de los dos mercados vendieran. Sin embargo, no supone una disminución sustancial de las barreras reguladoras si el Reino Unido se asegura la capacidad de poder divergir si así lo desea. Por ejemplo, cuando esté fuera del régimen de seguridad alimentaria (Medidas Sanitarias y Fitosanitarias, MSF), las exportaciones británicas de productos de origen animal tendrán que someterse a nuevos controles en la frontera de la Unión, en forma de trámites e inspecciones físicas, y eso será así incluso aunque, en la práctica, Londres aplique el mismo régimen de seguridad alimentaria (SPS). Es decir, los costes iniciales de estar fuera del SPS son considerables. Ahora bien, si el Reino Unido decide entonces recurrir a la divergencia y, por ejemplo, aceptar los métodos de producción de Estados Unidos, eso no supondría un gran aumento de las fricciones comerciales con la UE. Los ...
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