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Mujeres que apoyan el Brexit en Londres, 2019. DANIEL LEAL OLIVAS/AFP/Getty Images

El retrato psicológico de la Gran Bretaña del Brexit de la mano de dos autores irlandeses.

Heroic Failure, Brexit and Politics of Pain

Fintan O’Toole

Head of Zeus, 2018

A Short History of Brexit, from Brentry to Backstop

Kevin O’Rourke

Pelican Books, 2018

Solo un miembro de las antiguas razas sometidas podía escribir un libro tan inteligente e ingenioso como Heroic Failure, Brexit and Politics of Pain. Solo un irlandés podía diseccionar la mente inglesa, en especial la de sus decadentes clases altas, con escalpelo. Una de las vertientes del enfoque de Fintan O’Toole es psicológica, con una brillante explicación de la obsesión de parte de la élite británica por compadecerse de sí misma. La otra vertiente es histórica, y describe la tensión cada vez mayor entre “un profundo sentimiento de agravio y un elevado sentimiento de superioridad”. Recordemos el agudo retrato que hace John Le Carré de cómo se ha desvanecido la experiencia de posguerra de la clase dirigente británica en Calderero, sastre, soldado y espía: “Educados para el imperio, educados para gobernar las olas. Todo ha desaparecido. Todo nos lo quitaron. Adiós, mundo”. La nostalgia por el pasado imperial del país unida al horror de ver el vuelco que ha dado la situación. Algunos partidarios del Brexit van más allá: quieren irse de la UE como un ejército que se retirara a la isla con el botín de guerra, salvo que grandes sectores del país, empezando por Escocia, están totalmente en desacuerdo. Una de las cosas más extrañas del Brexit es la imaginaria opresión con la que se justifica.

La autocompasión combina dos cosas que pueden parecer incompatibles: un sentimiento de agravio y otro de superioridad. Eso explica el Brexit, un fenómeno que, según el autor, “está impulsado por ideas que en otra situación no se mezclarían. El nacionalismo crudo y apasionado ha adoptado dos formas contradictorias. Una es un nacionalismo imperialista, que se propone dominar el mundo, y el otro quiere liberarse de esa dominación. La incoherencia del nuevo nacionalismo inglés que sirve de fundamento al Brexit es que desea ser las dos cosas a la vez”. Muchos de los que acabaron con el imperio eran extranjeros, que hicieron campaña por la descolonización. Fintan O’Toole señala de forma bastante provocadora que lo que en otro tiempo se utilizaba para demonizar a los recién llegados de la Commonwealth sirvió después para los inmigrantes de Europa del Este. En cierto sentido, hay un cupo fijo nacional de xenofobia que necesita encontrar un blanco para que el Reino Unido redescubra su integridad.

El autor alega que la Segunda Guerra Mundial es “crucial para estructurar el sentimiento inglés sobre la Unión Europea”. Ya fuera a través de revistas de cómics con títulos como Commando y Battle Picture Weekly, o de las viñetas de David Low, la primera de las cuales, publicada en The Evening Standard en junio de 1940, mostraba a un soldado inglés de pie entre las olas, agitando el puño hacia un cielo tormentoso. “Estamos muy bien solos”, dice el pie, la primera muestra de un psicodrama continuo de la resistencia que distingue a Gran Bretaña de sus vecinos europeos.

Al principio, el concepto de “superestado europeo” se fundía en la mentalidad conservadora con un proyecto de dominación germánica de Europa y se explicaba como un método sibilino de los alemanes para completar la tarea inacabada de Hitler. Para muchos conservadores, permanecer bajo el yugo teutónico de la UE es una prueba de la pérdida de carácter nacional. Los ingleses caídos merecen el castigo. El autor menciona de forma brillante la popularidad del libro 50 sombras de Grey y la veta de masoquismo (le vice anglais) que forma parte del carácter nacional tanto como el dominio de los océanos.

El autor explica —como solo un irlandés puede hacerlo— que lo que expresa el término “Brexit” quizá no es en realidad el deseo de victoria con su botín correspondiente, sino todo lo contrario, y eso es algo que comprenderá cualquiera que conozca el culto inglés a las derrotas heroicas. La carga de la Brigada Ligera durante la Guerra de Crimea, la evacuación de Dunquerque en 1940 y la última batalla del general Gordon en Jartum son gestas inglesas por antonomasia. Gran Bretaña se incorporó al Mercado Común en 1973 convencida de que podría dominarlo y compensar de esa forma la pérdida del imperio, pero las cosas no salieron como esperaba. Otra característica psicológica de la clase patricia en Inglaterra es su desidia, una forma de indicar su superioridad sobre los cumplidores y diligentes miembros de la burguesía. Se quita importancia a los errores y se presenta la ignorancia como una virtud: Boris Johnson encarna a la perfección al pijo de clase alta que, como un niño malcriado, lo quiere todo a la vez. Muchos discursos de Johnson, uno de los líderes del Brexit, están construidos en un lenguaje de guardería, de desarrollo histórico atrofiado.

O’Toole afirma también que el fracaso del Brexit es consecuencia de la incapacidad de la clase dirigente para lidiar con el ascenso del nacionalismo inglés, que experimentó un gran crecimiento como reacción ante el traspaso de competencias a Escocia y Gales. Fuera de Londres, este nacionalismo va asociado al racismo y la xenofobia. Y además se ha convertido en una marca identitaria de resistencia frente a la globalización, lo cual ha desvinculado aún más los intereses de Londres y la City de los del resto del país. El Brexit ofrecía un vehículo político creíble para reafirmar la identidad inglesa frente a la identidad británica, que perdió su atractivo en lo que él denomina una “secesión silenciosa”.

El retrato psicológico de la Gran Bretaña del Brexit es magistral: minuciosamente escrito, ingenioso, a veces sardónico pero, con frecuencia, muy triste. Describe cómo una clase que gobernaba un imperio tan vasto se volvió contra sí misma e hizo una campaña tan mentirosa en 2016, solo para hundirse en las negociaciones con la UE, en las que exhibió sus limitaciones intelectuales y un grado de incompetencia que habría hecho enrojecer a Winston Churchill y Margaret Thatcher. Muchos de esos dirigentes conservadores que defendieron enérgicamente la necesidad de romper los lazos con Europa han salido huyendo, como unos escolares traviesos que hubieran roto las ventanas sin querer.

Un segundo relato devastador sobre el Brexit es el que presenta otro distinguido irlandés, Kevin O’Rourke, en A Short History of Brexit, from Brentry to Backstop. Aunque este libro se fija más en la economía, como es de esperar de quien ocupa la cátedra Chichele de Historia Económica en Oxford, explica el contexto histórico y la razón por la que el Reino Unido fue siempre tan escéptico a propósito de la UE. Asimismo otorga todo el peso que le corresponde a la cuestión de Irlanda, que apenas se mencionó durante la campaña del referéndum de 2016, pero que ha resultado ser uno de los puntos más controvertidos en las negociaciones.

El autor habla de las realidades de los regímenes comerciales de una manera imposible de mejorar. Resulta desolador cuando explica los antecedentes históricos de  por qué el Reino Unido no entró desde el primer momento en el Mercado Común: “Las autoridades británicas se habían dedicado a tomar las medidas necesarias para lograr un consenso interno. Como es natural, el resultado fue un modelo que era muy favorable para Gran Bretaña, pero que no prestaba atención suficiente a los intereses de otros países”. Efectivamente, y ahora se repite la historia. Un comité de expertos británicos designado en 1947 para estudiar si el Reino Unido debía integrarse en una posible unión aduanera europea llegó a la conclusión de que “una unión aduanera continental tenía pocas ventajas económicas, aparte del daño que podría suponer quedar fuera de ella”. O’Rourke comenta que “es difícil encontrar una frase que exprese de forma más sucinta cierto tipo de visión británica sobre Europa”. Hemos cerrado el círculo.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia