Protesta contra la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. (Paul Faith/AFP/Getty Images)

La región norirlandesa podría ser la piedra en el camino de Reino Unido en su negociación para la salida del país de la Unión Europea. ¿Cuáles son los retos de la primera ministra?

En la última conferencia anual del partido Conservador británico, Theresa May pedía disculpas a sus votantes y al resto de los miembros del partido por haber puesto en riesgo —y haber perdido— la mayoría absoluta en el Parlamento. Una coalición la salvó para que pudiera seguir gobernando y, finalmente, un acuerdo con el Partido Unionista Democrático (DUP en inglés) permitió que la primera ministra mantuviera su puesto.

El acuerdo no está exento de cierta polémica, especialmente si partimos del complejo sistema político británico. Primero, mostró a un partido Conservador débil en el Parlamento, incapaz de llegar a algún tipo de acuerdo con otros partidos mayoritarios. Segundo, el acuerdo incluía una compensación económica de mil millones de euros extras a Irlanda del Norte y el DUP a cambio del apoyo de la agrupación en las negociaciones referidas al Brexit y en la aprobación de los presupuestos generales. Si consideramos que el partido Conservador lleva años aplicando recortes en distintas áreas del país, las bases de este acuerdo mostraron, de nuevo, el aislamiento al que se encuentra sometida Theresa May.

Además, el acuerdo plantea dos problemas sobre la supuesta neutralidad de Westminster en Irlanda del Norte. El apoyo del partido unionista al Gobierno y la dependencia de éste para poder gobernar pone en peligro el llamado “Acuerdo del Viernes Santo” de 1998 que abrió el proceso de paz en el conflicto de la República de Irlanda e Irlanda del Norte. Dado que el acuerdo establece un poder en la Asamblea de Irlanda del Norte necesariamente compartido entre unionistas (DUP) y nacionalistas (Sinn Féin), cualquier acuerdo con el Gobierno central que favorezca a uno de los dos partidos y elimine la equidistancia requerida en el acuerdo por su parte pone en peligro este proceso de paz y la estabilidad del Ejecutivo en Irlanda del Norte. Si bien no se trata exactamente de una coalición, DUP cuenta con una posición extremadamente favorable a la hora de buscar su propio beneficio y ciertos privilegios para la región norirlandesa.

Esto lleva al segundo problema planteado: el agravamiento de lo que se conoce como “la cuestión inglesa”. Existe un desequilibrio en el Parlamento británico originado en la llamada devolución, la transferencia de poder en ciertas competencias desde Londres hacia las respectivas asambleas nacionales o parlamentos en Irlanda del Norte, Gales y Escocia. El desajuste se produce porque, si bien los parlamentarios británicos no pueden opinar, influir o votar en las cuestiones que competen a los parlamentos de cada nación, los partidos de esas regiones que logren representación parlamentaria en Westminster sí deciden sobre la totalidad del país. La posición dominante del DUP en esta cuestión solamente agrava esta asimetría.

Recordemos que la República de Irlanda y Reino Unido ingresaron el mismo año en las Comunidades Europeas tras la primera ampliación de la CECA, con lo cual no fue necesario ningún tipo de cambio en la frontera de 360 kilómetros que separa la República de Irlanda con Irlanda del Norte. Antes de su ingreso en lo que hoy es la Unión Europea, ambos países mantenían un acuerdo especial a través de la Common Travel Area, que a efectos prácticos también invalidaba la frontera y permitía el tránsito de ciudadanos británicos e irlandeses sin ningún tipo de control especial.

El Brexit pone en peligro, de nuevo, lo que desde hace años supone un estado de paz entre ambas regiones. A pesar de que, tras conocer los resultados del referéndum, Theresa May se apresuró a decir que no tenía intenciones de volver a un escenario con una frontera física con la República de Irlanda, lo cierto es que no depende enteramente de ella. El orden de las negociaciones establecido por Bruselas es claro y no deja lugar a ningún tipo de modificación: factura a pagar como consecuencia de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, posible futuro acuerdo comercial entre las dos entidades, derechos de los ciudadanos a ambos lados y, por último, la cuestión de Irlanda del Norte. Y en los últimos días todo indica que, lo que parecía ser el punto menos polémico de todos terminará siendo lo que ponga el peligro todo el acuerdo. Liam Fox, secretario de Estado y de Comercio Internacional de Reino Unido, afirmó en Sky News hace unos días que no podrían tener una solución a la cuestión de la frontera de Irlanda hasta que no se cerrara un posible acuerdo comercial, unos comentarios que son el resultado de la exigencia del primer ministro de la República de Irlanda, Leo Varadkar, de un documento por escrito que garantice que no existirá una frontera física entre Irlanda e Irlanda del Norte.

El primer ministro irlandés, Leo Varadkar, tras reunirse con Theresa May en Londres. (Carl Court/Getty Images)

Esta escalada en el conflicto supone la primera fisura en el bloque europeo, que se mantenía unido para hacer presión a la parte británica. Varadkar ha amenazado con vetar en la reunión de la Comisión de diciembre cualquier documento que no incluya un plan para la frontera satisfactorio para todos. Este encuentro supone un paso vital en el ritmo de las negociaciones: de considerar que ha habido suficiente avance en los puntos que se han discutido, los miembros podrían dar luz verde a la continuación de las mismas. Las palabras de Varadkar amenazan seriamente no solo las negociaciones en sí, sino la fecha prevista para la salida definitiva de Reino Unido de la Unión Europea, que se acerca cada vez más. El primer ministro irlandés lanzaba esas declaraciones mientras, al mismo tiempo, trataba de controlar aguas agitadas en casa: Varadkar se ha enfrentado esta semana a una posible moción de confianza y el adelanto de elecciones debido a una crisis interna, que finalmente parece haberse resuelto con la dimisión de Frances Fitzgerald, viceministra y centro del conflicto.

A pesar de que esto supone una piedra en el camino, Bruselas está decidida a seguir el orden establecido, exigiendo a la primera ministra británica avanzar lo más rápido posible en las negociaciones y, en concreto, en la cuestión de la frontera con Irlanda. Theresa May juega ahora entre dos aguas peligrosas, porque los escenarios que se desprenden de los últimos acontecimientos pueden colocar las negociaciones de nuevo en el punto de partida.

En el primer hipotético escenario, la primera ministra británica podría asegurar por escrito y de manera formal que no habrá una frontera a efectos prácticos con Irlanda del Norte. Esto la obligaría a tener que gestionar dos problemas: el primero, las reacciones del resto de los Estados miembros de la Unión. Si Reino Unido abandona el mercado común y la libertad de movimiento, un estatus especial en Irlanda del Norte podría causar el rechazo del resto de los países europeos, que podrían ver en la región norirlandesa una puerta trasera de dudosa legalidad a través de la cual Reino Unido se podría seguir beneficiando del libre comercio vía la República de Irlanda. A esto hay que añadirle las propias líneas rojas que el DUP ha impuesto en el acuerdo. Si bien Arlene Foster, líder del partido unionista, ha confirmado que tampoco busca la implantación de una frontera física con Irlanda, también ha dejado claro en la conferencia anual del partido del pasado sábado en Belfast que cualquier acuerdo que incluya una regulación distinta en Irlanda del Norte será rechazado. Con una Asamblea Nacional bloqueada desde el pasado enero la imposibilidad de llegar a un acuerdo con el partido Sinn Féin, Foster deja claro que Irlanda del Norte abandonará la Unión Europea en los mismos términos que el resto de Reino Unido, y que cualquier estatus especial que obstaculice el comercio entre ambos u obligue a Irlanda del Norte a asumir leyes europeas a favor del comercio con la República está fuera de la mesa. Theresa May depende del DUP para gobernar, una posible fractura en este acuerdo haría perder a la primera ministra el apoyo necesario en el Parlamento y, en el peor de los escenarios, produciría un adelanto de elecciones y un retraso indefinido en las negociaciones.

Supongamos ahora que no se produce ninguna garantía de que no existirá una frontera física o de control de comercio y movimiento con Irlanda. El objetivo de Varadkar con sus últimas declaraciones todavía no queda claro, pero Arlene Foster lo acusa de chantaje y de buscar una posible unificación de la isla a través de las negociaciones y su derecho a veto. En este segundo escenario, y en el caso de que Reino Unido no logre ningún acuerdo comercial satisfactorio con la Unión Europea, ¿cómo se abordaría la cuestión? Partidos como UKIP han llegado a afirmar que Irlanda del Norte, parásito del Gobierno central, solo supone una amenaza en lo que entienden como una salida limpia y sin ataduras de Europa, y han sugerido abandonarla a su suerte. Pero más allá de este discurso, la realidad es que ambas economías en la isla esmeralda están intrínsecamente relacionadas, y si no se llega a un acuerdo satisfactorio sobre el asunto la población, especialmente aquellos que viven cerca de la frontera de facto, sienten crecer el miedo a volver a una época de lucha armada y muerte de civiles. Habría que solucionar el problema de personas que viven en Irlanda y trabajan en Irlanda del Norte, o viceversa. Los posibles aranceles que tendrían que enfrentar las empresas a uno y otro lado de la frontera para poder exportar o importar en un radio de kilómetros. Un 40% de las exportaciones agrícolas de la República de Irlanda encuentran destino en Reino Unido: ¿cómo se arregla?

Reino Unido se encuentra en un momento muy delicado, y Theresa May tiene que sortear la presión de la Unión Europea, de su propio partido, de una fecha límite a la que tiene que llegar de la mejor manera posible y de un acuerdo de gobierno que amenaza con romperse. Ahora, además, debe gestionar un discurso que va cobrando fuerza: el de la reunificación de Irlanda. Contra todo pronóstico, es posible que Irlanda del Norte sea el talón de Aquiles del Brexit.