
Por primera vez en mucho tiempo el cambio político en el país se presenta como una posibilidad real.
Todo parece indicar que las elecciones presidenciales de Sri Lanka, previstas para el 8 de enero de 2015, van a contradecir las predicciones de muchos observadores y van ser verdaderamente competitivas. Como consecuencia, los comicios plantean riesgos y al mismo tiempo ofrecen la posibilidad de lograr una estabilidad duradera y la reconciliación tras la guerra.
La repentina aparición de un sólido candidato de oposición ha sorprendido a muchos, incluido el presidente Mahinda Rajapaksa. Con un programa de reformas constitucionales para limitar el poder ejecutivo y restablecer los órganos supervisores independientes, la coalición opositora, encabezada por el antiguo colega de Rajapaksa Maithripala Sirisena, parece capaz de plantear el primer desafío serio al presidente en casi una década. En medio de un clima restrictivo para la sociedad civil, los tamiles y las minorías religiosas, el peligro de que se desate la violencia en torno a los comicios merece que la comunidad internacional preste estrecha atención y haga esfuerzos para prevenir la inestabilidad política, incluida la posibilidad de que Rajapaksa utilice medios extraconstitucionales para conservar el poder.
Después de unos resultados decepcionantes para su coalición en varias elecciones provinciales recientes, el anuncio de Rajapaksa sobre el adelanto electoral para obtener un tercer mandato, que llevó a cabo el 20 de noviembre, estuvo pensado, en parte, para atacar mientras la oposición estaba aún dividida. Para sorpresa de muchos, surgió una coalición de partidos de la oposición con un candidato común, Maithripala Sirisena, secretario general del partido del presidente, el Partido de la Libertad de Sri Lanka (SLFP en sus siglas en inglés). Varios miembros destacados del partido se unieron a Sirisena, y posteriormente ha habido nuevas deserciones, que han supuesto un golpe importante para el Presidente.
Aunque sigue siendo el favorito, por primera vez desde el final de la guerra en 2009 ya no está garantizado que Rajapaksa -y, con él, sus poderosos hermanos y otros familiares- vaya permanecer indefinidamente en el poder. Si abandonan el Gobierno más altos cargos del SFLP o de la coalición, la presión se intensificará. Por primera vez en años, la oposición y las voces críticas de la acosada sociedad civil de Sri Lanka tienen la sensación de que el cambio político es una auténtica posibilidad.
Al mismo tiempo, la repentina aparición de una oposición conjunta y viable aumenta los riesgos de que haya casos graves de violencia y prácticas fraudulentas en torno a los comicios. No cabe casi ninguna duda de que los Rajapaksa van a utilizar todos los recursos del Estado -dinero, vehículos, radio, televisión y periódicos de propiedad estatal, funcionarios y policía- para asegurar la reelección de Mahinda, y todo el mundo cuenta con que harán todo lo necesario para tratar de conservar el poder. Cuanto ...
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