
He aquí las claves de cómo Internet podría ser un elemento determinante para combatir a los yihadistas.
Son una turba de fanáticos asesinos, pero son inteligentes y están cada vez mejor organizados. Han aprendido a manejar las redes sociales como un instrumento a la medida de su propaganda. Son especialistas en mostrar el efecto del terror como instrumento de desistimiento. Enseñan el crimen en sus versiones más directas y sofisticadas, responsabilizando a los gobiernos de los rehenes ejecutados de esas muertes por atacar al yihadismo.
Comienza a ser demasiado familiar: el Estado Islámico, el grupo terrorista que ambiciona la creación de un Califato y extiende sus dominios sobre crecientes partes de Siria e Irak, anuncia la decapitación de una de sus víctimas mediante la circulación en las redes sociales de un vídeo del asesinato. La Red, como mecanismo de difusión de imágenes y vídeos, forma una pieza clave de su estrategia global. No es nuevo el uso de Internet por parte de grupos terroristas, pero nunca antes uno había mostrado tal destreza en el uso de las redes sociales para fortalecer sus músculos.
Guerra en la Red
Se ha abierto un nuevo campo de batalla que requiere una respuesta de acuerdo a unos códigos propios.
Los vídeos circulados por el Estado Islámico en su versión completa y sin censura alguna no son agradables, pero conocerlos es un ejercicio necesario para hacer un análisis informado sobre los mismos. Es necesario un diagnóstico preciso sobre el uso de un arma moderna y cada vez más afilada, la Red y las imágenes que circulan por ella, para acertar en la manera de hacerle frente.
La mayoría de los vídeos que circulan por Youtube barajan diversos tipos de teorías conspirativas que aseguran que son un montaje y que en ellos no se produce la decapitación de las víctimas. Pero estas teorías se apoyan principalmente en que en el material original - es decir, sin censura - no se ve la decapitación de manera íntegra. Los vídeos completos se encuentran en Google, no en Youtube. El ritual es conocido: la víctima, vestida con un mono naranja y con el desierto como fondo, habla mirando a cámara, bajo la atenta mirada de su enmascarado verdugo. Tras culpar a EE UU y sus aliados de su mala fortuna, el verdugo, en inglés y con acento británico, reafirma esa idea y amenaza con seguir matando a occidentales. Justo cuando va a comenzar la decapitación, la pantalla se pone negra (efecto fade out) y, tras unos segundos, se ve el resultado, con la cabeza de la víctima sobre el tronco. La sutileza en evitar el momento preciso de la decapitación es significativa: quieren provocar horror pero evitan el momento más crudo, tratando, sin duda, de minimizar el rechazo.
Las imágenes son muy duras, pero no tanto como lo podrían ser. ¿Por qué los terroristas, puestos a mostrar con toda crudeza la visceralidad de su macabro ritual, optan por omitir la parte ...
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