De izquierda a derecha, el ministro egipcio de Asuntos Exteriores, Sameh Shokri, el Presidente palestino, Mahmud Abbas, el Presidente de Egipto, Abdel Fattah al Sisi, y el Primer Ministro noruego, Borge Brende, en la ceremonia de apertura de la Conferencia de Donantes para Gaza celebrada en El Cairo, octubre 2014.
De izquierda a derecha, el ministro egipcio de Asuntos Exteriores, Sameh Shokri, el Presidente palestino, Mahmud Abbas, el Presidente de Egipto, Abdel Fattah al Sisi, y el Primer Ministro noruego, Borge Brende, en la ceremonia de apertura de la Conferencia de Donantes para Gaza celebrada en El Cairo, octubre 2014.

Sin un acuerdo duradero para la Franja la violencia estallará de nuevo con aún más antagonismo entre las partes.

Con motivo de la reciente reunión en El Cairo de los países donantes para la reconstrucción de Gaza hay también motivos para recordar el Lienzo de Penélope y la Montaña de Sísifo, por tantos castigos implacables infligidos a la Franja y tantas reconstrucciones efímeras, por los horrores de la guerra y la brutalidad de la actuación armada israelí. Se trata de la tercera reunión sobre el mismo tema, siempre como consecuencia de la respectiva destrucción previa, que en palabras del Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, “esta debería ser la última conferencia, basta ya”. En parecidos términos se ha pronunciado el Secretario de Estado de EE UU, John Kerry, así como la autoridad de la Unión Europea Catherine Ashton.

En definitiva todos los asistentes en El Cairo se han inclinado con vehemencia por la conclusión del acuerdo político y la creación del Estado Palestino para poner fin de una vez al conflicto mas largo de Oriente Medio, cuya violencia no ha dejado de incrementarse en coincidencia con los sucesivos estallidos de 2006, 2008, 2012 y 2014. Cada uno ha generado una notoria radicalización de posiciones, tanto por parte palestina como israelí, que ha alimentado el siguiente episodio de violencia. De esta manera, han ido creciendo los elementos políticos y espirituales contrarios a la negociación y la paz, fortaleciéndose de manera paulatina los ánimos de venganza y escarmiento, que conceden a cada generación su propia guerra, y así desde 1948. Por tanto, los vencedores en ésta, o así se creen, son Hamás y Casa Judía (Habayit Hayehudi).

La larga lucha además altera la salud y el bienestar de ambas poblaciones, especialmente entre los palestinos. Los daños psicológicos sufridos en el conflicto anterior alimentan la agresividad en éste y minimizan o anulan los ánimos pacifistas entre uno y otro. En ambas partes hay una tensión entre objetivos a corto plazo, que residen en presionar y hostigar al contrario, y aquellos a largo plazo que representan la paz y la estabilidad. De nuevo, por tanto, se verifica que la política en torno a Gaza se encuentra en manos de extremistas y halcones, en una zona donde la seguridad militar es muy endeble y precaria, pero la seguridad de las personas, en cuestiones físicas y psicológicas, lo es más aún.

 

Resultados dramáticos

Tras 50 días de combates, con un dramático resultado en víctimas y destrucción, la firma del alto el fuego en Gaza según diversos indicios, sentimientos y sensaciones, no excluiría un próximo estallido. Como promedio en el intervalo de dos años entre unos y otros, las raíces de un profundo antagonismo entre israelíes y palestinos provocan esporádicamente la aparición de los frutos mas deleznables de agresión y represalias.

La terminación de este conflicto no ha dejado a nadie satisfecho, especialmente, a los israelíes y en el sector mas extremado de su espectro político. Después del alto el fuego del 26 de agosto, abierto un plazo de un mes para iniciar las negociaciones que concluyan en un acuerdo que se pretenda duradero, reaparecen los datos e imágenes de una Franja que padece un desolador nivel de devastación en vidas y bienes: 2.100 palestinos muertos (entre ellos 500 niños), 11.000 heridos, la destrucción de 20.000 viviendas y el desplazamiento de 110.000 habitantes. Por parte israelí, se cuentan 70 bajas, 64 soldados y 6 civiles, entre ellos un niño.

 

Extremar el castigo

Ya antes de cesar la violencia surgieron voces israelíes que propugnaban extremar el castigo y rematar de una vez por todas el conflicto en Gaza, que solo arreglaría una “solución final”, como con ironía calificó el diario israelí Haaretz. Si el primer ministro Benjamín Netanyahu fue acusado desde fuera del país por actuar con excesiva dureza, desde dentro de su país, su Gobierno y su propio partido, el Likud, ha sido criticado por no ser suficientemente duro. Sus mayores rivales políticos en la coalición gubernamental, Avigdor Lieberman, ministro de Asuntos Exteriores, y Neftali Bennett, que ocupa la cartera de Economía, se mostraron contrarios al alto el fuego, también denunciado por Gidon Saar, ministro del Interior.

Antes y después del cese de hostilidades y de la firma del alto el fuego, Netanyahu ha salido mal parado en los sondeos, el líder de la oposición laborista, Yithak Herzog, pidió elecciones anticipadas. Los 50 días de enfrentamientos, en los que Israel ha sufrido su mayor número de bajas militares registradas en combates con palestinos, han contribuido de forma notoria a intensificar actitudes en las cuales el militarismo, el nacionalismo religioso y la voluntad de extender los asentamientos se mezclan y retroalimentan. De hecho, el partido de Neftali Bennett, Casa Judía (Habayit Hayehudi), bandera de todo ello, reclama la conquista de Gaza y el retorno de los asentamientos judíos, abandonados unilateralmente de la Franja en 2005.

En el pasado mes de enero el Gobierno Netanyahu licitó la construcción de 1.400 nuevas viviendas en Jerusalén Oriental y Cisjordania, días después de la visita oficial de Jonh Kerry a Israel, en su gira para impulsar el Proceso de Paz de Oriente Medio, seriamente afectado por enésima vez con esta ampliación de asentamientos ilegales en los Territorios Ocupados. Días después de la firma del alto el fuego, procedió a una expansión aún mayor, de unas 500 hectáreas, para una nueva ciudad que se denominará Givaot, que duplicará la población del cercano asentamiento de Gush Etzion, a la vista de Belén. El crecimiento de la población en los asentamientos ya triplica el de la población dentro de Israel.

 

Sin consuelo ni compensación

Este último gesto del Primer Ministro israelí, aparentemente destinado a calmar a los extremistas políticos, contrarios tanto al alto el fuego y la retirada como a la congelación inmobiliaria en los Territorios Ocupados, no habría frenado su defección respecto al Likud, su rechazo a Netanhayu y su vinculación en las filas de Casa Judía. Efectivamente, Bennett cree haber encontrado la hora de imponerse como campeón y paladín de la dureza en Gaza y la expansión de los asentamientos, como portavoz de los nacionalistas religiosos que propugnan ese Gran Israel desde el Jordán al Mediterráneo.

Difícil le va a resultar al Gobierno de Netanyahu satisfacer la voracidad creciente de tales elementos, de manifiesta influencia en la política y en la sociedad, así como contrarrestar al mismo tiempo las críticas internacionales y proseguir un Proceso de Paz que en general se considera suficientemente hibernado ya desde el fracaso del pasado mes de abril. De momento, parece que Netanyahu sería otra víctima colateral de la penúltima guerra en Gaza, cuyas consecuencias más visibles en Israel se encuentran en la fragilidad sobrevenida al Gobierno, así como en el descrédito de su Primer Ministro y su partido.

Una vez más Netanyahu ha comprobado que Gaza y Cisjordania, guerra y asentamientos, tienen mucho que ver; lo ha comprobado sin conseguir, como pretendió, dejar cerrado el problema de Gaza para centrarse en la expansión israelí en la Cisjordania ocupada. Quizás, y sin pretenderlo, logró que ambos problemas se enconasen. Tampoco ha conseguido con la expansión de asentamientos de finales de agosto consolar y compensar a la extrema derecha por la firma del alto el fuego.

 

Un atmósfera enrarecida

Tanto en el interminable Proceso de Paz, así como en las negociaciones previstas para la concreción del alto el fuego, la crispación de la extrema derecha israelí, la debilidad gubernamental y la desconfianza internacional no aseguran la mejor atmósfera para los encuentros entre israelíes y palestinos, Hamás incluido. Es posible que se mantenga el silencio en cohetes y bombas, pero queda pendiente el bloqueo impuesto por Israel durante siete años, cuyo levantamiento gradual piden los palestinos, la desmilitarización de la Franja, la apertura de los pasos de Rafah, Erez y Kerem Shalom, la liberalización de la pesca, la construcción del puerto y la reconstrucción del aeropuerto, la liberación de presos de Hamás, etcétera.

La respuesta que se acuerde para todas y cada una de estas cuestiones determinará que haya una paz más o menos sostenible para Gaza, que se proceda con rapidez y eficacia a la reconstrucción de la Franja y se verifique con ella la constitución de un gobierno unitario Hamás-Al Fatah, o por el contrario se repita una simple tregua, como preámbulo a otra guerra, más larga y sangrienta aún. Desde el punto de vista de Hamás, se trata de un triunfo frente al poderío israelí, su resistencia asegura su supervivencia. Para Israel la derrota de Hamás es evidente pero no definitiva, con frustración acumulada para algunos sectores políticos, porque no ha generado el exterminio de la organización y la ocupación de la Franja.

Es probable que tras la conferencia de El Cairo se decanten las posiciones de los grandes actores, la Unión Europea, Naciones Unidas y Estados Unidos, para forzar un acuerdo sostenible y duradero, imprescindible desde todo punto de vista, necesario para evitar los sufrimientos y carencias a la población de Gaza. Si no es factible una paz consensuada sería precisa una paz impuesta, con seguridades para palestinos e israelíes; una Franja desmilitarizada y desbloqueada, con puerto y aeropuerto y libre flujo de personas y bienes. En caso contrario, habría que temer para un par años más de lo mismo, Gaza permanecerá como fuente de radicalismo, crispación y desestabilización, teatro de otra guerra con más víctimas para los israelíes y muchas más para los palestinos, con una resistencia armada por parte de las milicias más o menos controladas por Hamás intensificada de modo palpable.