He aquí las prioridades para avanzar en las negociaciones políticas entre La Habana y Bruselas, dejando atrás posturas que se han convertido con el tiempo en grandes obstáculos.
Recientemente se reanudaron las conversaciones entre Cuba y la Unión Europea para relanzar sus relaciones. El anterior periodo estuvo marcado por el rechazo cubano y el irrespeto estadounidense a la posición común europea de 1996. Ese enfoque fue un intento europeo fallido de definir los términos de una relación triangular que tiene en sus otros vértices a Estados Unidos, como par desarrollado, en una lógica de grandes poderes, y Cuba como país, subdesarrollado, con una relación histórico-cultural y económica especial con Europa.
A pesar de la posición ventajosa de pivote en un ménage à trois,donde convergen relaciones cordiales desde dos vértices adversarios entre sí, Europa nunca ha determinado la relación triangular Habana-Bruselas-Washington. La posición común de 1996 fue un paso en falso. La decisión europea se produjo como respuesta al derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate por el Gobierno cubano y la aprobación expedita de la ley Helms-Burton por el Congreso estadounidense y el presidente Bill Clinton. Firmar esa ley -escribió en sus memorias el propio presidente Clinton- “fue una jugada maestra de cara a la política electoral de Florida en 1996, pero socavó cualquier oportunidad en un segundo mandato para levantar el embargo en respuesta a cambios positivos en Cuba”.
La respuesta europea en 1996, guiada por el Gobierno español de José María Aznar, fue una reacción de crisis; carente de la visión programática multilateral para la promoción pragmática de la economía de mercado y la democracia pluralista. Europa se enmarañó en una dinámica perversa donde Washington campeó al margen del orden liberal multilateral construido bajo su égida. En respuesta, el Partido Comunista de Cuba (PCC) tuvo todas las llaves nacionalistas para regular el ritmo y alcance de las influencias internacionales en el tiempo político de Cuba. Estados Unidos castigó a instituciones europeas como el Banco francés BNP-Paribas y el grupo Meliá con multas billonarias por hacer transacciones con Cuba, que no violaron ley europea o internacional alguna.
Dieciocho años de posición común europea sobre Cuba confirman que la política de intercambio limitado y sanciones simbólicas después de 2003 redujo la influencia europea en la adaptación cubana a un mundo posguerra fría. Cuba diversificó sus relaciones exteriores, al aminorar el peso de Europa y Canadá como incomodos socios comerciales e inversionistas en los 90 con afiliaciones estratégicas con Venezuela, China y últimamente Rusia. La Venezuela chavista y el ascenso de la izquierda latinoamericana y el sur global han otorgado a la isla un mayor espacio en el mundo en desarrollo a través del movimiento no alineado y el grupo de los 77. Cuba encabezó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en 2013, sirviendo desde la troika directiva como bisagra para acuerdos y diálogos con China, Rusia y los BRICS.
Esa nueva posición internacional cubana y la oportunidad que representaría una Europa más asertiva para los procesos ...
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