El pasado 13 de abril se celebraron en Guinea Bissau elecciones legislativas y la primera vuelta de las presidenciales, con una segunda prevista para el 18 de mayo. Los comicios, ausentes de incidentes y en los que la participación ha sido masiva, han de poner fin al Gobierno de transición que se formó tras el último golpe de Estado del 12 de abril de 2012 y que impidió a los ciudadanos elegir a un nuevo presidente.

 


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Un oficial electoral muestra una papeleta en el recuento de votos tras las elecciones de este año.

 

 

Desde que tuviesen lugar en el país las primeras elecciones libres en 1994, veinte años después de que Portugal reconociese su independencia, ningún presidente electo ha completado su mandato y fraudes electorales han generado levantamientos militares.

En uno de los países más pobres del mundo, donde la mitad de sus algo más de 1.600.000 habitantes viven con menos de un euro al día y más de dos tercios lo hace bajo el umbral de la pobreza, el cuerpo castrense es el triste protagonista de la vida política. A sus más que cuestionables formas de solucionar los problemas -en 2009 los militares asesinaron al entonces primer ministro- hay que añadir sus más que corruptas maneras de gestionar el asunto del narcotráfico. Si sumamos lo fácil que resulta comprar al Gobierno -y en especial al ejército- a que una de las rutas más cortas entre América y África sean las cinco horas de vuelo o las cuatro noches de navegación entre Venezuela y el pequeño país del oeste africano, obtenemos que desde hace casi una década el país se ha convertido en una nueva meca del narcotráfico latinoamericano.

El primero de una cadena de hallazgos que reveló las nuevas rutas de los cárteles colombianos sucedió en octubre de 2005, cuando pescadores de las islas Bijagós se encontraron con fardos de cocaína de un barco hundido. El país sirve como almacén de una mercancía que se embarca rumbo a España y a Portugal o es transportada por tierra hacia Europa a través de Senegal, Mauritania y finalmente Marruecos.

Lejos de ver lo delictivo del asunto, algunas autoridades políticas y militares, y a la cabeza de ellos el actual Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas -el golpista Antonio Injai-, solo ven los efectos positivos en sus caudales. Además no tratan de ocultarlo, de manera que en 2008 tropas militares acordonaron a plena luz del día el aeropuerto más importante del país para descargar unos 600 kilogramos de cocaína.

Para que no quede resquicio de duda de su disponibilidad a colaborar con la causa, en más de una ocasión los militares no han tardado en liberar a aquellos traficantes que son detenidos por la policía. El dinero del narcotráfico ha extendido la inestabilidad política a otros países vecinos, como Gambia, Ghana o Malí. En este último país, la organización Al Qaeda en el Magreb Islámico, ...