¿Cómo lograr que el país vuelva a empezar?
Las relaciones entre acreedores y deudores son tan antiguas como la forma teatral de la “tragedia griega”, introducida por Esquilo y Sófocles. Por más de 2000 años, los individuos se han estado prestando (y debiendo) los unos a los otros, tarea más tarde asumida por los bancos, convirtiéndose en las instituciones formales de préstamo dominantes.
Aunque los prestamistas continuaron proporcionando financiación muy cara de manera informal a aquellos que no tenían la posibilidad de acceder al crédito bancario o de instituciones financieras similares. También es bien sabido que si los préstamos no se pueden devolver de la manera pactada, las penalizaciones, renegociaciones, el orden de prioridades de los acreedores y, finalmente, una condonación de parte de la deuda, puede llegar a ser inevitable.
Los ciudadanos fuertemente endeudados no están en prisión por no ser capaces de cumplir sus obligaciones crediticias a tiempo, sino que se les otorga el derecho a volver a empezar, particularmente de acuerdo con el Capítulo 9 del Código de Concurso de Acreedores de EE UU. Sin embargo, se espera que los Estados soberanos cumplan con sus obligaciones tarde o temprano a cualquier precio, incluso al del empobrecimiento de sus propios ciudadanos. El supuesto erróneo detrás de esta actitud es que los países no pueden convertirse en insolventes ya que existe siempre el poder fiscal estatal. La hipótesis correcta debería ser la definición de cuánto es demasiado y que una entidad internacional inicie un proceso de reducción de la deuda similar al que se aplica a los individuos en las sociedades modernas más avanzadas. La utilización de gases lacrimógenos para disgregar a los manifestantes frente al Parlamento griego (tal como ocurrió en muchas situaciones similares en América del Sur y África sobre todo en la segunda mitad del siglo XX) muestra que ganar tiempo a través de la “reestructuración de la deuda” sólo posterga una vez más la solución pendiente desde hace tiempo de permitir una catarsis, es decir, un mecanismo para volver a empezar para los deudores soberanos.
Los principales acreedores, el tipo de créditos y los montos de deuda que tiene Grecia son bien conocidos y la mayoría de los debates se centran actualmente en que los bancos privados deberían asumir parte de la carga a través de una renegociación del pago de obligaciones hasta 30 años. Esta forma de tratar con deudas externas no es nueva para los banqueros y los Estados, dado que fue una práctica común en los años de alto endeudamiento de los países en desarrollo. Su éxito radicaba en que las naciones fueran capaces de obtener nuevamente créditos en los mercados financieros y los indicadores financieros públicos clave mostraran tendencias de mejora.
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AFP/Getty Images |
Las relaciones entre acreedores y deudores son tan antiguas como la forma teatral de la “tragedia griega”, introducida por Esquilo y Sófocles. Por más de 2000 años, los individuos se han estado prestando (y debiendo) los unos a los otros, tarea más tarde asumida por los bancos, convirtiéndose en las instituciones formales de préstamo dominantes.
Aunque los prestamistas continuaron proporcionando financiación muy cara de manera informal a aquellos que no tenían la posibilidad de acceder al crédito bancario o de instituciones financieras similares. También es bien sabido que si los préstamos no se pueden devolver de la manera pactada, las penalizaciones, renegociaciones, el orden de prioridades de los acreedores y, finalmente, una condonación de parte de la deuda, puede llegar a ser inevitable.
Los ciudadanos fuertemente endeudados no están en prisión por no ser capaces de cumplir sus obligaciones crediticias a tiempo, sino que se les otorga el derecho a volver a empezar, particularmente de acuerdo con el Capítulo 9 del Código de Concurso de Acreedores de EE UU. Sin embargo, se espera que los Estados soberanos cumplan con sus obligaciones tarde o temprano a cualquier precio, incluso al del empobrecimiento de sus propios ciudadanos. El supuesto erróneo detrás de esta actitud es que los países no pueden convertirse en insolventes ya que existe siempre el poder fiscal estatal. La hipótesis correcta debería ser la definición de cuánto es demasiado y que una entidad internacional inicie un proceso de reducción de la deuda similar al que se aplica a los individuos en las sociedades modernas más avanzadas. La utilización de gases lacrimógenos para disgregar a los manifestantes frente al Parlamento griego (tal como ocurrió en muchas situaciones similares en América del Sur y África sobre todo en la segunda mitad del siglo XX) muestra que ganar tiempo a través de la “reestructuración de la deuda” sólo posterga una vez más la solución pendiente desde hace tiempo de permitir una catarsis, es decir, un mecanismo para volver a empezar para los deudores soberanos.
Los principales acreedores, el tipo de créditos y los montos de deuda que tiene Grecia son bien conocidos y la mayoría de los debates se centran actualmente en que los bancos privados deberían asumir parte de la carga a través de una renegociación del pago de obligaciones hasta 30 años. Esta forma de tratar con deudas externas no es nueva para los banqueros y los Estados, dado que fue una práctica común en los años de alto endeudamiento de los países en desarrollo. Su éxito radicaba en que las naciones fueran capaces de obtener nuevamente créditos en los mercados financieros y los indicadores financieros públicos clave mostraran tendencias de mejora.
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