Los gobiernos occidentales no tienen excusa y deben adaptarse al nuevo escenario que han construido tras los recortes de sus partidas para la ayuda humanitaria y la cooperación al desarrollo. He aquí algunas ideas en las que prima la calidad de la respuesta frente al dinero.

Somalia ayuda humanitaria
Un grupo de refugiados somalíes en el campamento de refugiados Dagahaley (uno de los tres asentamientos de Dadaab), en Kenia, el pasado mes de julio (Oli Scarff/Getty Images)

Si a algo está acostumbrado el sector de la ayuda humanitaria es a trabajar en situaciones de crisis, sacando el máximo partido a recursos generalmente escasos. Unos recursos que provienen habitualmente –salvo excepciones conocidas como Médicos Sin Fronteras– de los gobiernos y más específicamente de los llamados países occidentales. Precisamente, esos Estados que ahora están viviendo una de las crisis económicas más duras que se recuerdan y cuyos presupuestos de ayuda ya han sufrido recortes considerables.

Más allá del debate sobre la conveniencia o no de reducir los ya de por sí pequeños presupuestos de ayuda humanitaria, la realidad es que la decisión ya está tomada en muchos casos, España entre ellos. Así que, guste o no, el sector humanitario haría bien en encontrar la mejor manera de trabajar en este nuevo escenario; incluidas las agencias de ayuda de los gobiernos. No sería justo que la carga de hacer lo mismo, o más, con menos dinero se pasara directa y exclusivamente a las agencias de Naciones Unidas y a las organizaciones no gubernamentales (ONG).

Cinco años de análisis del Humanitarian Response Index (Índice de Respuesta Humanitaria) nos ha confirmado que los gobiernos donantes a menudo no hacen el mejor ni más eficiente uso de sus presupuestos humanitarios. Uno de los ejemplos más claros, que hemos detectado en numerosas crisis como la de Somalia, es la politización de la ayuda. Una tendencia preocupante que reduce, dramáticamente, la capacidad de las agencias humanitarias de trabajar con eficacia, afectando directamente la calidad de la respuesta.

Indudablemente, las malas prácticas en ayuda humanitaria lo son tanto en tiempos de bonanza como de recesión. Sin embargo, una situación de crisis como la actual hace aun más imperiosa la necesidad de que los gobiernos donantes, independientemente de su tamaño o experiencia, mejoren aspectos clave de sus políticas y prácticas. La buena noticia es que muchas de las tareas que tienen por delante no costarían dinero y tendrían un efecto positivo a corto plazo.

Aquí van algunas ideas a los gobiernos donantes:

 

Más presupuesto para preparación, reducción del riesgo y prevención

Prevenir es más barato y salva más vidas que la respuesta de emergencia y la reconstrucción. La mayor parte de las crisis incluidas en el llamamiento humanitario de Naciones Unidas para 2012 eran predecibles (como lo fue la crisis de malnutrición en el Cuerno de África en 2011) y la mitad de ellas han estado en la lista de las crisis que más dinero han recibido durante la última década.

 

Mejorar la transparencia y consistencia de la información que ofrecen

No se trata de convertirse en burócratas modélicos. Más bien al contrario. Priorizar la transparencia y la rendición de cuentas es fundamental para que los gobiernos donantes puedan coordinarse mejor y se aseguren de que no haya crisis que queden sin atender mientras que otras reciben más financiación de la que pueden absorber.

 

Trabajar más estrechamente con las organizaciones humanitarias en el terreno

No vale con dar el dinero y esperar un informe final. El seguimiento continuo con las agencias de Naciones Unidas o las ONG permite a los gobiernos donantes estar al tanto de la evolución de las necesidades y de los programas. Además de asegurar su adaptación y comprobar que, de verdad, se presta la atención necesaria a cuestiones clave, pero generalmente dejadas de lado, como la participación de los beneficiarios y la rendición de cuentas ante ellos. Para ello, los gobiernos donantes no necesitan una presencia permanente en el terreno. Llamadas regulares o correos electrónicos pueden ser suficientes para mantenerse al tanto de la evolución del proyecto y para apoyar en lo posible a las organizaciones humanitarias en el terreno.

 

Datos divididos por sexo y edad en los análisis de necesidades e informes finales

La información desagregada es un primer paso fundamental para asegurar que mujeres, hombres, niños y niñas reciben la atención apropiada. Si no se sabe quiénes son aquellos a los que queremos ayudar, no pueden esperarse el mayor impacto posible.

Los gobiernos donantes merecen ser criticados duramente por reducir sus presupuestos de ayuda humanitaria, pero eso no debería ir en detrimento de recordarles que mucho más importante que la cantidad de dinero es la calidad de la respuesta.

 

Artículos relacionados