El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, junto a su esposa Grace en Ciudad del Vaticano, 2013. Peter Macdiarmid/Getty Images
El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, junto a su esposa Grace en Ciudad del Vaticano, 2013. Peter Macdiarmid/Getty Images

Grace, esposa del nonagenario presidente de Zimbabue y 41 años más joven, ha pasado de ser su secretaria a candidata a liderar el país africano.

Hace poco más de 25 años, Grace Marufu era una chica veinteañera, atractiva, un punto tímida y, sobre todo, feliz porque le acababan de contratar como tipógrafa en la oficina del Presidente de Zimbabue. Menos de tres décadas después, aquella secretaria aprendiz se ha convertido en una de las figuras políticas más poderosas y ambiciosas del país y su nombre suena con fuerza para heredar el poder cuando las fuerzas de Robert Mugabe, de 91 años, se apaguen.

En realidad sería la continuación de una dinastía. Después de 35 años al mando, el apellido Mugabe podría seguir reinando. Cuando ella aún era su secretaria, Grace y el presidente zimbabuense iniciaron un romance que terminó en matrimonio y significó el punto de partida del fulgurante ascenso político de la primera dama. Cuando el año pasado fue nombrada líder de la Liga de Mujeres del Zanu-PF, pese a no tener experiencia previa, su irrupción en el ruedo político fue un terremoto. “Ha llegado el momento de enseñar a la gente de qué estoy hecha”, espetó. Ni siquiera escondió su apetito de poder durante su primer tour de mítines -el Graceland tour, le llamaron- cuando durante un discurso dejó a todos congelados: “Dicen que quiero ser presidente. ¿Por qué no? No soy zimbabuense?”.

Los críticos se echan a temblar ante esa posibilidad. Apodada por sus enemigos como “DisGrace”, “Gucci Grace” o “La primera compradora” por sus visitas a tiendas de lujo en sus viajes al extranjero -se asegura que gastó 100.000 euros en un sólo viaje a París-, la oposición ve en Grace una copia aún más despiadada y feroz que su marido. La Primera Dama tiene varios negocios y propiedades, entre ellas un palacio que aseguró haber pagado con sus ahorros y luego vendió al ex líder de Libia, Muhammad Gadafi, otro que fue un regalo del partido Zanu-PF y varias granjas expropiadas a granjeros blancos. También tiene casas en Malasia y Hong Kong y se le acusa de tener negocios oscuros. En un cable destapado por Wikileaks en 2010, diplomáticos estadounidenses advertían que oficiales de alto rango del gobierno de Zimbabue, Grace Mugabe incluida, ganaban millones de dólares con la extracción de diamantes -por parte de mineros que trabajaban en condiciones inhumanas- en minas del este del país . La Primera Dama niega la mayor y acusa a sus críticos de inventárselo todo. “He desarrollado una piel gruesa (ante las críticas), ni siquiera me importan”, dijo en una ocasión. A veces también pasa al contraataque: demandó al periódico que reprodujo los cables de Wikileaks y pidió una compensación de 15 millones de dólares.

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