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Un niño camina entre los restos de las construcciones quemadas por terroristas de Boko Haram en Maiborti, Nigeria. (AUDU ALI MARTE/AFP via Getty Images)

África debe hacer frente a una serie de desafíos en seguridad, entre ellos el terrorismo. ¿Cómo se manifiesta este en la región, cuáles son sus causas?

África subsahariana se ha enfrentado a numerosos y variados problemas de seguridad desde los primeros años de este siglo. Mientras que el periodo posterior al mundo bipolar, durante los 90, estuvo especialmente caracterizado por un nuevo estallido de guerras civiles en la región, en las dos últimas décadas han reaparecido amenazas asimétricas e híbridas como la piratería en el Golfo de Guinea y las proximidades del Mar Rojo, la epidemia de ébola en África Occidental y Central, la proliferación de redes criminales internacionales y el desarrollo del terrorismo y el extremismo violento. Estos desafíos para la seguridad ponen de relieve el destacado papel actual de los agentes no gubernamentales, que ponen cada vez más en cuestión el monopolio de la violencia legítima que, en teoría, es atributo exclusivo del Estado moderno. Hay que recordar que los países africanos actuales son el resultado de una historia determinada. La experiencia colonial en el continente desembocó en la aparición de entidades políticas artificiales, una vez destruidos los sistemas políticos endógenos de la era precolonial.

Actividad terrorista. Ampliar imagen.
Actividad terrorista. Ampliar imagen.

El hecho de que grupos armados de todo tipo estén desafiando esta legitimidad, incluidos movimientos terroristas, es síntoma de la transformación del panorama de seguridad en África, en un contexto internacional de globalización creciente en el que los avances tecnológicos facilitan la circulación de ideas, pero también la proliferación de redes terroristas internacionales. El principio de este resurgir del terrorismo moderno en África subsahariana es fácil de situar: los atentados simultáneos que destruyeron las embajadas de Estados Unidos en Nairobi y Dar es Salaam en 1998. Posteriormente, donde más ha aumentado el terrorismo en los últimos años es en África Occidental, sobre todo en el Sahel y la cuenca del lago Chad. Boko Haram encarna el arquetipo del terrorismo en la región desde que llevó a cabo el espectacular secuestro de casi 300 adolescentes alumnas de un colegio de Chibok en 2014, pero últimamente es el Grupo de Apoyo al Islam y los musulmanes (Jamāʿat nuṣrat al-islām wal-muslimīn, JNIM) el que ha ocupado los titulares de todo el mundo, con la liberación en Malí, el 8 de octubre de 2020, de Sophie Pátronin, la última rehén francesa que estaba retenida en el mundo. ¿Cómo se manifiesta el terrorismo hoy al sur del Sáhara? ¿Cuáles son sus causas y sus vectores? ¿Tiene características especiales en África Occidental y el Sahel?

 

Los orígenes del terrorismo en África subsahariana después del mundo bipolar

No es fácil comprender por completo el fenómeno del terrorismo en el contexto de África subsahariana, donde coexisten y se superponen amenazas simétricas e híbridas. Un grupo armado considerado terrorista puede ser, a ojos de las poblaciones locales, un abanderado de la lucha por una mayor justicia social. Según Pascal Boniface, la definición general de terrorismo es una forma de conflictividad asimétrica a la que recurren los grupos para contrarrestar el poder militar de sus adversarios. Su propósito suele ser coaccionar a un gobierno o una organización internacional mediante amenazas o a través del terror a que cometan o dejen de cometer una acción. En África subsahariana, la extensión de este tipo de violencia de base religiosa empezó con el ascenso del islam en la zona durante los 70 y la globalización del fundamentalismo musulmán. El asentamiento doctrinal del islam radical en la región puede analizarse como resultado de la coincidencia entre las luchas poscoloniales y la expansión de las revoluciones islámicas. El discurso extremista en un entorno antioccidental de líderes religiosos musulmanes como Abdullah Yusuf Hazzam, fundador de Al Qaeda en 1987, llegó hasta las remotas tierras de Maiduguri y Borno en Nigeria, Hargeisa y Mogadiscio en Somalia, Mopti y Tombuctú en Malí y Tillabéri y Arlit en Níger. Además, el fundamentalismo religioso experimentó un gran auge durante la estancia de Osama bin Laden en Sudán, de 1992 a 1995.

Gracias a la globalización, las redes de grupos islamistas se establecieron gradualmente con una especie de identidad musulmana celestial como piedra angular de sus organizaciones. Esta identidad social transnacional facilitó la difusión del mensaje de la yihad en África subsahariana, con el corolario de la proliferación de movimientos terroristas.

Como consecuencia nacieron varias organizaciones: Boko Haram en 2002 en el noreste de Nigeria, Al Shabaab en 2006 en Somalia, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM) en 2007, Ansar Dine en 2011 en Malí, el Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO) en 2013 y el Grupo de Apoyo al Islam y los musulmanes (JNIM) en 2017. Todos estos grupos fundamentalistas proclaman que luchan contra las injusticias socioeconómicas y disfunciones institucionales como la corrupción o las prácticas neopatrimoniales que, según ellos, apoyan las potencias occidentales. Es decir, el terrorismo en África subsahariana forma parte de un doble discurso que asegura combatir las desigualdades sociales y la globalización, que representa a Occidente.

¿Qué factores favorecen el avance del terrorismo en la región y cómo se pueden distinguir las causas de los vectores? ¿Existen áreas de coincidencia entre el crimen organizado internacional y el terrorismo?

 

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Una mujer desplazada tras huir de la violencia de los terroristas en el norte y este de Burkina Faso. (ISSOUF SANOGO/AFP via Getty Images)

Pobreza, desigualdad y terrorismo en el África subsahariana contemporánea

Para obtener una comprensión detallada del terrorismo en el África subsahariana contemporánea es necesario diferenciar sus causas originales de los vectores que lo impulsan, después de identificar los factores que facilitan su avance. Asimismo, es importante clasificar como tales los conflictos locales y los actos delictivos que constituyen amenazas a la seguridad y que pueden entremezclarse o superponerse con actos terroristas.

Las causas originales

Los conceptos de desigualdades horizontales y violencia estructural ofrecen interesantes marcos analíticos para identificar las causas del terrorismo en la región. La idea de violencia estructural hace referencia a los efectos negativos de las estructuras sociales en un contexto de profundas disparidades y falta de cobertura de las necesidades humanas básicas. Las desigualdades horizontales (DH) se han definido como “la desproporción entre la dimensión de los grupos y la parte que controlan de determinados recursos o bienes como el poder político, la riqueza y la educación” (Stewart et al.). Se denominan horizontales para distinguirlas de las desigualdades entre individuos, que son verticales. Hay cuatro tipos de desigualdades horizontales: las económicas (rentas, acceso a las tierras, oportunidades laborales), las sociales (capital humano, acceso a la sanidad y a la vivienda), las políticas (puestos políticos de importancia) y las culturales (exclusión de tradiciones culturales concretas por parte del Estado).

En las sociedades multiétnicas, como son todos los Estados de África subsahariana, las desigualdades horizontales, unidas a la violencia estructural debida a la pobreza extrema, constituyen la base de la que brota el terrorismo. En Nigeria, por ejemplo, aunque el discurso oficial del grupo terrorista Boko Haram es religioso y proclama su rechazo a la cultura occidental, su éxito se explica especialmente por las desigualdades horizontales que sufren desde hace mucho las poblaciones del noreste del país, abandonadas a su triste suerte de un empobrecimiento cada vez mayor. Igualmente, en las zonas geográficas de Malí en las que los grupos terroristas están creciendo, es frecuente que haya poblaciones que vivan en la pobreza y sin que el Estado reconozca sus especificidades culturales. Los tuaregs de Níger, por ejemplo, siempre han denunciado su exclusión de la civitas.

Factores propiciadores

En África subsahariana, las desigualdades horizontales y la pobreza extrema alimentan el crecimiento del terrorismo, sobre todo cuando coincide con un Estado débil. La incapacidad del Estado para asumir sus funciones soberanas proporciona un entorno favorable a la propagación del terrorismo. Esto es lo que ocurre especialmente en la región del Lago Chad, un territorio que abarca Nigeria, Camerún, Níger y Chad en el que actúa Boko Haram. Además, la existencia de prácticas neopatrimoniales, la corrupción y el mal gobierno multiplican la repercusión de las desigualdades horizontales y la pobreza extrema en la propagación del terrorismo. Otro factor, es la polarización creada por determinadas élites de las diferencias identitarias con fines políticos. En su propaganda, los grupos terroristas vinculan los motivos religiosos a su compromiso de llenar los vacíos socioeconómicos y restablecer unos Estados más justos y mejor gobernados en África. Por tanto, desde este punto de vista, no son meros actores identitarios violentos, sino que además proporcionan una etiqueta política e ideológica. Jamāʿat nuṣrat al-islām wal-muslimīn (JNIM) está llevando a cabo un proyecto político en el Sahel. Otro aspecto importante que hay que destacar y que puede considerarse tanto un factor propiciador como un vector es que los movimientos terroristas se extienden por la región siguiendo los “corredores de las vulnerabilidades”.

Vectores

Por último, el principal vector del terrorismo en la región es la facilidad de circulación de las ideas, especialmente siguiendo esos ejes de vulnerabilidad. Diversos grupos como el Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), JNIM y Boko Haram están aprovechando la porosidad de las fronteras y la enormidad geográfica para crecer de forma exponencial en la zona del Sahel y la región del Lago Chad. Además, en un contexto de democratización de las nuevas tecnologías para reforzar la globalización, estos movimientos terroristas pueden difundir más fácilmente sus ideologías y hacer una divulgación agresiva de su propaganda. Lo irónico es que nunca pierden la oportunidad de aprovechar esa globalización que consideran la personificación de Occidente.

El estudio del terrorismo en el África subsahariana contemporánea presenta una doble dificultad: no caer en la trampa de adoptar un enfoque exclusivamente nacional al analizar la dinámica desde el punto de vista de la decadencia o incluso la quiebra de los Estados africanos y evitar una perspectiva posmoderna en la que los agentes no estatales se conviertan en las principales unidades de análisis para comprender la dinámica de la seguridad. Tampoco hay que superponer las actividades de los movimientos terroristas con las de los grupos criminales transnacionales ni reducirlas a eso, aunque es habitual que algunos, con sentido pragmático, adopten las dos vías. Del mismo modo que los conflictos locales de tipo comunitario no siempre tienen una dimensión de extremismo violento: muchas veces, es cuestión del reparto de los recursos.

Por otra parte, no es raro que algunos grupos terroristas compensen la ausencia del Estado en las zonas en las que están establecidos y organicen la atención sanitaria para la población local, al tiempo que cobran algo parecido a un impuesto.

Es indudable que la complejidad del terrorismo en la región pone en tela de juicio la relevancia del modelo westfaliano de Estado en África y nos obliga a prestar más atención a las comunidades de destinos entrelazados que viven y construyen esta África al sur del Sáhara.